Un cambio en el orden mundial
El espectacular crecimiento de China y la India sitúa a Asia en el nuevo centro del mapamundi económico
El espectacular auge de las economías de China y la India, que en el último lustro han registrado tasas de crecimiento anual medio del 9,3% y el 6,2%, respectivamente, está aumentando a pasos agigantados el peso de Asia en el mundo. En el periodo 2000-2005, sólo China ha aportado una cuarta parte del crecimiento de la economía mundial y la India no va a la zaga del gran dragón pese a que su patrón de crecimiento es diferente.
El fortalecimiento de su divisa y mayores tipos de interés son las recetas que se adivinan para afrontar el riesgo de recalentamiento en Chin
Las previsiones de los distintos organismos internacionales no dan lugar a dudas: el siglo XXI es cosa de Asia. China, hoy la séptima economía del mundo -partiendo del producto interior bruto con dólares corrientes de 2004-, con el 4,11% del PIB mundial, ocupará la cuarta posición en 2025. La India, que hoy ocupa el décimo puesto (con el 1,73%), escalará dos posiciones, según una simulación de Analistas Financieros Internacionales (AFI). "Dentro de 15 años estas economías serán más importantes que el G-7 [Estados Unidos, Japón, el Reino Unido, Alemania, Francia, Italia y Canadá]
", sentencia Carlos Solchaga.
El ex ministro de Economía socialista pronunció esta semana la conferencia inaugural del curso de verano de periodismo económico de la Escuela de Periodismo UAM/EL PAÍS-Fundación BBVA, que finalizó ayer en Miraflores de la Sierra (Madrid), y que analizó el papel de los BRIC, término acuñado en 2001 por Jim O'Neill, economista jefe de Goldman Sachs, para referirse a las cuatro economías en desarrollo más potentes del planeta: Brasil, Rusia, la India y China.
El paradigma chino
El paradigma es China. Bajo la premisa, cuando menos sorprendente en un país comunista, de que "enriquecerse es glorioso", el vertiginoso desarrollo que ha vivido el país más poblado del planeta -unos 1.300 millones de habitantes- desde que Deng Xiaoping inició las reformas económicas en 1978 no tiene precedente histórico: un crecimiento medio anual del 9,6%. Esta expansión le ha hecho multiplicar por seis su peso en el comercio internacional. La proporción de sus exportaciones de mercancías han pasado del 1,2% en 1983, al 6,7% en 2004, cuando superó a Japón y se convirtió en el tercer mayor exportador del mundo. En el mismo periodo, el peso relativo de las importaciones ha crecido del 1,1% al 6,1%, según datos del FMI.
En paralelo y frente a economías deficitarias como la norteamericana, el superávit de la balanza china por cuenta corriente y el ahorro interno han convertido a Pekín en el gran financiador del primer mundo. Es el segundo país con más reservas, tras Japón, y el principal tenedor de deuda de EE UU, lo que eleva su papel en el sistema financiero internacional.
Carlos Solchaga considera conveniente "cambios de cierta urgencia" en la composición de las "cuotas de poder y de decisión" en el Fondo Monetario Internacional acorde al nuevo peso relativo de las nuevas economías. Leila Fernández, profesora de Economía China de la UAM, pronostica una "probable revaluación inmediata" del renminbi (o yuan) para hacer frente a las "tensiones" derivadas del tipo de cambio y reequilibrar la balanza de pagos china.
El fortalecimiento de la divisa china y el aumento de los tipos de interés (ligeramente por debajo del 6%) son las recetas que se adivinan para hacer frente al riesgo de recalentamiento del gigante asiático. Bajo el invento del "comunismo de mercado", ideado por los asesores de Xiaoping a partir de la fábula del "pájaro enjaulado" -donde el pájaro simboliza el mercado, la libertad económica, y la jaula, la planificación- el modelo de crecimiento chino, "no declarado pero inspirado en el de EE UU", según Fernández, se sustenta en dos grandes pilares: las exportaciones y la inversión.
