Las propiedades de la censura
No creo que sea precisamente un secreto que mi opinión sobre la llamada "moción de censura constructiva" no es precisamente favorable. Es probable que la calificación de la misma en términos de "parlamentarismo castrado" que hizo famosa un reputado constitucionalista alemán sea exagerada, pero injusta desde luego no es. Imitar el ejemplo alemán nunca me pareció una idea particularmente brillante, pero hacerlo después de la censura contra el canciller Brandt, y mantenerla y reproducirla tras la elevación a la cancillería del señor Kohl me pareció en su día idea digna de más detenida meditación. La razón es bien simple: el carácter constructivo de la censura destruye la lógica de la forma de gobierno parlamentaria porque permite la subsistencia de gobiernos que la mayoría del Parlamento no quiere. Y algo de eso hay en la que se anuncia contra el presidente Camps y su gobierno.
A primera vista la presentación de la moción contradice el sentido común: si no se tiene una mayoría parlamentaria agrupada tras un presidente alternativo, un equipo y un programa, y esa mayoría no cuenta con al menos 45 escaños sobre 89 la moción no puede prosperar. Es cierto que esos requisitos son de cumplimiento imposible en circunstancias normales, de ahí la crítica de que se ha hecho mención, pero ello no empece al hecho de que el sentido común se equivoca, cosa que al tal sentido suele sucederle con frecuencia cuando de política se trata. Veamos: el gobierno del presidente Camps no cuenta con el apoyo de la minoría de l'Entesa, tampoco cuenta con el apoyo de la minoría socialista, ni con el del diputado ex-popular, en teoría sólo cuenta con el apoyo del Grupo Popular. En teoría, porque no es precisamente un secreto que una parte apreciable del grupo parlamentario popular (no se si los 25 diputados que ha señalado algún medio, pero un sector notable sí) tiene respecto del presidente y su gobierno una opinión no mucho mejor que la propia de la oposición. Este es un gobierno, pues, de escasa confianza parlamentaria. Como los diputados populares descontentos, sean los que sean, difícilmente pueden votar al señor Pla el carácter constructivo de la censura (no se puede hacer caer al señor Camps sin investir al señor Pla) blinda a un Gobierno minoritario de hecho. Pero debe retenerse que los diputados populares disconformes no tienen porqué hacer tal cosa para dejar en evidencia al gobierno: como el señor Camps no cae si el señor Pla no tiene 45 votos, sus votos no son necesarios para sostener al señor Camps: sea cual sea el número de votos negativos que el señor Pla obtenga. Mas claro: 44 votos a favor del señor Pla, uno en contra, 44 abstenciones, mantienen al señor Camps y su gobierno. Es claro que si la moción no cuenta con todos, absolutamente todos, los votos negativos del grupo popular el señor Camps saldrá debilitado. Do aparece la primera propiedad. Además como los diputados populares disconformes, y su jefe de filas, lo saben, pueden negociar desde una mejor posición las próximas listas electorales: si Camps quiere nuestros votos debe asegurarnos nuestros puestos. Segunda propiedad: la censura favorece la formación de listas electorales "de integración" cara a las elecciones del año que viene. Ya ven como el sentido común no está precisamente acertado.
Desde la perspectiva de la minoría socialista la operación de la presentación, por ese mero hecho, otorga a la oposición la iniciativa política al comienzo del curso electoral. De un lado priva de esa iniciativa al PP, del otro la traslada al PSPV. De entrada el calendario político previsto salta por los aires. Yo no se si se hará o no el debate sobre el Estado de la Comunidad, pero si se sé que se haga o no da poco más o menos lo mismo: el protagonismo está de salida en otro lado .Otra cosa es que la oposición consiga mantener una dinámica que, en principio, le resulta favorable. Como la disciplina legal es la que es, resulta obvio que la moción de censura se presenta a efectos puramente demostrativos: además de cambiar la agenda y arrebatar la iniciativa a la mayoría actual la moción tiene por objetivo visualizar la existencia de una alternativa política creíble presentando al efecto una plataforma y una persona con capacidad para encarnar la posibilidad de alternancia en el poder. No tiene nada de particular, con una sola excepción (y esta bien poco recomendable) todas las mociones de censura presentadas en el ámbito estatal o autonómico desde 1978 han sido así. Desde esta perspectiva la cuestión principal no es la votación: es el debate. Si el candidato alternativo hace un buen papel saldrá del mismo como indiscutible líder de la oposición, si, además, vence con claridad abrirá la campaña como preconizado próximo presidente (González en 1980), si hace un mal papel la posibilidad de alternancia quedará tocada y su liderazgo comprometido ( Hernández Mancha en 1987). Sea cual sea el resultado es claro que el escenario político va a cambiar y con él el diseño de la próxima campaña. Ya ven cuanto yerra el sentido común.
La moción tiene sin embargo un riesgo, que creo es reducido poco menos que hasta la imposibilidad, pero que está ahí agazapado: que cuatro o cinco diputados populares descontentos lleven su enfado al extremo de votar la moción. A mi juicio ese sería el peor de los escenarios: dado el automatismo del diseño legal esa hipótesis nos llevaría a un gobierno Pla en minoría, y que, al reposar sobre el transfugismo, estaría deslegitimado de entrada, y a poco más de medio año de la convocatoria electoral. Con el agravante de que una muy poco afortunada disposición estatutaria impide adelantar las elecciones en uso de la facultad de disolución presidencial que el propio Estatuto establece. Si el caso gallego sirve de precedente ese escenario nos llevaría muy probablemente al bloqueo de la alternancia poco menos que en una generación.
Vistas así las cosas el mero hecho de la presentación cambiará radicalmente el escenario político valenciano a poco más de ocho meses de las elecciones. Cual sea a medio plazo su impacto va a depender fundamentalmente del debate y de la actuación en el mismo de los dos protagonistas: el señor Pla y el presidente Camps, por primera vez en mucho tiempo precisamente en este orden. Y, con su permiso, me voy a permitir un pronóstico: el que plantee y lleve a cabo un debate garbancero perderá.
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