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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Sobre el asfalto

Al regresar a la ciudad después de las vacaciones, muchos conductores habrán notado que el tramo central de la Diagonal ha sido asfaltado. Como ocurre en todas las grandes capitales, el asfalto es sonorreductor, una característica que, como indica su nombre, consiste en que en lugar de potenciar y amplificar el ruido, lo reduce. A la una de la mañana del miércoles, y emulando a los exploradores indios de las películas del Oeste, me arrodillé sobre el tramo central (entre Santaló y Casanova) y pegué la oreja derecha al asfalto a ver si se oía algo. Acababa de enterarme de que Joan Clos dejaba la alcaldía y, todavía bajo los efectos de la sorpresa, buscaba respuestas no verbales a una cuestión más transcendente de lo que podría parecer a primera vista. Mientras tanto, vigilaba de reojo que no se me llevara por delante ningún vehículo acelerado y sentía el tacto rugoso y poroso del suelo. Por razones de seguridad, la operación fue muy rápida. Esto fue lo que escuché: "mmmmm", una especie de zumbido gutural como el que emiten los monjes tibetanos en sus meditaciones pero a un volumen mucho más bajo, que no me facilitó ninguna clave sobre el relevo de alcaldes pero que me hizo sospechar que quizá la paciencia de los barceloneses se ha ido depositando en el subsuelo urbano en forma de suave gemido.

En las nuevas adjudicaciones es obligatorio el asfalto sonorreductor y se da por sentado que la vieja modalidad sonoexpansora o sonoindiferente ha pasado a la historia

La operación de asfaltado, que se inició en el mes de julio y que tantos problemas de tráfico originó, ha terminado con un éxito cuanto menos aparente. Parte de la piel de la ciudad se ha renovado gracias a la actividad incesante de cinco superexcavadoras que, según la empresa contratada, son capaces de asfaltar 50.000 metros cuadrados en un solo día. A la empresa no le faltará trabajo ya que, en todos los países civilizados, las nuevas adjudicaciones de obra pública ya incluyen el asfalto sonorreductor en sus concursos como condición obligatoria y se da por sentado que la vieja modalidad sonoexpansora o sonoindiferente ha pasado a la historia. ¿Existe más sensibilidad ahora que antes respecto a la contaminación acústica o lo que ocurre es que se han multiplicado los focos de ruido? En una entrevista publicada en La Vanguardia, Lluís Gallardo, presidente de la asociación Juristas contra el ruido, explicaba cosas tan espeluznantes como ésta: "el ruido provoca estrés, irritabilidad, ansiedad, agrava las enfermedades cardiovasculares, eleva la tensión arterial y el colesterol y perjudica seriamente el corazón. También provoca enfermedades gástricas y afecciones psíquicas".

Por lo visto, a partir de 35 decibelios ya podemos sufrir insomnio y, según Gallardo, la Via Laietana y la Gran Via en hora punta llegaron a sufrir puntas de contaminación acústica de hasta 80 decibelios. Claro que esto era antes de la era sonorreductora. Para la Asociacció Catalana Contra la Contaminació Acústica (ACCCA), los peligros sonoros de nuestro entorno son variados, como queda reflejado en su página web (sorolls.org), que incluye una afirmación inequívoca y contundente: "El soroll idiotitza, denigra i no és cultura".

A la una de la mañana del miércoles, en cambio, y durante dos o tres segundos seguidos, el silencio era casi absoluto. Al igual que el ruido, pensé, el silencio también puede provocar, en según qué circunstancias y si se abusa de él, desarreglos mentales y dejarte totalmente idiotizado. En cuanto a la modalidad sonorreductora de asfalto, es un progreso innegable pero insuficiente. Ojalá los vecinos de El Prat, Castelldefels y Gavà tuvieran un cielo sonorreductor que les ayudara a combatir la impotencia con la que conviven con los abusos aéreos de la zona, agravados en verano. Ojalá los vecinos que tienen un restaurante o una discoteca cerca de casa tuvieran cubos de agua sonorreductora para lanzar sobre los desaprensivos que perturban su sueño.

Pero ésta no será la única modalidad asfáltica de la ciudad. La empresa contratada ya presume de haber utilizado, en las obras del Fórum 2004, asfalto de color. El negro está bien pero no sirve para todas las situaciones. Lo mismo ocurrió con los ordenadores: todos eran del mismo color hasta que alguien se preguntó por qué demonios no cambiar esta tendencia. Con el asfalto está a punto de ocurrir lo mismo. La empresa propone colores distintos en función de la utilidad (plazas, calles no peatonales, carriles bici) e incluye en su catálogo tonalidades tan prometedoras como el ocre, el rosado, el blanco, el rojo. Llevando esta evolución hasta el extremo, podríamos asfaltar las calles de colores distintos en función del barrio o del distrito al que pertenecen, del sentido del tráfico o establecer zonas azules y verdes de verdad, subrayadas por un asfalto colorista que, con la ayuda de un interiorista, haría las delicias de los niños y de los realizadores de anuncios de compresas, tan multicoloristas ellos. Ahora parece una fantasía imposible pero no descarten que, gracias a los avances y a la I+D, las nuevas mezclas bituminosas que sirven de piel a nuestras ciudades cambien de color y pierdan la tradicional tonalidad negra.

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