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Reportaje:

Factor 30 para protegerse del sol

Los que trabajan en plena calle durante el verano aseguran que las empresas no toman medidas para suavizar la ola de calor

"Suelen ser jóvenes, pero no por ello deben minimizar los riesgos de insolación". La consejera de Salud, Marina Geli, destacó ayer la importancia de la "autoprotección" para quienes trabajan a pleno sol o en locales sometidos a temperaturas extremas. Pero también reclamó a los empresarios que velen por la salud de sus trabajadores. El Departamento de Trabajo anunció ayer la difusión de folletos, a través de las patronales y los sindicatos, con recomendaciones que no llegarán a los destinatarios hasta agosto. Uno de los sectores más afectados por la ola de calor es la construcción. UGT y CC OO aseguran recibir pocas quejas en esta materia, aunque lo atribuyen al hecho de que en el sector, el 90% de los contratos son temporales. "En la negociación del convenio colectivo propusimos infructuosamente avanzar la jornada o acabar más tarde", explican desde la UGT. "No puedo estar más de dos minutos en un portal. Es incómodo y sudo mucho, pero el calor no me impide trabajar", cuenta Manuel, un empleado de Correos que entre las 9.30 y las 13.30 horas recorre la Barceloneta con su carro amarillo repleto de paquetes. "¿Recomendaciones de la empr

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esa para evitar un golpe de calor? Ninguna", responde, antes de seguir con el reparto.

En cambio, Rosa, una trabajadora del servicio de limpieza de la ciudad, recibió una circular con consejos: beber agua con frecuencia, mojarse la cara, usar gorra y buscar la sombra periódicamente, entre otros. Ella trabaja bajo el sol casi siete horas al día. A Francisco, sus jefes de Parcs i Jardins sólo lo han armado con una botella de protector solar (factor 30) para enfrentarse a la canícula. Poco antes de la una de la tarde de ayer, bañado en sudor, abría un boquete en la acera, en la intersección de las avenidas de Icaria y la Marina, en busca de una fuga en unas instalaciones de riego. "Cada día me tomo unos tres litros de líquido, pero ésos no me los paga la empresa", apunta.

Du Xia no tiene la misma suerte. "El agua es muy cara aquí", dice en un español precario esta mujer, que forma parte de las decenas de asiáticas que pululan en las playas de la ciudad en busca de clientes para sus masajes. En su bolso, lleno de linimentos, no portaba bebida alguna.

A pesar de casos como el suyo, los miembros de la Cruz Roja que vigilan las playas de la Barceloneta creen que la gente está mejor preparada que otros años. Los socorristas sienten que este verano es más inclemente que los anteriores; por eso agradecen que sus turnos de vigilancia no superen la hora y media y que, por fin, el local donde descansan entre turno y turno cuente con aire acondicionado y dispensador de agua fría. Con todo, ni siquiera ellos se han salvado de quemarse los pies por subestimar el efecto del sol sobre la arena.

También andan acalorados los que atienden las casetas de Turismo de Barcelona. "No tenemos ventiladores y durante la mañana el sol da de cara", comenta una informadora. La situación es más agradecida para los que trabajan en las taquillas de las estaciones de tren y metro; como el calor es infernal bajo tierra, optan por permanecer dentro de las taquillas, que cuentan con aire acondicionado.

"Los albañiles siempre nos chupamos el sol. Tendríamos que empezar antes o terminar más tarde, aunque luego los vecinos se quejarían por el ruido", dice uno de los trabajadores de las obras de ampliación del vestíbulo de la estación de Provença. "Con el casco y la chaqueta fluorescente el calor es aún más insoportable", añade otro. Sin embargo, hay otros que están conformes. "Deberían ir a Pakistán para saber lo que es calor", ironiza un albañil de ese país, que ayer remozaba una fachada del Eixample.

Han realizado en esta información: Bernardo Bejarano, David Casals, Roger Cassany y Marta Costa-Pau.

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