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MAR DE COPAS
Columna
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Jaque mate al zumo de naranja

Cuando un monologuista de El club de la comedia decide perorar sobre la comida de los aviones siempre se refiere, en términos despectivos, al zumo de naranja. Poco importa que el auténtico zumo sea mejor o peor en función de la compañía aérea, ni que a veces sea razonablemente pasable. Existe, en este caso, una justificación histórica: los dramáticos zumos que durante años se sirvieron en los aviones. En una ocasión, mientras esperaba la salida de mi vuelo en el tristemente famoso aeropuerto de El Prat, coincidí con un médico valenciano que me contó que a mucha gente le sienta fatal el zumo de avión no por la calidad del brebaje, sino por las circunstancias psicológicas y fisiológicas del vuelo. Pese a que cada vez son más los humanos que vuelan, subirse a un avión sigue siendo un hecho excepcional para la mayoría. Esta excepcionalidad, me comentó el médico, afecta a nuestro organismo, como puede afectarnos un examen, una entrevista de trabajo, una boda o cualquier compromiso que rompa con nuestra rutina. Una vez en el avión, el mismo zumo que en tierra resultaría simplemente insulso puede tener consecuencias nefastas y amargarnos el vuelo.

Lo cierto es que, a veces, tomando según qué zumos y a según qué altitud, notamos cómo el vientre se vuelve rígido y se inicia una sinfonía interior de apretujones que desemboca en peligrosa zona de turbulencias. Le echamos la culpa al zumo pero en el fondo sólo es la gota que colma el vaso. ¿Se han producido envenenamientos masivos a través de los zumos de los aviones? Puede que el médico valenciano tuviera razón y que seamos nosotros los que, influidos por El club de la comedia, tomemos el zumo con aprensión, contagiando nuestras sospechas a un sistema digestivo estresado y bajo en defensas. La mentalización, pues, es un factor determinante. Bobby Fisher, el irritable y excéntrico ajedrecista, tenía sus ideas respecto al zumo. En el libro Bobby Fisher se fue a la guerra se cuenta: "El 28 de junio, Fisher reservó plaza en otro avión del aeropuerto John F. Kennedy. Todos los acuerdos se habían cumplido, incluida la provisión de naranjas frescas que, insistió, debían ser exprimidas delante de él por temor a que los soviéticos manipularan el zumo". También es cierto que Fisher era tan buen ajedrecista como borde. Sus adversarios afirman que ejercía una influencia mental sobre ellos. Su frialdad desestabiliza a los demás ajedrecistas y el maestro Robert Byrne definió esta patología como "miedo a Fisher". Pues bien: con los zumos de los aviones ocurre algo parecido. Los tememos antes de haberlos probado y desestabilizan nuestra fortaleza psicológica y digestiva. Igual que ocurre cuando te acercas al aeropuerto de El Prat.

Cóctel del día: Afrodisiaco

En una batidora, preparar hasta que el resultado sea una espuma cremosa: un zumo de naranja, dos yemas de huevo, seis cucharaditas de leche en polvo y dos de miel. Servir en copa balón, con cubitos de hielo y espolvorear con vainilla o canela. Slaínte! (¡Salud! en gaélico).

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