Chupinazo trasgresor
El chupinazo de este año en la Aste Nagusia ha sido el más trasgresor en mucho tiempo. Buena culpa de ello la ha tenido el tabaco. Y me explico.
Se había mostrado desde el ayuntamiento la voluntad de promover un arranque de la fiesta más limpio que en otras ocasiones, proscribiendo el huevo, la harina y otros elementos que, en combinación con el uso a modo de aspersor de bebidas alcohólicas, hacían del chupinazo de la Aste Nagusia una cosa grumosa, viscosa, impropia de Bilbao.
Los medios de comunicación también pusieron de su parte para extender este mensaje. Y, por si fuera poco, se prometía que en las palabras de la pregonera también iba a haber alguna alusión al respecto.
Lo cierto es que la difusión de estos píos deseos no privó a Mariví Bilbao de un huevazo en la manga de su uniforme, si bien el impacto no fue tan terrible como el que ha recibido Alfonso Alonso en plena frente, en las fiestas de Vitoria-Gasteiz. Pero a pesar del huevazo y a pesar de la insistencia de algunos inciviles en hacer del chupinazo un homenaje a la mierda, la cantidad de ésta generada en el evento inaugural ha sido este año muy inferior al de otras ediciones. Esta será, sin duda, una de las mayores satisfacciones que deje la Aste Nagusia de 2006.
Y gracias, sobre todo, a Mariví Bilbao, la pregonera más marchosa que ha tenido nunca la Aste Nagusia
Y uno repite lo del arranque trasgresor porque la escandalera de la harina, los huevos y la mierda sí que es una trasgresión de pacotilla. Para verdadera trasgresión, para ruidosa explosión de incorrección política, allí tuvimos a chupinera y pregonera, en una obscena celebración tabáquica que habrá escandalizado a los modernos bienpensantes.
La retrasmisión del chupinazo por la televisión autonómica fue incómodo testigo: por el estudio improvisado fueron pasando, como es costumbre, personajes más o menos populares, actores que promocionan sus comedias, y modelos y misses a las que reconocemos como tales, más que por su presunta belleza, por el modo muy profesional con que cruzan las piernas. Pues bien, mientras esto iba pasando, por una esquina de la pantalla se veía a Mariví Bilbao, al fondo, fumando sin parar. Fumaba y fumaba, encadenaba los pitillos sin descanso, sin tregua, como una posesa. Luego, desde el balcón, la chupinera Marta Gerrikabeitia apareció blandiendo un puro entre enormes volutas.
Y después, vueltos al estudio, y en entrevista en directo, la pregonera continuó fumando con descaro. Aquello fue una fiesta de la herejía sanitaria. Jamás, desde que arrancara la implacable persecución antitabaco, se ha fumado tanto y tan apasionadamente por televisión. Y gracias, sobre todo, a la pregonera más marchosa que ha tenido nunca la Aste Nagusia.
Ahora en las fiestas populares (y también en otros sitios) se pretende una imposible estética trasgresora, guiada por la dictadura de lo políticamente correcto, como si las borracheras fueran posibles con agua mineral. Pues bien, Mariví Bilbao nos ha devuelto, siquiera sea por unos minutos, el verdadero sentido trasgresor de la fiesta. Allí apareció, ante nuestras narices (e hinchando, seguramente, las de algunos) fumando como un carretero. Pues que Dios le conserve la salud, pero seguro que nadie le quita lo bailado.
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