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Entrevista:Nuvos Madrileños | Alla Didiokovska, Ucrania

"Sin iniciativa propia no se consigue nada"

La tarde luce soleada en el parque de Santa María (distrito de Hortaleza). Alla Didiokovska (1957, nacida en Resan; dos horas de carretera desde Moscú), coqueta y de apariencia delicada, aunque de carácter seguro y emprendedor, miralos niños con una mezcla de alegría y nostalgia: "Me acuerdo de cuando trabajaba en mi colegio, en Ucrania". Ante un café, Alla va desgranando una vida que va, desde su presente como mediadora intercultural en Madrid hasta un pasado que se cerró violentamente hace 12 años: "Cuando, años después del accidente de Chernóbil, de 1986, vi que la gente aún enfermaba y moría, me di cuenta de que tenía que sacar de allí a mi hija de nueve años. Muchas niñas que yo conocía murieron de leucemia". Lo hizo a la primera oportunidad que tuvo: "Cuando la URSS se desintegró en 1993 no me lo pensé. Nos marchamos de allí y vinimos a España". Tenía amigos que ya vivían aquí.

Con dicción clara y preciso uso de la gramática, Alla mira hacia atrás con precaución. Mide sus palabras, como si temiera despertar la pesadilla que siguió a la explosión de la central nuclear: "Me licencié en Historia por la Universidad de Dniepropetrovsk y luego pasé a trabajar en un colegio". Su tarea allí, durante la época soviética, consistía en educar a los niños en la ideología comunista: "Yo daba 10 horas de clase a la semana. El resto de mi tiempo ejercía como subdirectora de Educación". Llega a España y todo cambia: "Ni hablaba el idioma ni tenía homologadas mis titulaciones. Tampoco tenía permiso de trabajo".

Tuvo que reciclarse como empleada de hogar. "Debía aprender el idioma, costumbres y luchar como fuera. La esperanza de buscar una vida mejor y darle felicidad a mi hija me ayudaron mucho". ¿Por dónde empezar? Lo primero fue solicitar asilo político por razones humanitarias: "Por aquel entonces vivía en el CAR de Alcobendas [Centro de Atención al Refugiado]. Pasé varios meses, hasta que pude encontrar trabajo". Aunque la solicitud de asilo fue rechazada, Alla ganó tiempo. "Entonces no piensas que no quieres trabajar en esto o aquello. Tienes que hacerlo y punto. Mientras, homologué mi titulación de historia, en tres años de papeleos. Hice un máster de Acción Solidaria Internacional; cursos de mediación. Me considero afortunada por hacer algo que me gusta".

Alla da un consejo a todo aquel que se acerca a pedirle información: "Hay que moverse. Sin iniciativa propia no se consigue nada". En 2005, Alla comenzó a trabajar en Minka, una ONG dedicada a la integración de los inmigrantes.

Cuando llegó a Madrid, hace 12 años, apenas encontró rusos ni ucranios, pero esta situación cambió: "Llegaron muchas mujeres y, en muchos casos, las engañaron y acabaron cayendo en la prostitución. Muchas estaban en centros de acogida, durmiendo en la calle". Alla ha sacado la conclusión de que el mundo de la inmigración es mucho más abierto de lo que se puede pensar desde fuera: "Nos ayudamos mucho los unos a los otros".

El último destino laboral de Alla la ha llevado a una biblioteca de la Comunidad ubicada en el distrito Fuencarral-El Pardo: "Allí he estado trabajando, hasta hace poco, en un proyecto de la Comunidad llamado Biblioteca Abierta. La idea es dar a conocer la cultura de los emigrantes a los españoles... y viceversa. Ha llegado a haber lista de espera para aprender ruso".

Las palabras de Alla destilan entusiasmo al hablar de este programa: "Hay mucha demanda de mediadores, si no es en Biblioteca Abierta, trabajaré en otro sitio. Me gusta ayudar a gente que vive situaciones por las que he pasado yo".

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