Una noche tirada por los suelos
Miles de personas pasaron la madrugada del sábado durmiendo sobre cartones y esperando noticias de sus vuelos cancelados
Toallas, cartones, mantas, páginas de periódico... Cualquier cosa servía para confeccionar una improvisada cama en los suelos del aeropuerto del Prat en la noche del viernes al sábado, tras más de 15 horas de esperas infructuosas ante los mostradores de facturación de las diferentes compañías, pero, sobre todo, de los de Iberia.
Los más pícaros se hicieron con una parcela en las cintas de facturación de la Terminal B. "Aquí se duerme de vicio", ironizaba sonriendo con los ojos a medio despertar una chica granadina. Álex, su novio, reposaba sentado en una silla de oficina sustraída de alguno de los mostradores. "Nos turnamos las guardias, alguien tiene que vigilar las maletas". Lo peor: "la incertidumbre, no nos han dicho absolutamente nada de nada, no tenemos a dónde ir y ni idea de lo que tenemos que hacer".
Álex y su novia llegaron a las ocho de la mañana del viernes al aeropuerto de El Prat y desde entonces esperaron en medio del caos la salida de su vuelo de Iberia hacia Granada. Como ellos, entre 2.000 y 3.000 personas optaron por pasar la noche en cualquier rincón de las terminales A y B a la espera de noticias que nunca llegaron.
"Mi hijo tiene cuatro meses, no ha dormido en toda la noche y encima no encuentro pañales para cambiarle", imploraba una madre argentina visiblemente agotada y sollozando, sobre las cuatro de la madrugada del sábado.
Las escenas de impotencia se multiplicaban al paso del tiempo y eran muchos los pasajeros que no podían contener las lágrimas sentados por los suelos y hablando con los teléfonos móviles. Josefina y María, dos chicas de Buenos Aires, vivían su segunda noche en el aeropuerto. Llegaron el jueves por la tarde para, paradojas del destino, asegurarse de no perder su avión hacia su ciudad, que debería haber partido el viernes a las diez de la mañana. La boda de la prima de una de ellas, a la que no ven desde hace años, les esperaba. Abrazadas, suplicaban un vuelo "a cualquier precio".
Otros se lo tomaron con envidiable buen humor después de horas de espera; Stephan y Elise, una pareja belga, montaron su tienda de campaña en pleno terminal A. "Es una pequeña aventura, hay que usar todos los recursos", señalaba Stephan con una estupenda sonrisa. Como ellos, otros dos grupos optaron por instalar sus tiendas a modo de camping y tener así un poco más de intimidad.
Aunque con las vacaciones igualmente despedazadas, algunos pasajeros con residencia en Barcelona regresaron a sus casas. Es el caso de Mercè, una joven mallorquina que viajaba a la isla para celebrar el cumpleaños de su madre. "No va poder ser", repetía mientras inspiraba el humo de un cigarrillo fuera de la terminal, "el primero en nueve meses", lamentó, "pero al menos tengo donde dormir".
David, un chico canario de 23 años, consiguió cambiar su vuelo de Spanair a Tenerife para el lunes por la mañana, después de cuatro horas y media de cola. Con el teléfono pegado a la oreja, repetía la misma historia una y otra vez: "Es algo surrealista, aquí la gente no sabe nada, pero he tenido suerte y he conseguido cambiar el vuelo. Tranquila, llegaré el lunes". Al otro lado del aparato, su novia, desde Tenerife, no daba crédito a lo que oía. Cuando David se disponía a dormir entre los bancos del aeropuerto, recibió una reconfortante llamada de un amigo de Barcelona que le ofreció un colchón en el salón de su piso. "Mejor esto que unos cartones", gritó, y saltó exhalando suspiros de alivio en busca de un taxi.
Dentro del caos y el infortunio de la noche, se vivieron momentos entrañables a las puertas de la terminal A; cuatro guías turísticos cubanos amenizaron la madrugada con una guitarra y cantando grandes clásicos de la troba contemporánea. Pasajeros cansados y con la cara deshecha les rodearon e incluso algunos no pudieron evitar mover el esqueleto. "Hay que tomárselo con alegría y animar a esa pobre gente", exclamaba Ulises, el guitarrista.
