Irán siembra confusión
El plazo para que Irán suspenda voluntariamente el enriquecimiento de uranio expiró ayer a medianoche, horas después de que el presidente Ahmadineyad afirmara que su país "no cederá" a las presiones para "abandonar su derecho a la tecnología nuclear pacífica". El problema no se plantearía si existieran garantías de que efectivamente se trata únicamente de usos civiles y pacíficos de esta energía. La confusión empieza en el hecho de que el uranio enriquecido, si bien en grados de pureza dispares, se emplea tanto en plantas civiles como para fabricar armas nucleares. Lo mismo ocurre con las plantas de agua pesada -Irán inauguró una fábrica recientemente- de las que se puede extraer plutonio, también utilizable para fabricar bombas.
El Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) confirmó ayer que Irán no ha suspendido el enriquecimiento de uranio y se quejó de que Teherán no ofrezca la suficiente transparencia y dificulte las inspecciones. Su informe asegura que no se han hallado pruebas tangibles de que el programa nuclear iraní, muy limitado todavía, tenga por objeto usos militares. En cualquier caso, el Gobierno iraní está interesado en jugar a la confusión entre la energía nuclear pacífica, que necesita, y la bomba.
El plazo dado por el Consejo de Seguridad no es un ultimátum. La vía de la negociación sigue abierta. Pero la respuesta iraní no es la que cabía esperar como respuesta pública a la discreta pero concreta oferta de la comunidad internacional sobre un programa de "incentivos". Los iraníes han hablado de abrir una "negociación en serio" sobre la cuestión nuclear, pero optan por declaraciones y gestos espectaculares que impiden avanzar por la irremediable vía de la diplomacia. El presidente Bush dijo ayer que todo esto "tendrá consecuencias". EE UU quiere debatir pronto en el Consejo de Seguridad la imposición de sanciones económicas y diplomáticas. La UE quizá decida mantener abierta la vía diplomática y siga buscando explicaciones sobre el confuso documento iraní. Y los iraníes aprovechan el momento, pues saben que la situación en Afganistán, Irak y Líbano les favorece y que EE UU necesita de su colaboración.
A mantener abierta esta vía diplomática puede contribuir el viaje del ex presidente del Gobierno, Felipe González, a Teherán, viaje del que han sido perfectamente informados Bruselas y los gobiernos de Madrid y Washington. Quizá pueda servir para enmendar el error de origen de Estados Unidos, que ha querido forzar a la vez dos cosas difíciles de compaginar, como es un cambio de régimen en Irán y la cancelación del programa nuclear. Irán sigue avanzando en sus planes, cualesquiera que sean. Mientras, de momento, los miembros permanentes del Consejo de Seguridad más Alemania, siguen unidos, y es de esperar que no se dividan, en seguir esta doble vía, de las sanciones y de la diplomacia.
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