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Reportaje:

Lecciones para el nuevo curso

Rosa Muñoz, 23 años de profesora, y Jesús Robledo, en su inicio como docente, hablan sobre el oficio en las aulas de secundaria

Carmen Morán Breña

La primera recomendación que da Rosa a Jesús es que en invierno vaya al instituto con un buen jersey. Tienen calefacción, pero pasan frío. Y no hay aire acondicionado, así que el calor se hacía insoportable cuando ambos, la veterana y el novato, se reunieron el viernes pasado en el centro de secundaria Pío Baroja (Madrid) para dialogar sobre el oficio de profesor.

Rosa Muñoz, profesora de filosofía, lleva 23 años con la tiza en la mano. "No estoy quemada, pero sí baqueteada", dice. "Dar clases en un instituto es una lucha constante y siempre hay sorpresas. Hay que reinventarse cada día, pero la experiencia ayuda para saber hacer eso".

Jesús Robledo ha aprobado las oposiciones y se enfrenta por primera vez en su vida a una clase de secundaria. Será profesor de Lengua y Literatura. Está lleno de ideales y se sabe la teoría de carrerilla. No oculta su "miedo". Al fracaso, a la desilusión, a la falta de disciplina, de motivación...

Jesús Robledo: "Los padres deben saber que los profesores no somos los únicos educadores, que la educación empieza en la casa"
Rosa Muñoz: "Hay que ser un poco Quijote y mucho Sancho para poder pasearte por los pasillos del instituto con tranquilidad"

Jesús. Creo que lo importante para abordar un caso de indisciplina es conciliar el respeto con la cercanía. Quizá es más fácil de decir que de hacer, pero convivimos con los alumnos y formamos un equipo. Nuestra labor ideal debe ser la de coordinar actividades, que ellos se sientan protagonistas del proceso de aprendizaje. Quizá esto es muy teórico...

Rosa. Teórico, modélico y utópico. No por eso no debe ser una realidad, pero hay que ser un poco Quijote y mucho Sancho para poder pasearte por los pasillos con tranquilidad. Lo importante es mezclar el respeto con la cercanía, sí, pero hay que conseguir el respeto para tener la cercanía.

Jesús. ¿Y cómo consigues el respeto?

Rosa. Uf. Menuda tarea. Los que llevamos mucho tiempo ya tenemos en el instituto una imagen construida, con sus leyendas y sus mentiras, pero nos conocen... Muchos alumnos piden que no tengas debilidad, reclaman autoridad porque te quieren tener confianza. Este oficio se ha puesto difícil, hay que tener equilibrio, estabilidad, sentido común. Los chicos te miden el primer día de clase. Hay algunos especialistas en ver cuánto puedes aguantar. Está bien dar protagonismo a los chavales, pero eso tiene que ver con su madurez, que se den cuenta de que están aquí por que les interesa, para aprender cosas. Tú tienes una brújula bien orientada, pero luego hay que perderse por el monte. Y en este trabajo no se pueden pasar malas rachas.

Rosa. ¿Qué harías si echas a un alumno de clase y te dice que no se va, que no quiere salir?

Jesús. Intentaría hablar con él aparte, de tú a tú, en privado, intentar que me diera sus razones, preguntarle, crear un espacio de intimidad y de confianza.

Rosa. La idea de la cercanía está bien, pero hay que intentar que la cosa no salga de madre, y eso es fácil porque él ha ido a provocarte a ti y hay 25 mirando... A lo mejor se puede hablar a solas con él, pero después; yo cada vez soy más partidaria de que en público, delante de todos, quede claro que el centro no permite esa actitud. No creo que haya que estar todo el día en jefatura, él que tiene que hacer eso es que ya está desbordado, pero hay veces que es necesario. Hay faltas graves, no para el profesor, sino para el centro.

