La carrera del arte
Miles de personas llenan las calles de Madrid en la celebración de la Noche en Blanco
¿Cuánto puede uno ver trasladándose en transporte público y a pie por la ciudad en esta madrugá del gratis total cultural? Antes de arrancar se decide evitar las colas y elegir la mayor variedad de actos y zonas posibles. A la vista del programa y del horario de la Noche en Blanco, uno piensa en el síndrome de Stendhal. Los males ajenos ya no hacen tanta gracia. La luz al final del túnel son los conciertos del parque del Retiro, que despedirán la madrugada y, en fin, cabe pensar que no será ésta la primera vez que uno recibe la mañana en las calles.
La proyección del vídeo Drawing restraint, del gurú Matthew Barney y su pareja, la islandesa Björk, suena como un buen principio. A las 21.10, en la puerta de La Casa Encendida ya cuelga el cartel de no hay billetes. La exposición Correspondencias Erice-Kiarostami, en el mismo edificio, abrirá esta Noche Blanca. El paseo entre los falsos troncos y los espejos de la instalación Mi jardín del cineasta iraní hace pensar en la meta, el Retiro, aún a 11 horas vista. Antes de salir, un rápido paseo por la exposición Basurama.
En la azotea de las Escuelas Pías de la calle del Tribulete más de 200 personas esperan la llegada del cantaor Pedro Obregón y del guitarrista Tomate. Nada de pateos y silencio sepulcral cuando las siguriyas arrancan. Dos canciones y vuelta al frenesí cultural. En el bulevar del paseo de Recoletos se encuentra With love. Dos modelos desafían sonrientes las temperaturas luciendo trajes largos hechos de flores firmados por los diseñadores holandeses Niels van Eijk y Miriam van der Lubbe, autores de esta instalación de pasarela ecológica.
Colas y multitudes abarrotan la plaza de Colón. Botellón, verbena o noche cultural, el madrileño tiene carencia por echarse a la calle. Las entradas para ver a Rafel Amargo están agotadas, y en dos horas cerca de 2.000 personas han desfilado frente a las fotografías de Isabel Muñoz en el Centro Cultural de la Villa.
Ya en la calle, Castellana arriba, el público se dispersa. Bajo el puente de Juan Bravo unas veinte personas siguen el recorrido por las esculturas que adornan este espacio. A las 0.25 se produce el primer encuentro memorable con una silla, en la Fundación Carlos de Amberes. En la capilla Pe Vermeesch baila al son del órgano. Su baile y su mímica se enfrentan al impresionante Martirio de San Andrés de Rubens expuesto en el altar.
Cerca de 80 personas hacen fila para entrar a las puertas del Cine Estudio. Son las 5.15 cuando empieza el pase de cortos de la Escuela de Cine de Madrid. Nadie ronca, pero conviene seguir la ruta. La Cibeles está morada y el techo del Palacio de Telecomunicaciones, verde. En la Plaza de la Independencia a las puertas del parque del Reitro, se desata el ánimo festivo.
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