Una purga en palacio
La corona marroquí aprovecha una operación contra el narcotráfico para acabar con el desmesurado poder de los militares
Malika Benmessaoud lo intentó cuando fue nombrada, en agosto de 2003, presidenta del Tribunal de Apelación de Tetuán, en el noroeste de Marruecos. Quiso acabar con lo que llamaba corrupción: la desaparición de pruebas, los falsos testimonios y los juicios amañados para que los narcotraficantes no pisasen la cárcel. Nueve días antes de su nombramiento, una pelea de narcos ante las puertas del palacio real de Tetuán fue, probablemente, la gota de agua que colmó la paciencia del rey Mohamed VI.
Las mafias manejan 4.000 millones de dólares al año, la cuarta parte del dinero que genera el tráfico de hachís del que Marruecos es el primer exportador del mundo. No en balde el 27% de la superficie agrícola del Rif está dedicado a su cultivo, según la ONU.
El país es un hervidero de rumores sobre qué altos cargos serán los siguientes en sucumbir
Fue para ahondar la limpia dirigida por el Ministerio de Interior por lo que Benmessaoud, una mujer reputada por su honestidad, fue colocada al frente del tribunal. Presidió el juicio contra Mounir Erramach y sus compinches. A este narco con nacionalidad española, le cayeron 20 años, pero buena parte de los funcionarios detenidos salieron libres de los juzgados o no cumplen las condenas e inhabilitaciones impuestas.
Benmessaoud guarda un recuerdo angustiado de aquel juicio. Recibió cartas y llamadas anónimas, una de ellas desde Marbella con detalles sobre su vida, conminándole a dimitir si quería seguir con vida. Informó a la policía de las amenazas y ésta le prometió efectuar una investigación exhaustiva empezando por averiguar los números desde los que la habían telefoneado. Nunca volvió a tener noticias. Nunca tuvo escolta.
Menos de dos años después de su nombramiento Benmessaoud fue ascendida a jueza del Tribunal Supremo y se trasladó a Rabat. La magistrada ostentaba así un doble récord: la primera mujer al frente del Tribunal de Apelación de Tetuán y la que menos tiempo permaneció en el cargo. La jueza no habla con la prensa, pero sus amigos aseguran que abandonó Tetuán aliviada porque su vida corría peligro, pero infeliz porque su trabajo estaba inacabado. Tras su marcha, las redes mafiosas se regeneraron.
Mohamed el Kharraz, uno de los narcos más importantes de Marruecos, en busca y captura desde hace tres años, entraba y salía del país a sus anchas. En los cafés de Tánger se decía incluso que había costeado las obras de remodelación de la comisaría principal.
La reconstitución de los tentáculos de las mafias incitó, en julio, a siete abogados de Tetuán, algunos conocidos defensores de los derechos humanos como Habib Hajji, a tomar una iniciativa llamativa. Escribieron una carta abierta en la que denunciaban al rey la corrupción que "gangrena" la ciudad. Contaban el caso de un magistrado condenado por corrupción y que seguía ejerciendo y firmando sentencias. Explicaban cuáles eran las tarifas de los sobornos y recordaban de forma elogiosa la labor que desempeñó Benmessaoud.
El Colegio de Abogados de Tetuán reaccionó denunciando la "campaña de podredumbre" puesta en marcha por los letrados "desleales", pero la sección marroquí de la ONG Transparency International les brindó su respaldo. Exigió la apertura de una investigación sobre las acusaciones que formulaban. El 25 de agosto, el narco El Kharraz se dirigía hacia Casablanca en su vistoso todoterreno. Esta vez la Gendarmería había montado un control para detenerle. En las dos primeras semanas de interrogatorios El Kharraz dio al menos 17 nombres de encubridores casi todos jefes policiales y de la Gendarmería destinados en el noroeste del país. Mohamed VI tomó la decisión de apartarles de sus cargos hasta que concluyese la investigación. El juez instructor les ha enviado a prisión mientras que decenas de funcionarios de Interior están siendo expedientados.
El pez más gordo denunciado por El Kharraz fue Abdelaziz Izzou, jefe policial de Tánger hasta que en 2003 el rey le ascendió a responsable de la seguridad de sus palacios por recomendación del general Hamidu Laanigri, director general de la Seguridad Nacional. Izzou está ahora en prisión y su protector, destituido.
Los rotativos de Casablanca aluden a diario a listas con hasta cien nombres más de cómplices de El Kharraz, entre los que figurarían varios magistrados, que estarían a punto de ser detenidos. Marruecos es estos días un hervidero de rumores.
¿Por qué, tras años de benevolencia, El Kharraz fue cazado hace un mes? El majzén, los cortesanos que rodean al monarca, no se suele conmover por las protestas de un puñado de abogados. El diario L'Economiste da a entender que el narco rompió un código implícito y adquirió terrenos en torno al futuro puerto de Tánger-Med, la mayor infraestructura puesta en marcha por el Rey.
El objetivo no era tanto asestar un golpe al narcotráfico como deshacerse de Laanigri y de su amigo Mohamed Belbachir, que dirigía la seguridad militar y que fue destituido en julio tras el descubrimiento de una trama islamista que había reclutado a cinco militares y a tres gendarmes, sostiene, en cambio, el semanario Le Journal.
"El círculo íntimo del Rey (...) decidió acabar de un plumazo con la intrusión de dos generales que aspiraban a convertirse en los más poderosos sacerdotes de la monarquía", asegura. En tiempos de Hassan II, los militares demasiado ambiciosos morían en accidentes de carretera o de helicóptero. Ahora sólo se les destituye y se les procesa.
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