El lugar del azufre

La dieron todos los telediarios. Una imagen sonora, que concluye con la señal de la cruz. Qué mundos. Era Hugo Chávez denunciando "el olor a azufre" que dejó en la tribuna de oradores de la ONU un presidente ("el diablo estuvo aquí") que no quiso nombrar pero que todo el mundo tenía en su mente.

Como ahora lo que se vende ha de estar en la tele, por lo menos esa batalla gana Chávez. Él está haciendo oposiciones a ser el estandarte que vaya detrás de Castro, y en esta etapa ha elegido la ONU, el foro que en su tiempo catapultó la imagen de su idolatrado amigo cubano. Fue también el sitio del zapato de Kruschev. Y la verdad es que esos telediarios del miércoles devolvieron la sensación de que no pasa el tiempo, de que siempre estamos volviendo a vivir lo que ya parecía que no nos iba a pasar.

Esas imágenes venían de Hungría, donde la mentira está hallando su merecido. Y nada más apagarse las hogueras húngaras, que tanto huelen a pasado, en Tailandia aparecieron unos tanques tocados por un lazito amarillo que implicaba la alabanza a la monarquía reinante en esta nueva capital del golpe de Estado. Como en los viejos (!) tiempos.

En algún informativo comentaron que era significativo que ningún líder occidental (y sobre todo aquel al que aludió Chávez) no dijera ni pío acerca de este ataque militar a la soberanía de la democracia. Suena a viejo (Chile, Grecia, España: recuerden aquella frase de Alexander Haig: "El 23-F es un asunto interno español") y sobre todo recuerda el doble rasero con el que los poderes afrontan las contingencias internacionales, según sean "los malos" o "los buenos" los que subvierten el orden.

La verdad es que los telediarios superan la ficción. Debe tenerlo en cuenta Ana Obregón. Su show (Antena 3) no puede competir con lo que pasa, y tal como está hecho no podrá competir por mucho tiempo. Me quedo con los telediarios.