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Reportaje:El conflicto de Oriente Próximo

El secuestro del otro Hasan Nasralá

Comandos israelíes capturaron durante la guerra a quien resultó ser un tendero del valle libanés de la Bekaa

Fernando Gualdoni

El 1 de agosto, Hasan Nasralá, un tendero de la ciudad de Baalbek, vivió el momento más angustioso de sus 54 años de vida. En plena noche fue secuestrado por el Ejército de Israel y retenido en una cárcel durante 21 días junto a otros tres miembros de su familia y un vecino. Los servicios secretos israelíes creían que él era familiar directo del jeque Hasan Nasralá, el líder de Hezbolá. La operación en la Bekaa, bautizada Rápida y Suave, fue una de las importantes y sangrientas del reciente conflicto que duró 36 días.

En apenas unas horas, los bombardeos y los disparos de los helicópteros Apache israelíes para cubrir la misión de los comandos mataron a 15 personas en la zona. Hubo un ataque contra un hospital gestionado por Hezbolá y en un principio se dijo que allí habían capturado a los cinco civiles. Pero el centro sanitario no era el blanco, al parecer fue sólo un daño colateral. El objetivo era Hasan, que se hallaba en ese momento a más de un kilómetro del hospital, en los suburbios de Baalbek, una ciudad de más de 100 mil habitantes al este de Beirut y a 60 kilómetros de la frontera siria y uno de los bastiones de la milicia chií libanesa.

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El día que fue secuestrado, Hasan, su esposa Zahara y sus cuatro hijos se hallaban en la vivienda de un cuñado, al otro lado de la calle de su casa y de su tienda de comestibles y armas de caza. Hacía unos 20 días, prácticamente desde el comienzo de la guerra, que pernoctaban allí porque la casa tiene un búnker. Esa noche eran 11 en el refugio: cinco hombres, tres mujeres y tres niños. "Tras un fuerte bombardeo, a eso de las 23.00, empezamos a oír a varios helicópteros. Eran Apaches. Son inconfundibles", recuerda. Es un hombre calmado, apacible, y su mirada se pierde mientras habla. "Desde el refugio, casi tres metros bajo tierra, adivinamos que había mucha gente caminando en la superficie. No teníamos ni idea de qué estaba sucediendo hasta que afinamos el oído y escuchamos a muchos hombres hablar en hebreo dentro de la casa... Nos quedamos petrificados".

Al comando israelí le llevó 15 minutos hallar la puerta del refugio y apenas unos segundos derribarla. "Sólo recuerdo dos luces, una blanca muy penetrante y la roja de la mira láser sobre mi frente. Mientras las mujeres y los niños corrían para protegerse detrás de nosotros, los israelíes dispararon tres tiros a la pared y nos ordenaron levantar las manos y quedarnos quietos". ¿En qué idioma le hablaron? "En árabe, con acento palestino" ¿Cuántos hombres pudo ver? "Dentro de la casa unos 60 y fuera de ella muchos más".

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"Nos sacaron a todos de la casa y nos pusieron mirando a la pared. Nos ataron las manos a la espalda con esas cintas plásticas y a mí, a mi hijo Bilal de 31 años, a mi cuñado Ahmed y dos vecinos, nos ordenaron ir con ellos. También apresaron a mi hijo Mohamed, de 13 años. Un oficial abrió un pequeño ordenador y nos preguntó ¿Quién de ustedes es Hasan? ¿Quién es Bilal? ¿Ahmed?... Se da cuenta, conocían nuestros nombres, alguien de nuestro pueblo les había informado".

Tras identificarlos, el comando condujo a los cinco hombres adultos y al joven Mohamed a una colina a media hora de marcha desde la casa, una vez en la cima, les obligaron a sentarse. "Uno de los soldados apuntó a la cabeza de mi hijo y le exigió que le confesara quién de nosotros era de Hezbolá. Le amenazó con matarle si no lo hacía, pero mi hijo estaba petrificado, no hubiese podido hablar aunque hubiese querido. En ese momento intervino un mando, apartó al soldado, y le preguntó a mi hijo si sabía el camino a casa. Contestó que sí y el israelí le dijo: ¡Vete, fuera de aquí! Mi hijo salió disparado, desapareció colina abajo mientras las bombas seguían cayendo y los helicópteros disparando. No supe que estaba vivo hasta 21 días después, cuando me liberaron". Los militares israelíes vendaron los ojos a los cinco hombres y los subieron a dos helicópteros que habían aterrizado siguiendo señales de una bengala.