Su tradición industrial de ensamblaje y el bajo coste laboral para una mano de obra cualificada juegan a su favor: el sector industrial explica el 53% del crecimiento del PIB chino. En paralelo, es el primer receptor de inversiones del mundo. Con tasas de crecimiento superiores al 20% anual en los últimos años, la inversión explica otro 40% del producto interior bruto de China, asegura Pablo Guijarro, de AFI.
La India también viene registrando un crecimiento sobresaliente, con una tasa media superior al 8% desde 2003. Sin embargo, "no repite la pauta china de crecimiento y desarrollo", la del exitoso modelo asiático, asevera el profesor de la Universidad Complutense de Madrid e investigador del Instituto Elcano, Pablo Bustelo, presente también en la escuela de verano junto a Guijarro y Fernández.
La principal diferencia es que, desde el principio, ha dado participación tanto al consumo y a la inversión interna, motivadas por una pirámide de población mucho más joven -más de la mitad de sus 1.100 habitantes tiene 25 años- y la consolidación de una ya numerosa clase media, formada por 300 millones, un 10% de ellos con unos ingresos anuales de más de 20.000 dólares (en paridad de poder de compra), según la consultora Global Insight.
Bandgalore, el Sillicon Valley indio, la mayor democracia del mundo, de lo que alardean las autoridades indias, está alumbrando al mayor proveedor de tecnología del planeta, sector que emplea a un millón de personas y aporta el 55% del PIB indio. Hay decenas de multinacionales asentadas, como IBM, y también gigantes autóctonos, como Tata, que acaba de sellar un acuerdo con tres competidores chinos para crear una empresa conjunta con sede en China.
Mientras algunos analistas temen que las dos mayores economías de Asia empiecen a tender puentes, otros ven, en el caso de la India, un crecimiento "artificial" impulsado y alentado por EE UU, nervioso ante el tamaño y el empuje que ha adquirido el país que dirige el Partido Comunista Chino.
Frente a una democracia y un sistema judicial independiente y una población joven y anglófona, persisten en la India grandes cuellos de botella que atenazan su crecimiento. Además de tener unas cuentas menos saneadas que las de su gran vecino y una balanza comercial deficitaria, 800 millones de personas no están percibiendo la bonanza que indican sus cifras macroeconómicas, lo que constituye una amenaza social.
Brasil, la potencia del cono sur
El progresivo saneamiento de las cuentas públicas y del sector exterior son los dos principales argumentos del éxito económico de Brasil, además de beneficiarse de elevadas tasas de inversión, aunque, comparadas con las asiáticas (China, sobre todo), no parecen tan abultadas. El país carioca se ha convertido en los últimos años en el principal receptor de inversiones extranjeras directas de América Latina.
Lo primero que destacan los analistas para explicar el milagro brasileño es su buen "desempeño macroeconómico", subraya Carlos Malamud, investigador principal de América Latina del Instituto Elcano. Las políticas económicas "ordenadas" han ido acompañadas por "reformas económicas estructurales", iniciadas a mediados de la década de los noventa por el entonces ministro de Economía, Fernando Enrique Cardoso, y seguidas, en gran medida, por el presidente Lula.
Los resultados han sido un aumento de la renta per cápita, según Malamud, y un espectacular control de la inflación, que ha pasado de crecer a un insoportable ritmo del 75% en 1995 al 4% actual.
¿Suerte o buenas artes? Un poco de todo. A tenor de las grandes cifras, los Gobiernos brasileños parecen haber hecho los deberes, destacan los analistas desde una óptica ortodoxa. Pero a ello se ha sumado un factor coyuntural que está bendiciendo a toda América Latina: el buen comportamiento de los precios de las materias, una de las claves del buen comportamiento de las exportaciones de Brasil, recuerda Pablo Guijarro, de AFI.
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