¿La imagen o la seguridad?
Se está hablando mucho estos días de la seguridad en Metro Bilbao. Algunos sabemos que, desgraciadamente, cuando se habla de seguridad privada casi siempre se hace para señalar sus defectos. Sabemos también que sólo cuando esa supuesta falta de seguridad afecta a otros colectivos o a los propios clientes y usuarios, se genera un cierto debate social. Sin embargo, la opinión más significada y cualificada -la de los propios vigilantes- se sigue sin querer escuchar. A fecha de hoy, por ejemplo, se puede señalar que en las últimas semanas una decena larga de vigilantes que trabajan en Metro Bilbao han cursado baja laboral por agresiones sufridas en el desempeño de su labor. Difícilmente se puede garantizar la seguridad de unas instalaciones y de sus usuarios, si quienes tienen que realizar esa tarea ven su propia integridad física tan innecesaria y permanentemente comprometida.
Difícilmente se puede garantizar la seguridad de unas instalaciones y sus usuarios si quienes realizan esa tarea ven su integridad comprometida
Esta situación que, con mayor o menor incidencia, no deja de ser repetitiva, es lo que diversos responsables de MetroBilbao describen sistemáticamente como "incidentes puntuales", descripción que ilustra perfectamente lo que se valora nuestro trabajo, incluso por los propios clientes que contratan seguridad privada. Es significativo que siempre haya sido la propia plantilla de vigilantes de Metro Bilbao la que más se ha preocupado por mejorar esta situación. Durante años, han exigido y peleado por mejoras que tenían y tienen como objetivo final y obvio el mejorar la seguridad integral en esas instalaciones y, por extensión, del resto de trabajadores, de los usuarios y de ellos mismos.
Analizar las causas de la situación actual ocuparía demasiado espacio, pero señalaremos dos aspectos genéricos: el desconocimiento social casi completo de las funciones de los vigilantes de seguridad y el problema educacional de una sociedad que percibe cualquier idea de autoridad como algo siempre negativo. Esto supone, en la práctica que las indicaciones o instrucciones de los vigilantes, que tienen como único objetivo preservar la tranquilidad y seguridad de los viajeros, sean desatendidas, abiertamente desafiadas o tomadas como una provocación, cuando no como una excusa para la bronca. Hay que dejar una cosa clara: a nadie le pagan en su trabajo para que soporte insultos, amenazas y menos aún agresiones. A los vigilantes, tampoco. Nuestro trabajo consiste en garantizar la seguridad e integridad de instalaciones, personal del propio metro y usuarios.
Hay cuestiones más concretas. La formación, junto a la experiencia son claves en cualquier trabajo. Pretender que un vigilante permanezca años en Metro Bilbao es un imposible. Ni se le reconoce, ni se le incentiva, ni se le prima de manera alguna. Un servicio duro y problemático, al mismo precio. Y esto ahora, porque hace unos años ni siquiera se cobraba el plus de peligrosidad. Fueron necesarias movilizaciones para conseguir que Metro Bilbao reconociera la necesidad de al menos equiparar salarialmente a los vigilantes con compañeros de otros centros de trabajo.
Además, Metro Bilbao se empeña en mantener una estructura del servicio de vigilancia donde se pretende el menor gasto posible y donde prima la imagen frente a la seguridad: que se vea a los vigilantes, aunque éstos no puedan ser efectivos por su propia distribución por la línea. Así, muchas veces están donde no son necesarios y faltan o llegan a destiempo donde sí lo son. Y no es culpa de los vigilantes. Además de afectar a la distribución de las jornadas, la duración de éstas y la propia composición de la plantilla, tan caprichosa distribución del trabajo es un obvio elemento de inseguridad para todos, empezando por los propios vigilantes. Ante estos hechos, cualquier vigilante prefiere marcharse, y cuanto antes mejor, a centros de trabajo menos problemáticos, lo que provoca una permanente rotación de la plantilla.
Un detalle ilustra cómo valora Metro Bilbao a los vigilantes: en enero de 2004 remitimos desde CC OO un escrito a sus oficinas explicándoles qué nos parecía y cual sería nuestra posición si, como pretendían en el último concurso público, acababan sustituyendo a parte de los vigilantes... ¡por azafatas! Mientras tanto, pese a las circunstancias señaladas, la profesionalidad y el esfuerzo añadido de los vigilantes de Metro Bilbao están para nosotros más que probados y fuera de toda duda.
Las premisas para mejorar la situación son varias, desde campañas de concienciación del trabajo que hacemos los vigilantes y del respeto que merece ese trabajo, pasando por una reorganización del servicio para que prime la seguridad sobre la imagen, lo que implica un aumento de la plantilla y un uso racional de ésta. E Incrementos salariales que primen trabajar en un centro incómodo para los vigilantes y les incentive de alguna manera a permanecer en él. Mientras estas premisas no se cumplan, tendremos más de lo mismo. Es evidente que cualquier solución pasa por empezar un diálogo entre las partes implicadas. Lo que sorprende sobremanera es que hablen todos, por las actuales circunstancias, y se olviden de quienes más tienen que decir y aportar: los vigilantes y sus representantes legales. Por descontado, si quieren, saben dónde encontrarnos, para lo que quieran.
Txomin Marañón Maroto es responsable de Seguridad Privada de CCOO Euskadi.
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