Al día siguiente del operativo, portavoces de Hezbolá aseguraron que los israelíes se habían llevado civiles, no milicianos ni miembros de su partido. Nabih Berri, el portavoz del Gobierno libanés y líder de Amal, el partido chií aliado a Hezbolá, exigió a Israel la liberación de los cinco hombres y, según el propio Hasan, fue Berri, desde su puesto de portavoz, quien más pendiente estuvo de ellos mientras permanecieron en la cárcel.

Antes del amanecer del 2 de agosto, Hasan y los otros cuatro hombres ya habían llegado a una base israelí en Tel Aviv. Los mantuvieron incomunicados y al mediodía los interrogaron a todos por separado. "Me dieron de comer un sándwich y, aún con los ojos vendados, me preguntaron si era familiar del líder de Hezbolá, si sabía dónde estaba y si era militante del movimiento chií. Dije que sólo conocía al jeque Nasralá de verlo en la televisión y que no me interesaba la política. Ahora, después de lo que pasó, me he hecho partidario de Hezbolá".

El día 3 fueron trasladados a una prisión entre Afula y Nazaret. Fueron todo el camino con los ojos vendados, así que se enteraron de dónde estaban cuando llegaron al penal. Allí les asignaron un abogado de oficio llamando Leah Tzemel. ¿Un abogado? "Si, nos secuestran, nos sacan de nuestro país a la fuerza y luego nos ponen un abogado ¿Usted lo entiende?". Durante los 21 días que permanecieron encarcelados por ser sospechosos de terrorismo los interrogaron cada tres o cuatro días y siempre les hicieron las mismas preguntas sobre su parentesco con el jeque Nasralá, el paradero del líder chií, si estaba vivo o muerto, y sobre Hezbolá. "Nunca nos pegaron ni nos torturaron, pero sí insistían en que nos quedaríamos en el penal 10 años si no colaborábamos, en que no veríamos nunca más a nuestras familias. Físicamente sólo nos maltrataron el día de la detención, pero después no", asegura Hasan.

Los cinco hombres cruzaron en autobús la frontera el 22 de agosto. Fueron dejados por los israelíes en el puesto de la Cruz Roja de Naqura, el puerto mediterráneo donde tiene su base la Fuerza Interina de Naciones Unidas para Líbano (FINUL). Hasan cree que los israelíes fueron a por él convencidos por algún informante de que tenía algún parentesco con el gran enemigo del Estado hebreo, pero que cometieron un error tremendo y que nadie podrá devolverle esos 21 días en que no sabía si iba a volver a ver a su familia. "Quince muertos y tanta destrucción para capturarme a mí, a un tendero. Qué absurdo, qué absurdo", reflexiona Hasan mientras se despide para atender a sus clientes de un barrio en el que pocas casas han quedado en pie.

Hasan Nasralá y su esposa, Zaharqa, en el jardín de su casa de Baalbek.
Hasan Nasralá y su esposa, Zaharqa, en el jardín de su casa de Baalbek.F. G.

Operación fallida en Tiro

La operación Rápido y Suave en la Bekaa no fue la única llevada a cabo por comandos israelíes durante la guerra librada contra la milicia chií libanesa Hezbolá. El 5 de agosto, cuatro días después del secuestro de los cinco hombres en los suburbios de Baalbek, buzos de las fuerzas especiales de Israel, conocidos como Shayetet 13, intentaron desembarcar en el puerto de Tiro para destruir las lanzaderas de cohetes Katiusha de Hezbolá.

La operación fue realizada por dos unidades. Una llegó por mar, en lanchas zodiacs, y la otra en un helicóptero que aterrizó en un naranjal en la parte norte de la ciudad. El ataque comenzó a la una de la madrugada y para las cuatro los comandos debieron retirarse sin cumplir su objetivo ante el feroz combate que les presentaron los milicianos chiíes. Siete soldados israelíes resultaron heridos y Hezbolá perdió a ocho de sus hombres. También murió un soldado libanés que abrió fuego desde un vehículo antiaéreo contra los aviones israelíes que apoyaban la operación de los comandos.

Aparte de las operaciones de comandos, el Ejército de tierra israelí libró dos grandes batallas en el sur de Líbano, la de Bint Jbeil, el gran bastión de Hezbolá, y la de Ayta ash-Shab. En la primera murieron 15 soldados israelíes y 12 milicianos (Israel asegura que mató a un centenar) y en la segunda 13 hebreos y un número indeterminado de chiíes. A la Fuerza Aérea israelí se la recuerda por dos matanzas, la de Qana, donde murieron al menos 28 adultos y 16 niños, y la Al Qaa, en la Bekaa, donde mataron a 13 agricultores.

Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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