Veinte voluntarios de la Cruz Roja repartieron 7.000 bocadillos y 53.000 botellas de agua mientras el personal de limpieza y restauración trabajaba a marchas forzadas para poder atender todas las necesidades. Por lo general, y a pesar de los nervios, la gente atrapada en las terminales no fumó dentro del edificio. La mayoría de las papeleras se vaciaron al menos una vez, sobre la una, y los baños se mantuvieron limpios y abastecidos de papel higiénico. El aire acondicionado funcionó y la noche, aunque severa, se saldó sin cristales rotos y monitores sin apedrear. Ésa fue una noche de purgatorio, de incertidumbre, sin sentido, una noche en tierra de nadie.
RECLAMACIONES. Se atenderá "caso por caso"
Enric Aloy, director de la Agencia Catalana de Consumo, aseguró ayer que por ahora "no se han recibido reclamaciones" de los afectados por la huelga de los trabajadores de tierra de Iberia. Eso sí, estimó que a partir del lunes recibirán el grueso de las reclamaciones. "Las atenderemos caso por caso", explicó.
Aloy recordó los pasos que tienen que seguir los usuarios perjudicados por los paros: reclamar a la empresa a la que han comprado el billete, ya sea una agencia de viajes o directamente la compañía aérea. Aloy recordó que una directiva europea obliga a las compañías aéreas a facilitar comida y alojamiento a los pasajeros si los retrasos duran más de cuatro horas.
La Agencia Catalana de Consumo envió ayer al aeropuerto de El Prat inspectores para "tener de primera mano la visión de lo que está pasando en el aeropuerto", indicó su responsable. Una inspección que "puede acabar con un expediente sancionador a los responsables de los paros", aseguró.
BARAJAS. "Nos han engañado"
Un portavoz de AENA aseguraba ayer que la situación en el aeropuerto de Barajas era normal. En la pantalla de llegadas de la T- 4 se leía que todos los vuelos a Barcelona estaban retrasados. El que debía llegar a las 17.40 lo haría hasta las 22.30. En los mostradores de atención al cliente habían colas con una espera promedio de 2 horas. "Nos han cortado las alas, nos han engañado", protestaba José Luis López, que debía volar al aeropuerto barcelonés de El Prat a la 1 de la tarde de ayer.
María, una estudiante uruguaya de 23 años, perdió su conexión a Montevideo. Ayer, los responsables de Iberia le informaban de que por ser temporada alta, no habrá plazas hasta el 5 de agosto. "Allá es invierno, la gente trabaja y tengo que volver a estudiar". Isabel Mena, dijo tras su aterrizaje: "Ha ido muy bien, me han perdido la maleta y solo nos hemos retrasado una hora, pero eso es normal para España"
FORO DE ELPAIS.ES. "Que los despidan a todos"
"Estoy muy cansado, se acabó, boicot a Iberia y a sus empleados mimados. ¿Cuántos quedarán cuando nadie viaje con ellos?", escribía Félix. "Han cancelado mi vuelo, no llego a la boda de una amiga y mañana me haré 12 horas en tren para llegar a mi ciudad. Por mí que los despidan a todos", opinaba otra internauta. Chema proponía "crear un sindicato nuevo: pasajeros que nunca más volarán con Iberia. ¡Afiliate!"
"Ignorantes, os quedáis sin vuelo de weekend y que los linchen, el trabajador un vago y el explotador un santo. Toleradlo vuestros hijos serán los siguientes", escribió Javier. "Por fin nos parecemos a Francia. Ya era hora, ¡casi estaba convencido de que no somos europeos!", escribió Eduardo López. Javier, por su parte, escribió: "Es tremendo esperar un año por tus vacaciones y que alguien decida que se jodieron. ¿Dónde esta el respeto a los demás?"
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