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La pelota en el aro

Javier Sampedro

El otro lado enigmático de la realidad, la energía oscura, tiene la más curiosa de las historias en la física teórica del siglo XX. Según la relatividad general -la teoría de la gravedad que Einstein descubrió en 1916, tras 10 años de lucha intelectual-, los objetos deforman el espacio y el tiempo (el espaciotiempo) de su entorno, como una bola de petanca deforma una cama elástica. Si hay otra bola de petanca rodando por las proximidades, la deformación hará que caiga en espiral hacia la primera (y viceversa). Esas danzas geométricas de los objetos en caída libre por las curvaturas del espaciotiempo son la gravedad.

Pero la relatividad general tenía un problema grave: si los cúmulos de galaxias deforman la cama elástica del espaciotiempo, el universo debería colapsarse pendiente abajo. Como en 1916 el Universo era estático, Einstein inventó una fuerza o presión repulsiva (imaginen un ventilador situado debajo de la cama elástica) que viniera a compensar las deformaciones causadas por las bolas. La llamó "constante cosmológica", y eligió su magnitud de manera arbitraria y cuidadosa para que el universo pudiera seguir siendo estático a gran escala. Pero, como ha explicado el físico Brian Greene, la trampa de Einstein equivale exactamente a pedir a una pelota que se quede parada sobre el aro de la canasta. Lo más fácil es que se acabe saliendo, y eso es lo que ha ocurrido: la energía oscura parece ser esa constante cosmológica inventada por Einstein, descartada después cuando se descubrió la expansión del universo, y recuperada aún más tarde al saberse que ésta era acelerada.

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