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Reportaje:ANTROPOLOGÍA

Así vivía la pequeña Selam

Un esqueleto de hace 3,3 millones de años aclara cómo eran los antepasados del hombre

Una inundación, o una riada, probablemente arrastró el cuerpo de la pequeña Selam. Tal vez estaba ya muerta, tal vez murió en el agua... Los científicos que han encontrado su esqueleto 3,3 millones de años después, en la zona de Dikika (Etiopía), no pueden precisar las condiciones de la muerte. La niña, de unos tres años, tenía el morro alargado y la nariz chata; ya sabía andar y lo hacía sobre las dos piernas, aunque con sus largos brazos sería muy ágil también colgándose y balanceándose por las ramas de los árboles. El esqueleto casi completo, descubierto por un equipo internacional y presentado esta semana, ha entusiasmado a los paleontólogos.

Selam (que significa Paz) se parecía a un chimpancé, con algún rasgo de gorila, pero tenía ya características humanas. De su especie, los Australopithecus afarensis, que vivió hace entre tres y cuatro millones de años en África -de donde nunca salieron-, los paleontólogos saben ya bastantes cosas por los restos que han encontrado en las últimas décadas.

Estos homínidos se alimentaban de frutas y vegetales, y tal vez de algún animal pequeño, pero no eran cazadores o carroñeros
El hueso de la garganta puede dar pistas sobre los sonidos que producía, seguramente parecidos a los de los actuales chimpancés

Curiosamente, de la misma especie de Selam, y también hembra, es uno de los esqueletos más emblemáticos del registro de la evolución humana: Lucy, una A. afarensis hallada en 1974 a poca distancia de donde estaba esta Niña de Dikika. Los más imaginativos pueden verlas como madre e hija, sólo que Selma vivió unos 150.000 años antes que Lucy. El macho de la especie mediría en torno a 1,30 metros, mientras que Lucy superaba el metro por poco.

"Sin duda [la Niña de Dikika] es el descubrimiento más interesante que hemos hecho en el siglo XXI", ha dicho Donald Johanson, codescubridor de Lucy. Para ilustrar lo extraordinario del hallazgo, baste decir que el esqueleto de cría de homínido más antiguo que se conocía hasta ahora es de un neandertal de hace 300.000 años; es decir, tres millones de años posterior.

Hallazgo sin precedentes

"Lo completo que está [el esqueleto de Selam], por su antigüedad y su edad de muerte, todo ello combinado, hace que éste sea un descubrimiento sin precedentes en la historia de la paleoantropología", comenta Zeresenay Alemseged, el científico etíope que trabaja en el Instituto Max Planck alemán y que lidera el equipo descubridor.

En el desierto en el que grupos de paleoantropólogos sufren cada año el calor asfixiante estimulados por la pasión de encontrar restos de antepasados del hombre, el mundo de Selam era muy diferente hace 3,3 millones de años: arbolado poco denso, con claros de hierba, un lago o el delta de un río. Aquellos homínidos se alimentarían de frutas y algunos productos vegetales más duros; tal vez comían algún animal pequeño, pero no eran cazadores ni carroñeros, ni específicamente carnívoros. Los hipopótamos y cocodrilos cuyos restos han aparecido en Dikika no eran parte de su dieta.

El cerebro de Selam sería de entre 275 y 330 centímetros cúbicos, y de adulta habría alcanzado los 400, frente a los 1.350 centímetros cúbicos de los humanos actuales.

Por sus brazos y piernas, dedos y huesos de la espalda, los científicos deducen que los congéneres de Selam trepaban cómodamente por los árboles, y que esos rasgos no eran mera herencia inútil de sus antepasados más simiescos. Pero los A. afarensis también caminaban con dos piernas, y de esto tenían ya pruebas los paleontólogos, incluido el más antiguo rastro de homínidos bípedos: las huellas de Laetoli (Tanzania) que dos o tres individuos de la misma especie que Selam y Lucy dejaron en cenizas de un volcán, posteriormente petrificadas.

Entre las novedades que aporta la Niña de Dikika, los especialistas destacan el excepcionalmente conservado hueso de la garganta hiodes, que puede dar pistas sobre los sonidos que estos homínidos producirían, seguramente parecidos a los de los chimpancés.

Los científicos rechazan la antigua idea del eslabón perdido al hablar de evolución, porque saben que no fue una única especie la que concentró la transición entre un organismo arcaico (el mono) y uno moderno (el hombre), sino que a lo largo de millones de años fueron acumulándose y perdiéndose mutaciones en diferentes especies, cambios que desembocaron en los humanos actuales hace unos 200.000 años. Es mejor hablar de antepasados comunes, y el último entre la línea del hombre y la del chimpancé viviría hace más de seis millones de años. Pero Selam y Lucy ilustran otra encrucijada importante en la historia evolutiva, ya que, para la inmensa mayoría de los científicos, los A. afarensis serían la especie a partir de la cual la evolución siguió, por un lado, hacia el Homo sapiens, y por otro, hacia homínidos diferentes que se extinguieron.

Alemseged ha contado que fue en diciembre de 2000 cuando descubrieron a Selam. Buscadores de fósiles exploraban una ladera en Dikika cuando uno de ellos, Tilahun Gebreselassie, del Ministerio de Turismo etíope, vio el pequeño cráneo asomando en un bloque de piedra. Ahí empezó el duro trabajo posterior: primero, para encontrar todos los huesos posibles, y luego, durante cinco años en el laboratorio, para liberarlos del sedimento.

El tesoro es este esqueleto de la niña, muy completo, con el cráneo, casi todos los dientes, parte de las extremidades, manos y pies, costillas, huesos de la espalda y vértebras. Falta la pelvis y parte de las piernas. El trabajo no ha terminado, ha advertido Alemseged: hay que acabar de limpiar y preparar más fósiles en el laboratorio, y analizarlos. Selam acaba de llegar al mundo de la paleontología, pero va a dar mucha guerra en el futuro, como cualquier niña de tres años.

Reconstrucción de Selam aparecida en la revista <b><i>National Geographic.</b></i>
Reconstrucción de Selam aparecida en la revista National Geographic.

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