Hay solución para Oriente Próximo
La historia de la humanidad está llena de ejemplos de conflictos y viejas rencillas entre países que parecían irresolubles: nadie creía en la reunificación de Alemania; en Asia, los vecinos de Japón aseguraban que el militarismo japonés era incurable; por no hablar de las guerras por reclamaciones fronterizas entre El Salvador y Honduras. Y enemigos tan irreconciliables como Egipto e Israel firmaron la paz y la devolución del Sinaí, un territorio que los sionistas consideraban irrenunciable.
¿Por qué no puede llegarse en un futuro próximo a una convivencia pacífica entre Israel y Siria, y más adelante a una colaboración económica que tanto beneficiaría a los dos Estados? Algunos creemos que este horizonte sólo será realidad cuando la Unión Europea envíe un mensaje claro a los ahora enemigos: que la paz traerá como consecuencia el apoyo económico de los europeos a las economías de la zona, para integrarlas poco a poco en el área del euro.
Con Turquía en la Unión Europea y apoyo económico para dinamizar las economías de Siria, Líbano, Jordania, Israel y Egipto, Europa se convertiría en el mejor garante de una paz definitiva. Cuando 50 millones de europeos pasen sus vacaciones en este maltratado espacio, habrá llegado el fin de todos aquellos que sólo prosperan cultivando el miedo al "enemigo externo". ¿Nos atreveremos los ciudadanos europeos a exigirles a nuestros dirigentes que apliquen en Oriente Próximo la política que ha convertido a Europa en una región de paz.
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