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Reportaje:

Muerte en el embalse

Un chico de 15 años fallece ahogado en un pantano lleno de basura donde está prohibido el baño

La noche del domingo pasado, Francisco José Rodríguez, vecino de Aznalcóllar (Sevilla) de 45 años, apenas durmió. En su mente todavía flotaban las mismas burbujas de aire que había visto subir del fondo del pantano que existe en la confluencia de los ríos Agrio y Crispinejo, afluentes del Guadiamar, a cinco kilómetros del pueblo. Burbujas que indicaban el lugar donde había visto por última vez al joven F. S. C., que se había acercado el domingo hasta allí desde el núcleo chabolista de El Vacie, en Sevilla, con su familia para tomar un baño y pasar el tórrido día, como tantos otros.

"Socorro que me ahogo", gritó por dos veces el chaval de 15 años. Señal suficiente para que José se lanzase, "vestido y todo", a socorrerlo. "Estaba a unos 30 metros de la orilla, gritando, pero en un momento se hundió y desapareció. No subió más. Cuando llegué salían las burbujas, me sumergí para buscarlo pero no pude agarrarlo. Llego a estar allí un momento antes y creo que lo salvo", afirma alicaído. Pero no fue así y el cadáver fue reflotado por especialistas de la Guardia Civil, entre los gritos y llantos de los familiares.

No es la primera persona que se ha tragado este pantano cuyas aguas se utilizan para uso agrícola e industrial, pero que originalmente se utilizaba para la mina de Boliden, la misma cuya balsa reventó en 1998 y contaminó las aguas del Guadiamar. De fallecidos no existen cifras oficiales, pero, según las estimaciones del Ayuntamiento, podríamos estar hablando de seis desde que se inauguró la presa en 1977. Aunque en la memoria de algunos vecinos el número se eleva hasta siete, entre accidentes y suicidios. A pesar de todo, muchos habitantes de la zona no consideran que el pantano sea ningún riesgo, "siempre y cuando uno se bañe con cuidado", como cree el mismo Francisco José Rodríguez, que lleva años nadando en sus aguas, aunque no esté permitido por el Ayuntamiento.

Nada advierte de esta prohibición. "Pusimos carteles, pero los quitaron", afirma el concejal de Medio Ambiente en el Ayuntamiento, Juan Manuel Domínguez. El edil reconoce que existe un problema de vandalismo en el entorno de este pantano que visitan cientos de personas cada verano para bañarse, pescar o pasar el día. Un asueto que los visitantes tienen que compartir con la ingente cantidad de basura dejada por otros. En los alrededores de los accesos son mínimos los contenedores de basura.

"El año pasado pusimos una línea entera de contenedores. Quedan pocos. Algunos los han quemado, pero creo que la mayoría están bajo el agua". El mismo sitio donde seguramente yacen la mayoría de los carteles que años atrás se instalaron para informar de la prohibición del baño.

El no instalar más contenedores es para el Ayuntamiento del pueblo una manera de no incitar a los visitantes. Pero un simple vistazo a la orilla desde la que se lanzó F. S. C. da idea de que la medida no sirve: sillas, mesas, carritos de bebé, una alfombra de cristales rotos, plásticos, envases, bolsas... Basura que, según el Ayuntamiento, es recogida por brigadas cada dos o tres meses.

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El Consistorio afirma que ha tratado de impedir o al menos dificultar el baño cerrando los accesos, primero con barreras de hormigón "que no resultaban del todo seguras y por eso las retiramos", comenta Juan Manuel Domínguez. Los obstáculos todavía son visibles en al menos dos de los accesos. Después, el Ayuntamiento abrió zanjas en el suelo que impidiesen el paso de vehículos, "pero las han tapado para poder meterse", explica contrariado el concejal de Medio Ambiente. Ahora, el Ayuntamiento piensa reunirse con representantes de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (de quien depende el pantano) para regular el acceso al mismo.

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