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Crónica:NUESTRA ÉPOCA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Oriente Próximo, problema europeo

Están en juego intereses vitales y la posible reacción de las minorías étnicas marginadas

Timothy Garton Ash

Cuándo y dónde comenzó esta guerra? ¿Poco después de las nueve de la mañana, hora local, del miércoles 12 de julio, cuando unos militantes de Hezbolá capturaron a Ehud Goldwasser y Eldad Regev -unos reservistas israelíes en el último día de su turno de servicio- en una incursión en el norte de Israel desde el otro lado de la frontera? ¿El viernes 9 de junio, cuando unos proyectiles israelíes mataron al menos a siete civiles palestinos en una playa de la franja de Gaza? ¿En enero de este año, cuando Hamás venció en las elecciones legislativas palestinas, un triunfo ambiguo para la política estadounidense de apoyo a la democratización? ¿En 1982, cuando Israel invadió Líbano? ¿En 1979, con la revolución islámica en Irán? ¿En 1948, con la creación del Estado de Israel? ¿O quizá en Rusia, en la primavera de 1881?

Esa historia de un rechazo europeo, desde la década de 1880 hasta la de 1940, impulsó el sionismo, la marcha a Palestina y la creación de Israel
Esta terrible historia no significa que los europeos deban mostrar solidaridad ciega con cualquier cosa que se le ocurra hacer al Gobierno israelí
La vida de cada libanés muerto o herido por los bombardeos israelíes vale exactamente lo mismo que la de cada israelí muerto o herido por Hezbolá

Las preguntas simples exigen respuestas muy complicadas. Incluso aunque nos pongamos de acuerdo sobre los datos esenciales, todos y cada uno de los términos están en discusión: ¿militantes, soldados o terroristas?, ¿detenidos, capturados o secuestrados? Cada forma de escoger los hechos implica una interpretación. Y en historias tan atormentadas como ésta, cada horror se explica o se justifica mediante la referencia a otro horror anterior.

"De tiranía en tiranía hasta la guerra. / De dinastía en dinastía hasta el odio. / De villanía en villanía hasta la muerte. / De política en política hasta la tumba... La canción es tuya. Ordénala como quieras", dice el poeta James Fenton en su Balada del imán y el sha.

Sin embargo, al observar las reacciones europeas ante el conflicto actual, quiero insistir en que existen muchas razones para que Europa esté entre las primeras causas. Los pogromos rusos de 1881; la turba francesa que gritaba "¡abajo los judíos!" mientras al capitán Dreyfus le arrancaban los galones en la École Militaire; el antisemitismo enconado en Austria alrededor de 1900, encarnado en la figura del joven Adolf Hitler; hasta desembocar en el Holocausto de los judíos europeos y las oleadas de antisemitismo que sacudieron Europa inmediatamente después. Esa historia de un rechazo europeo cada vez más radical, desde la década de 1880 hasta la de 1940, es la que impulsó el sionismo político, la emigración judía a Palestina y la creación del Estado de Israel.

"Lo que me hizo sionista fue el caso Dreyfus", decía Theodor Herzl, el padre del sionismo moderno. Europa había decidido que cada nación debía poseer su propio Estado, no aceptaba ni a los judíos emancipados como miembros de pleno derecho de la nación francesa o la alemana, y acabó convirtiéndose en escenario del intento de exterminio de todos los judíos, de modo que éstos necesitaban tener su hogar nacional en algún otro lugar. El hogar -según una definición que le gustaba mucho a Isaiah Berlin- es el lugar en el que, cuando llegas, tienen que acogerte.

Nunca más volverían a ir los judíos como ovejas al matadero. Como israelíes, lucharían por la vida de cada uno de ellos. Los estereotipos decimonónicos del Helden alemán y el Händler judío se han invertido. Los alemanes, y con ellos la mayoría de los europeos aburguesados de hoy, se han convertido en los eternos comerciantes; los judíos, en Israel, son los eternos guerreros.

