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Crítica:TEATRO | 'Plataforma'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Mejor y más lejos que el original

Hay novelas que se quedan grabadas para siempre y no hay versión, teatral ni cinematográfica que las supere, y otras, las más, de las que sólo queda una bruma, el recuerdo fugaz de un tono, un estilo, un discurso. Plateforme de Michel Houellebecq (2001) pasó en, mi caso, a formar parte de la larga lista de novelas sin subrayar y, por tanto, prescindibles. El desencanto del personaje protagonista, Michel, por la vida en general y la suya en particular, -un escepticismo que quedaba compensado con una obsesión casi enfermiza por el placer sexual-, sus descripciones de sus escapadas a los peep-shows, de sus encuentros con prostitutas, de sus viajes de turismo sexual al continente asiático sin más emoción que la del propio orgasmo hacían de él un tipo algo mezquino y de su discurso, una fina ironía hueca y exenta de interés. Pues bien, el montaje de Calixto Bieito Plataforma, con el subtítulo Poema dramático hiperrealista para siete voces y un Yamaha, basado en la novela, es de los que condensan, rearman el material original y consigue, con el resultado, llegar más allá.

Plataforma

De Michel Houellebecq. Traducción y dramaturgia: Calixto Bieito, Marc Rosich. Intérpretes: Juan Echanove, Marta Domingo, Lluís Villanueva, Carles Canut, Mingo Ràfols, Boris Ruiz, Belén Fabra. Escenografía: Alfons Flores. Iluminación: Xavi Clot. Vestuario: Mercè Paloma. Banda sonora: Javier Gamazo, Marc Álvarez. Sonido: Jordi Ballbé.

Dirección: Calixto Bieito. Auditori Atrium. Viladecans (Barcelona), 15 de septiembre.

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Gira triunfal

La magnífica maquinaria escenográfica, una plataforma giratoria con una estructura central que divide el espacio y proporciona los claustrofóbicos rincones en los que discurre la acción de la novela en clave simbólica o realista, está al servicio de una estructura coral de la trama -gran trabajo, el de Bieto y Marc Rosich, responsables de la adaptación y de la dramaturgia-, y permite a Bieito desplegar en ella su lenguaje escénico habitual que, dado el contexto, aquí es tratado con mucha sutileza. Junto al protagonista, interpretado por Juan Echanove, que fue galardonado con el Premio al Mejor Intérprete en la pasada edición del Festival Internacional de Edimburgo, seis personajes, presentes en todo momento sobre el escenario, dan voz entregando su cuerpo a los puntos de vista que reafirman o complementan al del propio Michel sobre las relaciones entre Oriente y Occidente, el tema de fondo. Y así, girando con la plataforma, componen entre todos una partitura tan dura como atractiva.

Juan Echanove está sencillamente magnífico. Es el Michel que no vi en la novela. Con unos añitos más -40 parecían pocos para estar tan de vuelta de todo-, un dominio absoluto de la situación que le permiten desenvolverse con una naturalidad asombrosa, y estamos hablando de escenas muy íntimas, Echanove da pleno sentido al vacío de su personaje. El resto del reparto sabe estar a la altura, por corta o simbólica que sea su intervención. Lluís Villanueva no tiene mucho papel, pero lo clava. Carles Canut es básicamente un saber estar y un saber llevar esa enorme barriga al descubierto. Lo mismo con Mingo Ràfols y su camisa hawaiana. Boris Ruiz, siempre tan carismático. Y ojo con las chicas: Marta Domingo, más guapa que nunca, es la Valérie de la novela, el único personaje que le da la réplica a Michel y que, en escena, se las compone con gran soltura. Atención también a Belén Fabra, porque no es sólo una belleza que se pasea desnuda.

De izquierda a derecha, Carles Canut, Juan Echanove, Boris Ruiz y Mingo Ràfols. Al fondo, Belén Fabra.
De izquierda a derecha, Carles Canut, Juan Echanove, Boris Ruiz y Mingo Ràfols. Al fondo, Belén Fabra.

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