Las lecciones de Sabine
Una de las supervivientes del 'caso Dutroux' en Bélgica logró superar, aislándose de la prensa, un horror como el que ha vivido la austriaca Natascha
Si Natascha Kampusch, la joven a la que el mundo dio por muerta durante los ocho años que un técnico electrónico la mantuvo encerrada en un zulo austriaco, será capaz de salir adelante, sólo lo determinará el paso del tiempo. El mismo que ha permitido a Sabine Dardenne, una de las víctimas supervivientes del pederasta belga Marc Dutroux olvidar y enfrentarse a la vida.
Igual que a Kampusch, a Dardenne hacía tiempo que la policía la daba por muerta, tras su desaparición en mayo de 1996. Una tenía 10 años y la otra 12, el día que salieron de casa por la mañana camino de la escuela y acabaron encerradas a merced de la violencia de sus captores.
El verano de 1996, la policía se presentó en el zulo de Dutroux, cerca de Charleroi para liberar a Laetitia Delhez. Al llegar, encontraron a la pequeña de 14 años que había sido secuestrada pocos días antes, pero también a una desesperada Sabine Dardenne a la que hacía tiempo que habían dado por muerta. Al poco tiempo, la policía encontró enterrados los cuerpos de otras cuatro niñas y adolescentes, muertas a manos de Dutroux. El pederasta belga fue condenado a cadena perpetua en 2004 por el asesinato de cuatro menores y la violación y el secuestro de seis de ellas, incluida la propia Dardenne.
Sabine Dardenne tenía 12 años cuando fue secuestrada; su cautiverio duró 80 días
Tras su liberación, huyó de las apariciones públicas desde el primer momento
Dardenne sorprendió a medio mundo cuando hace dos años y ocho después de su liberación, reapareció en la sala en la que se enjuiciaba "al monstruo de Bélgica". Ese día, una mujer de 20 años parecía haber dejado atrás el horror vivido en el inmundo agujero de Marcinelle (un barrio de Charleroi) cuando todavía no se le habían caído los dientes de leche. Ahora Dardenne tenía un novio, un trabajo y era capaz de hablar de su pasado sin venirse abajo. Y el día del juicio, las fuerzas le alcanzaron incluso para derrotar a Dutroux: clavó sus ojos en los del hombre que la había violado sistemáticamente, hasta obligarle a bajar la mirada. Toda una victoria. Pero, ¿qué hizo posible su recuperación?
La propia Dardenne, que desde un primer momento huyó de las apariciones públicas y de la prensa, recogió en un libro publicado en 2004 no sólo los pormenores de su cautiverio, sino sobre todo el camino que ha seguido su mente para poder instalarse en la imposible normalidad. La receta de Dardenne tiene muy pocos ingredientes: evasión de los recuerdos, aislamiento y autosuficiencia. A ella le ha funcionado.
No es que esta joven belga decidiera negar lo ocurrido, porque tenía demasiado claro que estaba ahí y que no había vuelta atrás, pero sí hizo esfuerzos conscientes por evadirse, por desplazar los pensamientos rumiantes que aparecían sin avisar a cualquier hora del día. "Yo me hice una terapia sola, a mi misma. Cada vez que me venían imágenes a la cabeza, intentaba pensar en otra cosa y seguía adelante. Si tengo un bajón, me las arreglo yo sola. Durante los ocho años que han pasado, me he dicho que la tristeza no serviría de nada. La culpabilidad tampoco. Hay que desprenderse de esos sentimientos, decirse a una misma que ya ha pasado, y que no volverá a suceder nunca más. En fin, espero", relata Dardenne en Yo tenía doce años, cogí mi bici y salí para el colegio..., un libro dedicado "a todas las víctimas".
Para Dardenne, el peligro de caer presa de la culpabilidad era muy grande. Durante sus 80 días de cautiverio, la pequeña que entonces tenía 12 años le rogó a su captor que le trajera a una amiga porque la soledad la estaba volviendo loca, petición a la que el monstruo belga acabó accediendo. Dardenne no imaginaba que eso implicaría un nuevo secuestro, hasta el día en que encontró a Laetitia Delhez, de 14 años, tan desnuda y atada a la cama de "la habitación del calvario" como ella lo estaba a menudo. Además, Dardenne sobrevivió a su captor, pero An, Julie, Melissa y Eefje murieron a manos de Dutroux. Por un momento, cuando conoció a las familias de esas niñas, Dardenne sintió la tentación de culpabilizarse por estar viva, pero aquello en seguida pasó.
Mientras los padres y hermanas de Dardenne han pasado por las consultas de los psicoterapeutas durante años, ella decidió enfrentarse a su pesadilla en solitario. "El juez de instrucción quería que consultara un psicólogo. Tengo un recuerdo vago de unos dibujos raros que se suponía debían hacerme reaccionar. Era ridículo. No tenía nada que decir. Enseguida dije que no. No quería hablar. Sí, eso pasó, sí nunca... No me serviría de nada repetirlo durante años. Estaba hecho, yo no podía cambiar nada. Mi mente no estaba vacía, pero si yo hubiera dejado que alguien me la llenara, probablemente me hubiera vuelto loca con los porqués y los cómos", relata una Dardenne madurada a golpe de violencia.
Levantó un muro a su alrededor y decidió que sólo ella lo penetraría. "Estaba en una burbuja. Me fabriqué una armadura. No quería preguntas ni sobre todo contestar. Si había un reportaje en la tele, me negaba a verlo". Sólo necesitaba estar sola y ocho años después agradece que sus padres le dejaran una habitación en la que "reír y llorar" cuando le viniera en gana. Costó que la prensa se diera por enterada.
Al principio, a Dardenne le agobió mucho la sobreprotección de su familia, que no quería que saliera sola de casa. Para ella, lo más importante era volver cuanto antes a la normalidad y eso implicaba no llevar siempre a su hermana de carabina. Enseguida quiso coger la bici para ir al colegio. "¡No, es muy pronto!", le dijo su familia. Los menores, sus compañeros de clase, resultaron ser más respetuosos que los adultos. Apenas le hicieron preguntas. "En seguida vieron que quería vivir mi vida y dejar atrás aquella historia".
El psicoanalista Jacques Sedat, que siguió de cerca el caso de Dardenne, explica que la chica pudo escapar del síndrome de Estocolmo "porque nunca se puso en el lugar de Dutroux. Siempre supo que era su verdugo y no se identificó con él. Esa falta de sumisión es lo que le ha permitido salir de ahí".
En el caso de la austriaca Natascha, Sedat cree que tal vez pueda evolucionar de la misma manera que lo hizo Dardenne. "Natascha ha explicado que en seguida se dio cuenta que ella era más fuerte que él, que su secuestrador dependía totalmente de ella afectivamente. Esa distancia que ella establece es lo que va a permitir su recuperación", sostiene este experto.
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