Vecinos en vez de bomberos
El fuego se ensaña ahora en los montes de Baiona y los vecinos reclaman ayuda
La naturaleza echó ayer una mano en Baiona. A falta de medios humanos para apagar el fuego que arrasó parte del monte de esta localidad pontevedresa, el viento decidió que no tocaba soplar y ayudó a que el fuego no se propagara aún más. Y gracias, porque la cosa pudo haber sido peor.
Tenían que llegar medios humanos de Andalucía, de Portugal, de la Xunta, pero no llegaban. En la zona de Belesar (una de las cinco parroquias que conforman Baiona) ardía el monte, pero bomberos no había. Ramón Fernández y Diego Rodríguez, obreros de la construcción y vecinos de la localidad, decidieron que no iban a trabajar. "Tenemos que ser solidarios". Subieron con su coche, donde las llamas estaban arrasando los árboles, y el fuego es lo único que se encontraron. "Le he dicho a mi compañero: 'Tenemos las herramientas de las obras. Habrá alguien que nos dé una paleta, algo". Pero no había nadie. Sólo dos máquinas que intentaban hacer un cortafuegos."No entiendo que no haya ningún bombero mientras esto se quema", se quejaba Diego. Tres hidroaviones y dos helicópteros arrojaban agua unos kilómetros más abajo. "Míralos, van a la zona de las urbanizaciones. Seguro que no se va a quemar nada de los ricos. Y Torroña, un pueblo que no vale 350 pesetas, arrasado", apuntaba Ramón. A Torroña no se podía llegar por la carretera. El fuego, el calor y un humo negro que apenas dejaba ver ni respirar hacían prácticamente imposible continuar en coche.
Llamaron a los bomberos, a Protección Civil, pero sólo fueron los del pueblo
Unos metros más allá, Luis ("por favor, sin apellido") también esperaba que viniera alguien. Él trabaja para una empresa pagada por la Xunta que se dedica a limpiar el bosque para evitar en lo posible los incendios. "Mira todo nuestro trabajo en que queda, en llamas y destrucción". Luis se presentó ayer voluntario. No le tocaba trabajar, pero no quería quedarse cruzado de brazos, y se subió con unos amigos. "Me da rabia estar así, esperando las órdenes del agente forestal, que nos diga qué podemos hacer", lamentaba.
Más abajo, en Baredo, otra de las parroquias de Baiona, decidieron que no iban a esperar a que el fuego llegara a sus casas. La comunidad de montes reunió a los vecinos en el centro cultural para comunicarles que habían contratado palas para hacer cortafuegos en el monte, que vendrá un bulldozer de Vigo si fuese necesario, y que se ha creado una brigada de prevención de incendios con cinco personas que trabajará de 11 de la noche a las tres de la tarde. Falta personal, y si alguien se quiere apuntar, las condiciones son: contrato de ocho horas diarias, a 800 euros al mes. ¿Durante cuánto tiempo? "Ah, si se prende mañana nuestro monte, se acaba el contrato. O si llueve, adiós gracias. Y si todo va bien aguantaríamos hasta septiembre", razona María Jesús Harbin, tesorera de la comunidad de montes. Y la presidenta, María Ángeles Silva, recuerda a todos los vecinos que la colaboración es fundamental: "Que esta gente, los que crean los incendios, sepan que los estamos vigilando. Vienen a por los montes, y eso es venir a por todos nosotros".
En Sotomayor, otro ayuntamiento de Pontevedra, tuvieron ayer más suerte. No prendió ni una llama. Aunque después de cinco días de incendios, ya no quedan árboles que quemar. Su alcalde, Agustín Reguera, del PP, ha calculado que más del 80% del territorio de monte del municipio está arrasado. Y lo poco que se ha salvado ha sido gracias a los vecinos, porque, se queja, también de que han tenido poca ayuda. "El domingo nos pusieron en nivel 2 de alerta. En ese nivel se supone que el Ejército está ayudando en la extinción. Vinieron dos camiones nodriza el lunes, pero personal del Ejército de tierra, ni uno". La noche del lunes fue la peor. "La noche del terror, la hemos bautizado aquí. Llamas de 50 metros de altura, la gente dentro de las casas gritando, defendiéndose como podían con cubos de agua y mangueras". El fuego llegó a 25 metros de las casas pero aún así, y a pesar de las órdenes de la Guardia Civil, nadie quiso marcharse.
Joaquín Castellano fue uno los vecinos que vio su casa rodeada por los cuatro costados. "Daba respeto, fillo, daban ganas de llorar.Nunca vimos una cosa así". Su hija, Charo Castellano, lo corrobora. "Pasamos mucho miedo. Nos quedamos sin luz, sin teléfono en algunos momentos, no podíamos llamar por los móviles. Y no venía nadie". Llamaron a los bomberos "llorando a lágrima viva", a Protección Civil, pero los vecinos fueron los únicos que acudieron. Niños y mayores, se pusieron a ayudar. Creen que se han salvado de pura suerte, y que esto es peor que la tragedia del Prestige. "El ruido que hacían los árboles al arder... Me atrevería a decir que parecía un volcán". Las cenizas en el suelo que se pegan a los zapatos y el aire irrespirable le dan la razón. Un volcán de fuego y humo ha arrasado Sotomayor en cinco días.
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