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Columna
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Europa crece

La eurozona ha crecido en el segundo trimestre del año más de lo esperado. Las tasas de variación del PIB de sus principales economías y la que promedia el conjunto son expresivas de recuperación. La referida a la economía estadounidense en el mismo periodo, de cuantía algo inferior, anticipa en gran medida la tendencia contraria: la desaceleración de la muy larga fase expansiva en la que está inmersa esa economía. Esas conclusiones encuentran cierto respaldo en otros indicadores, cuya cobertura temporal es posterior a la del PIB referido. No hace falta insistir mucho en que las posibilidades de que la eurozona mantenga ritmos de crecimiento similares a los observados en esos tres meses dependen en gran medida de que la estadounidense no pronuncie su desaceleración. Pero también de que en el seno del área monetaria no se cometan grandes errores.

Las posibilidades de que la eurozona mantenga el crecimiento dependen en gran medida de la economía estadounidense

Hacía mas de seis años que el conjunto de las 12 economías que comparten moneda no registraba una tasa de crecimiento del PIB tan intensa. El 0,9% en el segundo trimestre (2,4% en términos interanuales) es incluso superior a la registrada por Estados Unidos, del 0,6%, algo desconocido desde el tercer trimestre de 2001. Tan relevante como la intensidad de esa expansión es su distribución. Alemania, representativa del 30% de la eurozona, ha dejado de constituir un freno. Su crecimiento ya no descansa exclusivamente en las exportaciones, siendo la demanda interna -la inversión de forma destacada, pero también el consumo de las familias- la que está impulsando la expansión. Las cifras son también favorables en las otras dos grandes economías del área, Francia e Italia.

A completar ese cuadro expansivo agregado ha contribuido la economía española. Además de incorporar una tasa ciertamente elevada del PIB en esos tres meses, 0,9% sobre el trimestre precedente y 3,6% respecto al mismo periodo del año anterior, su determinación aporta elementos esperanzadores. El más importante, el menor drenaje que ha ejercido el sector exterior, que ha compensado la ligera desaceleración de la demanda de consumo.

Con antecedentes tales, no es de extrañar que sean objeto de revisión al alza las previsiones de crecimiento para el conjunto del año en la eurozona, aproximándose al 2,5%, desde un promedio que no estaba muy por encima del 2% hace unos meses. La continuidad de esa firmeza en el próximo año está, sin embargo, cuestionada. En primer lugar, los Gobiernos de algunos de esos países cuyas economías recuperan su crecimiento (Alemania e Italia de forma explícita) anunciaron hace tiempo que aplicarán políticas fiscales restrictivas con el fin de reducir el elevado déficit público. La continuidad de la desaceleración americana es una razón con menor grado de certeza, pero puede ser una limitación más importante al afianzamiento de la recuperación europea. A pesar de que en la determinación del crecimiento observado en Europa la demanda interna ha sido crucial, a nadie se le oculta que el sostenimiento de esa recuperación precisa de un ritmo aceptable de crecimiento de las exportaciones. Y no lo será si la demanda se contrae de forma significativa en la principal economía del mundo.

La Reserva Federal ya anticipó la moderación del crecimiento como justificación a la reciente pausa en la larga ronda de elevaciones de tipos de interés. Los indicadores le han dado la razón, incluidos los muy sensibles del mercado inmobiliario, hasta el punto de fortalecer las presunciones que dan por definitivamente concluidos los aumentos en el precio del dinero. Es más, las probabilidades de que esa economía entre en recesión el próximo año han dejado de ser testimoniales en la mayoría de los sondeos al uso, atribuidas precisamente al excesivo tensionamiento de los tipos de interés.

Aun cuando se descarte ese escenario recesivo en Estados Unidos, no parece razonable hacer lo mismo con la hipótesis de uno menos propicio al crecimiento en el conjunto de la economía mundial y, consecuentemente, al afianzamiento de la incipiente recuperación europea. Asumirlo debería significar no cometer errores: para los Gobiernos de las economías de la eurozona con un crecimiento más precario, ser cuidadosos con la orientación de sus políticas fiscales. Y para el Banco Central Europeo, evitar la réplica a su colega americano.

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