Los mejores bares de nuestra vida
Si en una sobremesa proponen como tema de conversación "los mejores bares de nuestra vida", comprobarán que la memoria de muchos momentos decisivos está unida a esta clase de locales. Habrá quien no olvide el Origen del Mundo de Milán, el bar del hotel Claridge en Londres, un anónimo chiringuito tunecino con la mejor limonada del planeta, el Mezcla de Tarifa, el Círculo Sueco de París, el Disco-Bar 9 de México, el Mitropa de Berlín o El Conejo en La Habana. Si en la realidad los bares son importantes, también lo son en la ficción. Que sean espacios de intercambio de emociones inspira a novelistas, cineastas y guionistas de televisión. El bar de Los Serrano suma las virtudes y defectos de los locales regentados por hermanos y el de Siete vidas no parece muy fiable desde un punto de vista hostelero.
En las series el bar actúa como una rotonda: distribuye el argumento en todas las direcciones. El de la serie Cheers tuvo tanto éxito que pervive su franquicia en varios lugares del mundo. También está La taberna de Moe de Los Simpsons, capital de la cerveza animada Duff, o ese híbrido de cafetería y sala de estar que sirve de epicentro de Friends, el Central Perk. Hay quien sostiene que la serie globalizó el estilo de cafetería Central Perk (no es exactamente así: primero Friends se inspiró en una famosa cadena de cafés que existía desde 1971 y el interiorismo imitativo y pirata hizo el resto). Les llaman coffee shop pero no tienen nada que ver con los holandeses del mismo nombre.
La cadena más famosa del sector incluye un servicio multicultural y, en ocasiones, te regala unos alarmantes tiempos de espera hasta que te traen el café. La espera se completa con una ceremonia antropológicamente fascinante: la camarera te pregunta cómo te llamas y, con un rotulador, escribe tu nombre sobre el gigantesco vaso desechable de café. Eso, sumado a los sofás, las conexiones a Internet y al hecho de que no se pueda fumar, te convierte en un disciplinado ser interactivo, feliz por poder echar una siesta en unos sillones tan mullidos pero algo desconcertado por los rituales de unas empresas que se imitan las unas a las otras por todo el mundo.
La idea es simple: que allí donde vaya el turista encuentre puntos de referencia familiares (aunque se viaja para encontrar cosas diferentes en lugares distintos, el gregarismo industrial, comercial y cultural clona en lugar de diversificar). Cuando salen de uno de esos locales, sin embargo, algunos sienten un deseo canalla de buscar un antro fumador y con sillas incómodas en el que los camareros no necesiten escribir tu nombre con rotulador sobre las copas porque saben perfectamente que hace tiempo que su clientela olvidó cómo se llama.
CÓCTEL: Alsaciano
Agitar en una coctelera con hielo 1/3 de kirsch, 1/3 de coñac y 1/3 de café frío. Servir en vaso de cóctel. Terviseks! (¡Salud! en estonio).
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.