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Columna
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El puerto y Valencia

Miquel Alberola

El puerto de Valencia tiene pendiente una ampliación de sus instalaciones para dar respuesta a las expectativas, que en el movimiento de contenedores se han demostrado extraordinarias. Nadie puede poner en duda la importancia de esta infraestructura para la economía valenciana, aunque acelera la descomposición de sectores tradicionales con la entrada de productos asiáticos poco o nada controlados. Tampoco se puede negar la necesidad de llevar a cabo esta ampliación para potenciar la competitividad de la infraestructura, aunque los datos sobre la eficiencia logística del suelo portuario valenciano crujen la estructura de la maniobra si se los confronta con los del puerto de Hong Kong, que gestiona 73.684 contenedores por hectárea mientras Valencia mueve 14.459 en el mismo espacio. Sin embargo, esta operación plantea profundos interrogantes para una ciudad que finalmente ha llegado a la orilla del mar, quiere incorporarlo a su paisaje urbano y hacer de ello una seña de identidad. El propio estudio sobre la ampliación prevé una serie de "impactos severos" en la calidad paisajística y en la dinámica litoral, que producirá una afección visual notable sobre la emblemática playa de la Malvarrosa, que además sufrirá un basculamiento que la hará retroceder por el norte y avanzar por el sur. Asimismo, aunque el estudio oficial minimiza otros posibles impactos en las playas del sur, otros informes de especialistas en dinámica litoral han advertido de que la penetración en el mar de otros 2.000 metros de dársena incrementará la erosión inducida sobre El Saler, un enclave de gran valor ecológico crucial para la ciudad. Además, la ampliación implica la realización de un acceso norte, cuyos impactos, aunque todavía están por definir, no saldrán gratis. Es evidente que si se efectuara la ampliación por Sagunto estas amenazas quedarían disipadas. Sin embargo, la Autoridad Portuaria, que también ansía ampliar Sagunto en el futuro, acaba de subrayar en rojo su inamovible apuesta por Valencia, advirtiendo además de que las empresas valencianas, que suponen una actividad portuaria menor, perderán 960 millones anuales si no se hace. ¿Cuánto le podían costar a Valencia las afecciones a la Malvarrosa y a la zona del parque natural de L'Albufera? ¿Merecen ser puestas en riesgo para que Valencia, como se congratulaba una gallofa oficiosa, sea un referente mundial en los contenedores del todo a cien? ¿Con cuántas tortugas bobas piensa tapar este raudal de cemento Esteban González Pons? ¿Qué piensa Jordi Sevilla? ¿Qué Joan Ignasi Pla? Callan como muertos.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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