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Reportaje:El conflicto aeroportuario

Las huelgas antipáticas del sector aéreo

La liberalización del sector y la irrupción de las compañías de bajo coste han pasado factura a aerolíneas tradicionales como Iberia, Alitalia, British Airways y Air France

Amanda Mars

Vacaciones que se reducen de dos semanas a una, bodas a las que se llega tarde, maletas perdidas, noches en vela sobre el mármol del aeropuerto... Algunas huelgas crean más animosidad que otras y las del transporte aéreo resultan especialmente antipáticas, primero por el perjuicio que causan, y segundo porque se las vincula a sindicatos corporativos -y no de clase- que representan a empleados de alta cualificación con condiciones privilegiadas en comparación con el resto. Los trabajadores de las compañías aéreas son, además, un colectivo restringido, pero su función es estratégica y sus acciones cobran una enorme trascendencia: El plante de 2.000 empleados de servicio de tierra (handling) de Iberia el pasado 28 de julio en el aeropuerto de El Prat retuvo a cientos de miles de viajeros.

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Los conflictos laborales de Iberia son un lugar común en el panorama europeo. A las grandes aerolíneas como Alitalia, Air France o British Airways les ha ocurrido exactamente lo mismo. La liberalización del mercado aéreo y la entrada en escena de las compañías de bajo coste ha cogido con el paso cambiado a las compañías tradicionales, sus beneficios económicos han caído en picado y la pugna con los trabajadores para recortar gastos -y por tanto, contener sus sueldos- ha desatado un buen número de huelgas salvajes.

La protesta de los trabajadores de Iberia de hace unos días ha enojado, por lo menos, a los miles de viajeros afectados, pero también ha levantado ampollas en una opinión pública que tenía fresca en la memoria la última huelga de pilotos de Iberia, que paralizó buena parte del transporte aéreo en España hace sólo unas semanas.

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"Esto no es una huelga de pilotos que cobran fortunas, aquí defendemos a unos trabajadores que no cobran más de 17.000 euros brutos al año y que pueden pasar a ganar 13.000 o 14.000 si trabajan para otra compañía", resalta un empleado del servicio de tierra de Iberia en el aeropuerto barcelonés de El Prat y miembro del comité de empresa.

Hay otros ejemplos en Europa de huelgas del personal de tierra, pero la mayor parte de conflictos del sector aéreo vienen de la mano de los pilotos y los controladores aéreos. El SEPLA, el sindicato de pilotos de Iberia, ha convocado 21 huelgas desde 1979. A raíz de la de julio, lograron blindar su empleo y su sueldo -cobran entre 100.000 y 195.000 euros brutos anuales- con vistas a la puesta en marcha de la compañía de bajo coste Clickair.

Alitalia también acumula un largo rosario de huelgas de la mano de sindicatos gremiales. Las últimas se han producido este año, pero el punto culminante de las movilizaciones se alcanzó en 2004, cuando la compañía anunció un plan de saneamiento que preveía un recorte de 2.000 empleos, el 10% de la plantilla. La primera aerolínea italiana, que alegaba que perdía 500.000 euros diarios, vio cancelados varios miles de vuelos a lo largo del año. El entonces primer ministro, Silvio Berlusconi, salió a dar la cara por la empresa y la consideró "una víctima de la liberalización salvaje del mercado".

British Airways tampoco ha escapado de este trance. Huelgas oficiales o encubiertas -en las que de repente un centenar de empleados piden la baja el mismo día- han colapsado aeropuertos tan importantes como el de Heathrow varias veces en pocos años. La última huelga impulsada por la Unión General de Trabajadores de Transporte (TGWU) data del verano pasado y ni siquiera tuvo que ver con una lucha por sus condiciones, sino que se convocó "en solidaridad" con los empleados de una empresa subcontratada que preparaba la comida a bordo y que afrontaba cientos de despidos. Fue el tercer verano consecutivo de protestas en British Airways.

