"Sólo queremos sintonizar con los lectores afines"

Montse Ingla (La Seu d'Urgell, 1960) es directora literaria de Editorial Cruïlla. En 2004 fundó el sello Arcadia junto con Antoni Munné, editor, y Antonio Ramírez, director de la librería La Central. Quieren recuperar vocacionalmente el viejo oficio de editor, con calma, ajenos a las veleidades del mercado. "Tenemos un libro, que es como un objeto precioso, y nos gusta cuidarlo".

Pregunta. ¿Cómo se pueden querer dos editoriales a la vez?

Respuesta. Mi participación en Arcadia es completamente independiente de mi trabajo como directora literaria de Cruïlla, especializada en libro infantil y libro de texto en catalán. Las magnitudes -en número de títulos publicados y en volumen de negocio- y la forma de trabajar de una y otra son diferentes. Cruïlla forma parte del grupo editorial SM, que, si bien vive los rigores de un conglomerado de empresas en una economía de libre mercado, tiene la peculiaridad de destinar sus beneficios a proyectos educativos y socioculturales de todo el mundo. El horizonte de Arcadia es diferente. Mi doble actividad profesional no entra en competencia. Simplemente, me da más trabajo.

P. ¿Y cuál es el horizonte de Arcadia?

R. El catálogo de Arcadia responde a nuestros gustos personales y, desde esta modesta pero convencida posición, nos gusta escoger textos que contribuyan a difundir la historia de las ideas y sus manifestaciones contemporáneas, desde las más diversas disciplinas del conocimiento. No tenemos otro objetivo que sintonizar con lectores que pueden ser afines a nuestra elección y la manera de materializarla en un libro.

P. ¿Cómo evalúa su trayectoria?

R. De los cinco libros que tenemos en el mercado, hay dos que están reeditados. Estamos contentos porque hemos tenido una respuesta positiva, aunque estamos muy al principio de nuestro camino y cinco libros no hacen una editorial. También es cierto que las relaciones que hemos establecido con los autores nos han permitido levantar textos y colaboraciones que se convertirán en libros. Hemos ido creando una red de personas en consonancia al proyecto.

P. Y no gastan casi nada en promoción.

R. Sólo podemos permitirnos hablar de nuestros libros a nuestros amigos, a personas a quienes pueden interesar y que, a su vez, hablarán de ellos con otras personas.

P. ¿Cómo pueden llevar adelante una editorial tan sólo tres personas?

R. Hay un pedazo de Arcadia en cada uno de nuestros rincones de trabajo y la tecnología es fundamental. A veces hemos tomado importantes decisiones on line de la misma manera que, otras veces, mantenemos verdaderas discusiones. Si podemos hacer las cosas con calma es porque la tecnología nos lo permite. Además, nos complementamos muy bien aunando la experiencia editora de Antoni Munné, la librera de Antonio Ramírez y la mía propia. Evidentemente, la editorial tan sólo puede llegar hasta donde llegue nuestro esfuerzo personal. Sin embargo, el hecho de no contar con una estructura nos otorga una libertad que no tiene precio.

P. ¿Dónde se sitúa Arcadia en el panorama editorial catalán?

R. En los últimos años han aparecido muchas pequeñas editoriales independientes, no vinculadas a ningún grupo editorial, que han encontrado su sitio. Todas nos caracterizamos por hallar nuestro lugar en un lector de un determinado tipo de libros. Hay que tener en cuenta que en un grupo de lectores muy pequeño se concentra la lectura intensa. Son pocos pero leen mucho. En el panorama editorial hay cabida para los que se definen.

P. ¿Qué relación hay entre Arcadia y la Administración?

R. Curiosamente, no hemos obtenido ayuda de quien la esperábamos y, sin embargo, el Patronat Català Pro Europa, por ejemplo, que no tiene nada que ver con el mundo del libro, nos ha echado una mano porque ha comprado un número significativo de ejemplares tanto de La idea d'Europa, de George Steiner, como de Una aventura anomenada 'Europa', de Zygmunt Bauman. La Administración puede ser imprevisible. De entrada, mejor no contar demasiado con ella, y si llega alguna ayuda, bienvenida sea. Lo que estaría bien es que fuera capaz de corregir las arbitrariedades de la mercadotecnia y del despotismo de las modas. Debería propiciar la creación de calidad que a menudo no dispone de unos canales de comunicación.