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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Ovejas negras

Antonio Elorza

Una expresión común entre los defensores de este o aquel nacionalismo es que cuando alguien les critica declarando no ser nacionalista, de hecho esconde un nacionalismo aún más acusado, el propio del Estado-nación. El historiador Juan Pablo Fusi sostiene desde hace décadas la posición contraria, a partir de sus estudios sobre la cultura política vasca. Resulta perfectamente posible que alguien no asuma nacionalismo alguno y es más, a su juicio, la historia de las ideologías políticas relacionadas con el hecho nacional nos mostraría que los más destacados exponentes literarios o políticos de la supuesta nación X, Y o Z hicieron compatible su identidad vinculada a ese colectivo humano con posiciones ajenas a toda profesión de fe nacionalista. Baroja, Unamuno, Gabriel Celaya, Elías Querejeta, Nicolás Redondo o José Ramón Recalde se sintieron o sienten vascos en todo momento sin por ello inscribirse en el movimiento fundado por Sabino Arana. En suma, constituye una falacia identificar vasco, catalán o escocés con nacionalista, e incluso en los casos citados, restringir la adscripción al uso de la lengua calificada como "propia" en sociedades bilingües.

IDENTIDADES PROSCRITAS. El no nacionalismo en las sociedades nacionalistas

Juan Pablo Fusi

Seix Barral. Barcelona, 2006

343 páginas. 19,50 euros

En Identidades proscritas, li

bro escrito con gran fluidez, como todos los suyos, Juan Pablo Fusi completa su tesis subrayando que frente a su pretensión habitual, aparecer como factor de cohesión en una sociedad dada, el nacionalismo surge con excesiva frecuencia para quebrar los equilibrios y las formas de convivencia preexistentes. Para probarlo, pasa revisión sucesivamente a las historias político-culturales vinculadas a seis movimientos nacionalistas: el vasco, el escocés, el de Quebec, la ideología blanca surafricana, el irlandés y el judío. De entrada, conviene advertir que cada uno de los relatos ofrece un desarrollo completo de la historia cultural y política de los territorios objeto de análisis, sobre la base de investigaciones propias y de la más reciente bibliografía. Se trata de un libro, pues, sumamente útil, en cuyas páginas van cobrando formas las homologías en la evolución de procesos políticos muy distantes entre sí. "Nacionalismo y no nacionalismo", concluye, "son, en efecto, manifestaciones distintas de la identidad, la vida colectiva y la política de regiones y nacionalidades como las aquí estudiadas. Las mismas nacionalidades y regiones nacionalistas se forjaron en la historia como sociedades plurales. Eso explica que el nacionalismo haya sido en ellas y sea factor de división política y de polarización interna".

Las deficiencias de la obra

nacen de la voluntad de síntesis. No hay modo de desplegar la riqueza y la complejidad del mundo político-cultural judío en poco más de cincuenta páginas, con lo cual quedan fuera de campo aspectos esenciales, tales como la incidencia de la mentalidad y de las formas jurídico-religiosas hebreas sobre los códigos y las estructuras narrativas del cine de Hollywood. A tema más acotado, perfiles más precisos: País Vasco, Irlanda, Canadá. Los capítulos sobre estos dos últimos temas son particularmente luminosos. Y, para terminar, una objeción: sería útil distinguir entre aquellos nacionalismos que aparecen para dividir, pero como precio inevitable para superar una situación de dependencia (patriotismo irlandés, sionismo) de los que surgen con una vocación hegemónica en una sociedad plural y democrática, como el quebequés. En ocasiones, los nacionalismos pueden ser portadores de libertad.

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