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Reportaje:

Novelas con aroma a tráfico

En pleno furor de 'Alatriste', un paseo por el otro Madrid literario que narra la fisonomía y las pasiones de la ciudad de hoy

Patricia Gosálvez

Ni espadachines ni corralas. Estas novelas ponen negro sobre blanco (y seis de ellas, también en celuloide) la transición, la movida, los atascos, la inmigración o el desencanto juvenil del final del milenio. Alatriste, la película, vuelve a poner de moda las rutas guiadas por lo que queda de la Corte del siglo XVII, como ya hicieron las novelas de Pérez-Reverte. Pero hay vida después de Quevedo y el Madrid contemporáneo también se cuela en los libros.

La ciudad se planta en el título de La calle Valverde (Max Aub), que recoge el inicio de la modernidad, los años veinte, cuando se erigió la torre de Telefónica, un rascacielos que parecía traído de Nueva York, según cuentan los personajes. En los vanguardistas experimentos de Camilo José Cela y Luis Martín Santos, San Camilo, 1936 (un monólogo que increpa en segunda persona), y Tiempo de silencio (que emplea tres personas narrativas), Madrid es una ciudad ideológica como Dublín en el Ulises de James Joyce, un vértice que resume la historia de España.

Hay libros que describen un lugar concreto de tal forma que lo fijan en la memoria del lector. Atocha es esa ballena varada acosada por parásitos de la detectivesca Beltenebros. Existe una casa en Ventas que siempre será el hogar del paranoico obsesionado por los basureros de Ventajas de viajar en tren; como el chalé de Zurbano, que nunca dejará de ser el hogar de los abuelos burgueses de la rebelde Malena es nombre de tango.

La inspiración puede estar en cualquier sitio, en los entornos cultos y sofisticados de las novelas de Javier Marías, o en insospechados rincones como Mercamadrid donde un taxista seduce a Patty Diphusa, musa de la movida, con un kilo de langostinos.

Bajo la mirada de Manolito Gafotas, Carabanchel es un universo mágico donde todo el mundo tiene un mote porque Elvira Lindo, que creció en Moratalaz, reivindica la periferia como lugar literario. También Lorenzo Silva, vecino de Getafe, tiene una trilogía de novelas juveniles sobre su municipio. En La flaqueza del bolchevique, el autor monta en cuanto puede a su yuppie enamorado de una niña en el coche. Con Judas Priest en la radio, cualquier madrileño se siente identificado: "Es lunes (un puto lunes), temprano (la puta de temprano), estoy en el coche (el puto coche), en un atasco (puto atasco) [...] y ahora va el guardia y corta la Cibeles".

Los barrios de la ciudad moderna viven en constante transformación. En su nueva novela, Mario Vargas Llosa refleja la metamorfosis de Lavapiés en una Babilonia urbana poblada por inmigrantes en busca de un sueño. Hay barrios, sin embargo, que cambian más despacio. Manuel Longares disecciona en Romanticismo el de Salamanca desde la muerte del Caudillo a 1996. Su retrato de cómo se adapta la alta burguesía es inseparable de ese "cogollito" de calles nacionales.

Hay veces que una ciudad no es más que un bar. "No te engañes", dice uno de los parroquianos de el Limbo, en El cielo de Madrid, "todo lo que puedas ver por ahí está aquí. No en Madrid; en este bar, en la esquina de esta calle... Y lo que no, está en el Museo del Prado". En el Kronen, los niñatos de José Ángel Mañas se reúnen por las tardes para tomar minis y bravas y pillar antes de salir. Los pijos de las urbanizaciones de principios de los noventa dejaban allí los WV Golf para montarse en un solo coche y recorrer la ciudad colocados, molestando a los "travelos" de Capitán Haya o conduciendo en sentido contrario por la "Emetreinta". Aventuras de una generación X sobre el eje de la Castellana. Quizá de haber nacido ahora, al Capitán Alatriste, más que por poner una pica en Flandes, le daría "por perseguir el mar dentro de un vaso de ginebra", como cantaba Sabina en Pongamos que hablo de Madrid.

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Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

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