En Francia, la huelga más reciente la han efectuado este año los controladores aéreos, funcionarios de Aviación Civil. La última gran protesta de pilotos se llevó a cabo en 2002, cuando los pilotos de Air France reclamaron un incremento salarial de entre el 10% y el 12%.

Este tipo de movilizaciones reflejan el choque que se produce a veces entre el derecho a la huelga y el derecho de los usuarios. A juicio de José Luis López Bulla, ex secretario general de CC OO de Cataluña y experto del Consejo de Trabajo Económico y Social catalán

los servicios estratégicos no se pueden regir por la ley de huelga y requieren una autorregulación, "un código deontológico de obligado cumplimiento" que especifique cómo y cuándo se puede plantear una huelga, para evitar conflictos como el del aeropuerto de El Prat.

Los servicios esenciales son precisamente aquellos en los que el sindicalismo gremial está más arraigado. En España, los más importantes entre estos sindicatos son los de los pilotos de Iberia (SEPLA), de los funcionarios (CSIF) y de los maquinistas de Renfe (Semaf).

"El sindicato corporativo no es negativo de por sí, aunque es cierto que corre más peligro que el llamado sindicato de clase de defender los intereses del grupo por encima de los intereses generales de la clase trabajadora", explica Salvador del Rey, socio director del Área Laboral del bufete Cuatrecasas y director del departamento de Derecho Laboral de ESADE.

CC OO y UGT son los sindicatos mayoritarios del personal de handling en El Prat, pero ni éstos ni ninguna central minoritaria asumen la protesta llevada a cabo de forma ilegal, que se ha saldado con varias detenciones. López Bulla considera que la pérdida del control por parte de los sindicatos de la protesta "demuestra una dejación previa muy importante de la dirección de los sindicatos".

En opinión de Salvador del Rey, lo ocurrido en El Prat "no tiene que ver ni con sindicatos confederales ni con los de base, sino con un movimiento asambleario que los sindicatos no han sabido controlar y ha generado un enorme caos".

Este caos, además, se desencadenó el último viernes de julio, día en que muchos comenzaban sus vacaciones. Y esta circunstancia convirtió lo que ya era un plante ilegal e incómodo en una de las huelgas más antipáticas que se recuerdan.

Más de 150 empleados 'enfermos' a la vez

Los conflictos del sector aéreo cuentan con un amplio anecdotario que combina desde plantes ilegales hasta huelgas encubiertas, aquellas en las que los trabajadores buscan argucias para entorpecer el funcionamiento de la empresa. Los ejemplos son múltiples, pero uno de los más sonados ocurrió hace dos veranos en el principal aeropuerto del Reino Unido, Heathrow, en Londres.

Un lunes de agosto de 2004 más de 150 trabajadores del servicio de tierra de British Airways se despertaron supuestamente enfermos y no acudieron a sus puestos de trabajo. Esta llamativa coincidencia pudo deberse al contagio múltiple del alguna misteriosa enfermedad o a la indigestión generalizada de algún alimento que toda la plantilla consumiese el día anterior, pero también pudo estar relacionada con las malas relaciones entre British Airways y los trabajadores. Los sindicatos, que ya habían amenazado con una huelga, se quejaban de sufrir presiones laborales y largas jornadas de trabajo y lograron el compromiso de un aumento salarial del 8,5% en tres años.

Por la falta de personal se cancelaron 56 vuelos, lo cual obligó a miles de pasajeros a pasar la noche en el aeropuerto.

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Sobre la firma

Amanda Mars
Directora de CincoDías y subdirectora de información económica de El País. Ligada a El País desde 2006, empezó en la delegación de Barcelona y fue redactora y subjefa de la sección de Economía en Madrid, así como corresponsal en Nueva York y Washington (2015-2022). Antes, trabajó en La Gaceta de los Negocios y en la agencia Europa Press

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