Un hilo importante

Por supuesto, éste no es más que un hilo en el que tal vez es el tejido político más complicado del mundo, pero es un hilo muy importante. Creo que ningún europeo debería hablar o escribir sobre el conflicto actual en Oriente Próximo sin ser consciente de nuestra responsabilidad histórica. Me temo que algunos europeos lo hacen, y no me refiero a los ultraderechistas alemanes que se manifestaron el sábado de la semana pasada en la ciudad de Verden, en la Baja Sajonia, ondeando banderas iraníes y gritando "¡Israel, centro internacional del genocidio!" Me refiero asimismo a gente de izquierdas, personas que participan en los foros de discusión de The Guardian y otros similares. Al tiempo que criticamos al ejército israelí por matar a civiles libaneses y observadores de la ONU con la excusa de querer recobrar a Ehud Goldwasser (y destruir la infraestructura militar de Hezbolá), debemos recordar que todo esto, seguramente, no ocurriría si algunos europeos no hubieran intentado, hace varios decenios, borrar a todos los que se llamaban Goldwasser de la faz de Europa... o incluso de la Tierra.

Que quede claro lo que quiero decir. Esta terrible historia europea no significa que los europeos deban mostrar una solidaridad ciega con cualquier cosa que se le ocurra hacer al Gobierno de Israel, por violenta o equivocada que sea. Al contrario, el amigo de verdad es el que no se calla cuando estás cometiendo un error. No significa que debamos apuntarnos a las más recientes y peligrosas simplificaciones de una "guerra tercermundista" contra "una alianza terrorista de Irán, Siria, Hezbolá y Hamás" (según el republicano estadounidense Newt Gingrich) o un "movimiento totalitario unificado" del islamismo político (según el parlamentario y periodista conservador británico Michael Gove).

No significa que cualquier europeo que critique a Israel es un antisemita encubierto, como parecen insinuar algunos comentaristas en EE UU. Y desde luego, no significa que debamos prestar menos atención al sufrimiento de los árabes, entre ellos los árabes palestinos que huyeron o fueron expulsados de sus casas al crearse el Estado de Israel o sus descendientes que crecieron en campos de refugiados. La vida de cada libanés muerto o herido por los bombardeos israelíes vale exactamente lo mismo que la de cada israelí muerto o herido por los cohetes de Hezbolá.

La huella de los europeos

¿Significa que los europeos tienen una obligación especial de involucrarse para tratar de lograr un acuerdo de paz con el que el Estado de Israel pueda vivir dentro de unas fronteras seguras y al lado de un Estado palestino viable? En mi opinión, sí. Por supuesto, dado que los europeos han dejado su huella, de uno u otro modo, casi en cualquier rincón de la Tierra, este argumento histórico podría llevarnos, en teoría, a todas partes: el legado del imperialismo europeo ofrecería una excusa moral universal para el neoimperialismo europeo. Pero la historia de los judíos expulsados de sus hogares europeos y que, a su vez, expulsaron de su hogar a los árabes palestinos, es un caso extraordinario. Y aunque uno no acepte el argumento de la responsabilidad histórica y moral, están en juego intereses vitales para Europa: petróleo, proliferación nuclear y la posible reacción de nuestras propias minorías musulmanas marginadas, por no citar más que tres factores.

No está tan claro en qué debería consistir esa intervención. Se ha propuesto que los europeos participen en una fuerza de paz multinacional en el sur de Líbano, pero eso sólo tiene sentido si se establecen unos parámetros realistas que permitan llevar a cabo una misión clara, factible y concreta. Unos parámetros que no se ven todavía cerca. Ni siquiera se ve cerca un alto el fuego. La cumbre de Roma terminó el miércoles por la tarde disimulando a duras penas las claras discrepancias entre Estados Unidos e Israel, por un lado, y la mayor parte del resto del mundo -incluidas la UE y la ONU-, por otro, sobre cómo lograr el alto el fuego. La verdad es que, más que nunca, la clave diplomática está en que EE UU se comprometa a fondo, utilice su influencia sobre Israel y negocie de la forma más directa posible con todas las partes en el conflicto, por desagradable que resulte. Mientras eso no ocurra, Europa puede hacer poco por sí sola.

Pero lo importante aquí no es sólo cambiar las cosas en Oriente Próximo. Lo que los europeos dicen y escriben sobre la situación de los judíos en la región a la que los europeos les empujamos está relacionado con nuestra forma de definirnos a nosotros mismos. Tenemos que medir cada palabra.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia

Un libanés pasa ante un edificio bombardeado en un suburbio del sur de Beirut.
Un libanés pasa ante un edificio bombardeado en un suburbio del sur de Beirut.AP

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