Jesús. Espero no encontrarme casos tan graves como agresiones físicas, aunque a veces leemos eso en los periódicos, son casos aislados, creo. Lo comentaría a mis compañeros y a la jefa de estudios

Rosa. A mí eso me ha pasado, se pegaban dos chicos entre ellos, y lo primero que hay que hacer es fácil: separarlos [ríe]. Aunque no es habitual, es verdad que esto es cada vez más complicado, pero tampoco es la cosa tan grave cómo se dice a veces. Hay casos, sí, y a veces pasan por las cosas más tontas.

Jesús. Los seis primeros meses serán una toma de contacto. Tengo que ver las necesidades de los alumnos para plegarme a sus exigencias. Supongo que los grupos de ESO serán más mezclados, con gente de todas clases, países, quizá el idioma sea una barrera... Pero ya sabrán español porque habrán pasado por las aulas de enlace

Rosa. Yo no simplificaría el asunto de la lengua, muchos chicos controlan el castellano para ir a la tienda, pero les pasas a estudiar, a hacer un periódico, a analizar oraciones, y puede haber problema. Los hay hasta con los españoles... Pero nada es previsible, a veces piensas que una clase no va a ir bien y te da una sorpresa grata.

Jesús. Sí, creo que encontraré chicos de todo tipo y también familias de todas las clases. Pero los padres deben saber que los profesores no somos los únicos educadores, que la educación empieza en la casa y continúa en la casa. Lo ideal sería conocer a los padres y que participaran; llamadas, saludos, alguna visita.

Rosa. ¿Crees que llamarás y vendrán?

Jesús. Bueno, lo intentaré.

Rosa. Hay una reunión reglamentada, la de recepción de curso. Los padres de los que empiezan suelen venir más a esa reunión, luego se les va llamando si se detectan problemas. Pero por lo general los padres que nunca pueden venir son los que tienen hijos con más dificultades. Está muy bien tu disposición pero no se puede pretender ser amigo de 150 padres porque no trabajamos en condiciones que lo permitan.

Jesús. Y luego llegarán los exámenes. Los chicos se pondrán nerviosos, yo me pondré nervioso. Creo que los exámenes son sólo un instrumento más de evaluación, no el único. Si tengo un elevado número de suspensos, un 30% o 40%, tendré que revisar lo que hago.

Rosa. Los chicos deben aprender que los exámenes tienen que ser significativos, que tienen que enfrentarse a unas pruebas y tenemos que enseñarles a que lo hagan sin nervios, sin esas manías de los dolores de estómago... Yo me he acostumbrado a un 40% de suspensos, cuando empecé creía que cuatro o cinco suspensos podían tener justificación. También hay un criterio de contraste, ver que tus notas están en consonancia con las del resto de tus compañeros. Aprendes que hay veces que no puedes aprobar, aunque lo intentes.

Jesús. Es que todos no son iguales. A algunos les mandas un trabajo y lo hacen bien y rápido. Y otros no, hay que plantear niveles a los que pueda ir llegando cada uno. No conviene que se aburran. Y esos niveles también deberían existir a la hora de evaluar los exámenes, teniendo en cuenta, claro, que tiene que saber un mínimo de conocimientos.

Rosa. Está todo inventado, puedes calificar de 1 a 10 y con eso puedes evaluar todos lo niveles. La educación individualizada está bien, pero son 25 y tienen que aprender a trabajar en grupo. No se puede tener todo planificado, hay cosas que son de química. Cada grupo es un mundo. Hay cosas que funcionan con unos y no con otros, o que funcionan con todos, pero pasan cosas muy distintas.

Jesús. Lo que tengo claro es que esta es una profesión vocacional. Tienes que encontrarle sentido a lo que estás haciendo.

Rosa. Y crearlo, no sólo encontrarlo. No me gusta hablar de vocación, me resulta muy religioso. Simplemente hay gente que, aunque lo pasemos mal, disfrutamos mucho a veces.

Jesús Robledo y Rosa Muñoz dialogan en el instituto madrileño Pío Baroja.
Jesús Robledo y Rosa Muñoz dialogan en el instituto madrileño Pío Baroja.CLAUDIO ÁLVAREZ

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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