_
_
_
_
POSTALES DE VERANO | Los silos de Burjassot
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El granero paciente

Los llamados silos de Burjassot -construidos a unos cuatro kilómetros de Valencia en la que es una de las grandes ciudades dormitorio de l'Horta- no fueron encajados hasta 1982 en la categoría de Monumento Histórico Nacional. Algo que correspondía con cierto desespero a esta varias veces centenaria construcción, aunque sólo fuera por ser única en su género en España. Y por el servicio que este granero, como despensa de cereales para época de hambre, empezó a prestar al Reino de Valencia a partir de 1573, el año en que se comenzó su construcción. Un trabajo que se alargó ni más ni menos que hasta 1806. Lo que significa que, teóricamente, este 2006 deberían celebrarse los 200 años del final de la obra. Hasta hoy, no se intuyen grandes cosas al respecto.

Parece que Fernando VII bautizó los Silos como "el balcón de España"

A la vista, lo más evidente de los Silos es su patio: los verdaderos silos están debajo, en forma de penetrantes jarras gigantes. Se detecta la posición bajo tierra de las mismas -hay 43 depósitos, excavados en el suelo en forma de botella con paredes curvas, con una profundidad de entre 7 y 10 metros- gracias a la presencia de tapas o pilones, semiesferas que recuerdan a caparazones de tortugas gigantes. En medio del patio, como un puñal en el corazón, hay una cruz. Esta explanada se erige como promontorio envuelta por un muro y por edificaciones añadidas como la ermita de Sant Roc. En todo ello, bajo la sombra, uno puede advertir alguna pandilla de chavales fumando lo que fuman las pandillas. Aunque, desde las últimas décadas, los paseos de parejas sobre este patio y bajo las estrellas son lo más común, como si el querer, en esta zona, hubiera de alimentarse de los fantasmas del trigo almacenado. Parece que Fernando VII, quizá inspirado también por alguna euforia, bautizó los Silos como "el balcón de España". Es porque, dicen, desde esta explanada, antes se podía ver el mar. Ahora, si se ve algo azulado en la distancia es la tristeza de alguna finca. Antaño, los Silos estaban alejados del pueblo. Han sido alcanzados por la expansión de éste de tal modo que se han convertido en su centro. Sus entrañas se pueden visitar, previa autorización institucional. Y eso que lo institucional tiene aquí un deje histórico de laberinto. Porque el Reino de Valencia construyó el granero en Burjassot por su buena altitud, el clima poco variable y la composición caliza del suelo. Pero, hasta 1975, la capital no cedió los Silos a Burjassot. Y lo hizo tan solo en uso, no en propiedad. Ésta continúa en manos de Valencia. Algo que no ayuda a tomar decisiones presupuestarias sobre este espacio. Hasta hace no tanto, el patio ha servido para albergar diversos tipos de actos pirotécnicos y musicales, macroconciertos al uso incluidos. De hecho, en uno de la cantante Chenoa, se produjo la rotura de un pilón de los que cubren los silos. El grupo municipal del Bloc en el Ayuntamiento exigió responsabilidades. La prensa se hizo eco del cacao. Hoy, los espectáculos masivos se han trasladado. Queda en suspenso una nueva esencia del granero y de su superficie, a la espera de otra vuelta de tuerca en la encarnación de su servidumbre monumental.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_