Quién sabe
Aún con lágrimas en los ojos, pienso que la terrible belleza del artículo de Grossman (Nuestra familia ha perdido la guerra, lunes 21 de agosto) expresa el sentimiento que comparten todos los seres anónimos y desencajados que han perdido a un hijo en la guerra. Antes que el odio hacia el enemigo está la tristeza por el ser querido, el vacío de imágenes que no vendrán, el dolor punzante que deja la ausencia. No importa el bando, la clase social o las circunstancias en las que se produzca la muerte. Todas han dejado, dejan y dejarán a sus seres queridos ametrallados por el recuerdo. A Grossman, a los suyos y a todos les deseo que saquen fuerza para soportarlo "del hecho de estar juntos".
Quizá algún día todos los familiares que pierden las guerras, aunque sus países eventualmente las ganen, se reúnan en ese territorio compartido de dolor y pongan fin a tanto sinsentido. Quién sabe.
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