"El buen gusto no existe"
"Cuando Santiago Segura te dice algo tan simple como ¡buenas noches! consigue que suene como algo sucio, inmundo, obsceno y terrible", afirma un deslumbrado Mel Brooks tras la noche del estreno español en el teatro Coliseum de Madrid de Los productores, el musical que escribió en 2001 a partir de su clásica película homónima de 1968. Sobre el escenario, Santiago Segura y José Mota, en sus respectivos papeles del productor Max Bialystock y el contable Leo Bloom, debían de tener el alma como un flan, pero, desde su butaca, Brooks se iba inflamando de entusiasmo, especialmente cuando pisaba el escenario el inmenso (en todos los sentidos) Fernando Albizu, en la piel del nazi Franz Liebkind. "Si hablase inglés, me lo llevaba a Broadway mañana mismo. No tiene ningún reparo en encarnar el arquetipo del alemán estúpido y grandullón. Es fantástico", afirma Brooks, que calcula haber visto un centenar de representaciones de Los productores en todo el mundo.
"Hay más profundidad y encanto en esta versión española. Es más humana"
"Mi trabajo se remonta muy atrás: soy el bufón que le dice la verdad al rey"
Conocedor de las dos primeras entregas de la saga cinematográfica de Torrente -que considera "muy divertidas"-, Brooks sólo tiene buenas palabras para este montaje español: "Segura se ha convertido en Max Bialystock. En él no queda rastro alguno de Torrente. José Mota resulta conmovedor en la piel del contable Bloom, una oruga que sueña con ser mariposa. Hay más profundidad y encanto en esta versión española. Es más humana. En Nueva York jugamos a ser más sofisticados, pero aquí no hay mentiras. Lo que más me sorprendió fue el compromiso de los actores: ponían toda su alma y todo su corazón en el espectáculo, sin resultar nunca mecánicos".
Comparable en riqueza de matices y complejidad cómica con el verdugo Ko-Ko de El Mikado o el esclavo Pseudulus de Golfus de Roma -otros hitos bufos del gran teatro musical-, Max Bialystock, productor de Broadway en busca de la peor obra jamás escrita, gigoló de ancianas y embaucador compulsivo, funciona como una suerte de álter ego maléfico del propio Brooks: "Algunos de los mejores personajes de comedia parecen negativos y antisociales, pero su propósito final es la gran celebración de la vida. Son seres capaces de soltar al animal que llevan dentro. En el fondo, es lo que a mí me hubiese gustado ser desde siempre: alguien capaz de disfrutar del vino, las mujeres y las canciones sin ataduras, ni límites. Nunca he trabajado por dinero, sólo he perseguido la risa. Si consigues que la gente se ría, el dinero vendrá por añadidura. Si buscas sólo el dinero, perderás el carro de la comedia".
Con su combinación de coreografías nazis, puntuadas por esvásticas en versión Busby Berkeley, gays absolutamente desatados, ancianas lujuriosas y una secretaria sueca orgullosa de su condición de objeto sexual, Los productores entronca con la sensibilidad del humor políticamente incorrecto que hoy practican no pocos cómicos. Mel Brooks llegó antes: la versión cinematográfica original data del 68 y fue el punto de partida de una carrera en Hollywood que hizo auténticas filigranas con el mal gusto y los tabúes. "El buen gusto no existe", afirma el cineasta, "lo políticamente correcto no es algo natural. Son corsés creativos promovidos por los sectores más conservadores de la sociedad, que siempre temen toda revolución emotiva. Mi trabajo se remonta muy atrás: soy el bufón que le dice la verdad al rey. Mi labor es lograr que el rey se ría para hacerle saber lo que sucede en los corazones y las mentes del pueblo. Hoy no podría hacer una película como Sillas de montar calientes (1974), que era un western sobre un sheriff negro en un Oeste regido por el prejuicio racial. Era lógico que todos quisieran matarle. La película estaba sembrada de frases peyorativas sobre la gente de raza negra. La supervivencia del personaje era mi propia supervivencia: la de la loca verdad cómica contra las fuerzas represoras de los conservadores".
En la actualidad, Mel Brooks prepara la adaptación al teatro musical de El jovencito Frankenstein, la película de 1974 que se convirtió en uno de los mayores éxitos de taquilla en su carrera. "Si todo sigue su curso", adelanta, "podría estrenarse en Broadway dentro de un año. Y la temporada siguiente podría llegar a la Gran Vía con Santiago Segura como el doctor Frankenstein y José Mota en el papel del jorobado Igor".
Babelia
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