El cascabel, el gato y el león
Europa debe perseguir tres objetivos en Oriente Medio: estabilizar el sur de Líbano para impedir un nuevo conflicto, convencer a Israel de que tiene que hacer la paz con los palestinos, y evitar que Irán adquiera capacidad nuclear militar.
El primer objetivo ha caído sobre los europeos como vienen las grandes oportunidades (cuando vienen): de golpe y sin avisar. Los europeos han respondido como se hace en estos casos: conscientes de los riesgos, pero al final asumiendo la responsabilidad. La estabilización de la zona sólo será posible con las contribuciones de España, Francia, Italia y otros socios de la Unión Europea en el marco de una acción de Naciones Unidas. Nuestros soldados pasarán unos años al otro lado del Mediterráneo para garantizar la seguridad de israelíes y libaneses. Por favor, tomen nota los apóstoles de las soluciones belicistas.
La paz sólo es posible con la acción de España, Francia, Italia y otros socios de la UE
La tarea es complicada. Israel no consiguió barrer a Hezbolá. Más bien al contrario, con sus misiles, armas antitanque y conocimiento del terreno, Hezbolá parece sólidamente establecido en el sur de Líbano. El movimiento forma parte del complejo panorama político libanés y, aunque otros partidos son claramente rivales, todos reconocen que hay que contar con Hezbolá.
Algunas voces occidentales propusieron que la FINUL 2 desarmara a Hezbolá. Pero, como en aquella famosa reunión de ratones en la que todos querían poner un cascabel al gato, el problema es saber quién puede hacerlo. Si la incursión armada israelí no lo consiguió y si el Gobierno libanés (en cuya mesa se sientan los hombres del jeque Hasan Nasralá) tolera esa milicia, ¿cómo puede una misión de paz imponer el desarme? Según la resolución 1701 del Consejo de Seguridad, las tareas de la nueva fuerza son vigilar el cese de hostilidades, apoyar al Ejército libanés y asegurar el acceso humanitario y el regreso de la población desplazada. Toda asistencia para el desarme y el control de fronteras se hace de acuerdo con el Gobierno local.
Esto pone a la misión de Naciones Unidas en una posición delicada. Es posible que Hezbolá decida transformarse en una fuerza política sin pretensiones militares. Pero es posible también que, al lado de los cuarteles de FINUL y de los del Ejército libanés, Hezbolá siga almacenando armas y reconstruyendo sus defensas de manera clandestina. El éxito de la acción de FINUL con el tiempo sería crear una atmósfera propicia en Líbano, con la ayuda de la Unión Europea y de otros donantes, que hiciese innecesaria la dimensión militar de Hezbolá. En lugar de poner un cascabel al gato, domesticarlo.
El segundo objetivo de los europeos debe ser persuadir a los israelíes que la mejor inversión en su propia seguridad es resolver la controversia con los palestinos. En los últimos meses Israel ha entrado dos veces de manera precipitada en una pelea de gatos y perros, en lugar de usar su inteligencia natural y dominar las crisis. Seguramente, si Ariel Sharon hubiera estado a la cabeza del Gobierno, no habría respondido a la provocación de Hamás del 25 de junio con la reentrada en Gaza, ni a la provocación de Hezbolá del 12 de julio con la invasión de Líbano, porque, tras una larga experiencia, Sharon había comprendido que la prioridad absoluta es solucionar el problema palestino. Es interesante observar la cadena de acontecimientos de este verano. Como Ehud Olmert y Amir Peretz no tenían los galones suficientes, aceptaron las políticas propuestas por los militares. Como Estados Unidos mantiene una alianza sin fisuras, suscribió la posición del Gobierno israelí. Y como algunos europeos encuentran de perlas todo lo que hace el presidente Bush, apoyaron la guerra. Ahora, cuando se produce un gran debate dentro de Israel, esos europeos están confundidos y se preguntan ¿es posible que se haya equivocado Israel? Pues sí, es posible. Se equivoca el Rey, se equivoca el Papa, de errar nadie escapa. También hay otro refrán que habla de lo humano, de rectificar y de sabios.
El conflicto entre israelíes y palestinos debe resolverse por una cuestión de principio, porque está en la raíz de una larga lista de crisis internacionales, y también porque supone una carga insoportable para los dos pueblos. Los europeos deberían redoblar sus esfuerzos para hacer comprender a Israel lo necesario, y lo urgente, de un arreglo negociado y duradero.
El tercer objetivo europeo, impedir que Irán desarrolle el arma nuclear, es compartido con Estados Unidos. En cambio, los métodos suscitan desacuerdo. Al otro lado del Atlántico, el abanico de opciones va de la guerra inmediata a las sanciones. En Europa, nadie quiere una guerra contra Irán. Si la ocupación de Irak iba a ser fácil y no lo ha sido, si la guerra contra Hezbolá no ha resultado un paseo militar, ¿puede asegurarse una victoria contra Irán? ¿Quién pondrá el cascabel al león?
Esto no significa que debe abandonarse el objetivo de impedir la proliferación nuclear. La cuestión es encontrar el camino adecuado. Los europeos piensan que hay que seguir dialogando con Irán sin descartar las sanciones. El diálogo debe continuar porque Irán es una pieza clave en el puzzle regional. Pero las sanciones, aunque están lejos de ser una fórmula mágica y aunque no sean apoyadas por China y por Rusia, servirían al menos para demostrar que hay límites que no se pueden propasar. La acción europea ante la posible proliferación de Irán debe acompañarse con medidas contra otros casos de proliferación y a favor del desarme nuclear.
La consecución de estos tres objetivos requiere un liderazgo europeo firme. Es imprescindible que actores centrales como Angela Merkel, Romano Prodi, José Luis Rodríguez Zapatero y Javier Solana (y el nuevo presidente de Francia cuando sea elegido) sean más audaces al definir la política exterior europea y más ambiciosos a la hora de calibrar los medios a su alcance. Más allá de las batallas institucionales, está claro que Europa precisa de una reflexión estratégica a largo plazo y una actuación conjunta más decidida. En un mundo lleno de peligros y de rápidos cambios, los europeos tienen la grave responsabilidad de hacer que la fauna internacional se parezca más a un zoológico que a una selva llena de animales salvajes.
Martín Ortega Carcelén es investigador en el Instituto de Estudios de Seguridad de la Unión Europea en París. Autor de Cosmocracia (Ed. Síntesis).
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