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EL VIAJERO INCANSABLE
Columna
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Toda la verdad sobre las ranas tailandesas

A las ocho de la tarde, en la catedral de Plasencia, el cura da la misa a 53 señoras que pasan de los sesenta años y un señor que rondará los setenta. El cura habla de la Verdad con mayúsculas y les dice que eso de que todo el mundo tenga su verdad es un cuento de los intelectuales. "Hay que encontrar la Verdad", asegura, "aunque nos pasemos toda la vida buscándola". Así que trato de recordar qué verdades me he encontrado durante toda la mañana que he pasado yendo de tapas por la ciudad.

La primera de ellas es que las ranas con las que se hacen las tapas de ancas de rana vienen de Tailandia, según la verdad de uno de los que las preparan. "Antes las traían los raneros, gente que las criaba y las vendía a los bares, pero ese oficio se perdió y ahora las traemos congeladas de importación", cuenta. O sea, que la primera certeza resulta ser un chasco, aunque los expertos aseguran que la diferencia no se nota y que la rana tailandesa viene a saber lo mismo que la autóctona. La siguiente verdad es que Plasencia es uno de los mejores y más baratos lugares para ir de tapas. Todos los bares se han especializado en alguna tapa clásica que siempre se ofrece gratis. Desde la más típica ensaladilla rusa a la Torta del Casar, con la que Juan Castellano, dueño del bar El Globo, obtuvo el premio a la mejor tapa. En otro local, La Herradura, Salustiano Rodríguez prepara a la plancha sus torreznos, un tocinillo crujiente con el que podría forrarse si lo vendiera en bolsas de patatas. Aunque lo de la franquicia y el mercado internacional no le interesa, por pura honestidad. "Es que si no te los comes ahora que están calientes pierden su sabor", reconoce Salustiano. Y luego más verdades: las orejas adobadas, los morritos de cerdo, la morcilla, el jamón... que se engullen fácilmente si la cerveza está fresquita y bien tirada. Y ésa es la gran Verdad. Que la tapa es un regalo de los dioses para que los hombres compartan lo que comen, mientras beben, conversan y se conocen.

En la homilía, el cura sigue elaborando su teoría sobre la Verdad y el organista le pone las mayúsculas con su música eclesiástica. Todo el mensaje parece conducir a los altares, aunque la sillería del coro, obra del maestro Rodrigo Alemán a principios del XVI, viene a recordar a los fieles que son unos pecadores. El conjunto escultórico está cargado de imágenes de bichos dándole al fornicio y los clérigos no salen muy bien parados. Un escándalo. Tal vez por eso, el maestro fue encarcelado. Por eso y porque se atrevió a decir que ni Dios mismo era capaz de esculpir como él. Cuenta la leyenda que escapó fabricando unas alas con las plumas de los pájaros que le visitaban en su celda. Como Dédalo. ¿Y si fuera verdad? La verdad es que ni Dios mismo sería capaz de elaborar unas tapas como las de Plasencia.

PARTICIPE. Mañana, Badajoz. Si quiere darle pistas escriba a http://blogs.elpais.es/elviajeroincansable/

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