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Crónica:VIAJE EN FERROCARRIL A TÍBET / y 2
Crónica
Texto informativo con interpretación

El 'tren del cielo' trae a miles de chinos

El proyecto de línea férrea entre Pekín y Lhasa, que ha sido calificado de "milagro" de ingeniería por el presidente chino, Hu Jintao, ha tenido que superar las dificultades de la altitud y la inestabilidad del terreno sobre el que se asientan cientos de kilómetros de vía. Para hacer frente a la primera, los obreros utilizaron botellas de oxígeno durante las obras. Los vagones están sellados y disponen de un sistema de enriquecimiento de oxígeno conectado al sistema de ventilación, que se pone en marcha automáticamente al alcanzar los 3.000 metros de altitud. Además, cada asiento y litera alberga un inhalador personal de oxígeno. En cada tren viaja, también, un médico. El convoy está integrado por tres locomotoras de tecnología estadounidense y 16 coches diseñados por la compañía canadiense Bombardier. Circula a 100 kilómetros por hora en los tramos de terreno congelado, y a 120 en el resto.

"Cada día bajan de los trenes 5.000 personas; los precios suben", explica un ingeniero

Para prevenir los desplazamientos verticales del terreno, originados al derretirse y congelarse el suelo, los ingenieros chinos han utilizado varios sistemas. En decenas de kilómetros, los raíles están elevados, lo que permite que el aire circule por debajo y enfríe el suelo. En algunas secciones se colocaron conducciones y túneles de ventilación en los terraplenes, y en otras se introdujeron en el terreno tuberías con nitrógeno líquido para enfriarlo.

Sin embargo, algunos científicos, como Wu Ziwang, experto de la Academia de Ciencias china, han advertido de que el calentamiento global del planeta podría poner en peligro el tendido en tan sólo 10 años. En algunos tramos de la carretera, que va paralela al tren, el pavimento está hundido durante kilómetros, debido a las variaciones de temperatura del terreno y el intenso tráfico. A las dificultades técnicas ha habido que sumar la minimización del impacto medioambiental sobre el frágil ecosistema tibetano. Pekín asegura que ha destinado 1.540 millones de yuanes (152 millones de euros) a proyectos relacionados, como la construcción de 33 pasos especiales para permitir la migración del antílope tibetano o chiru, una especie autóctona protegida.

"El tren someterá a más presión al medio ambiente. El incremento del flujo de gente a Qinghai y Tíbet y el aumento del turismo supondrán mayor generación de basura y de contaminación, y menos espacio para los animales. Además, la extracción de recursos minerales en Tíbet

[que posee amplias reservas de hierro y cobre] es otro factor de preocupación", dice Yang Xin, presidente y fundador de la organización ecologista Río Verde, en Chengdu (capital de la provincia de Sichuan).

El 85% de las mercancías que entran y salen del territorio del Himalaya lo hace actualmente por carretera. Algo que cambiará completamente el tren, que moverá en el futuro el 75% de los productos con destino y origen en la región autónoma. Esto permitirá, según los expertos, reducir las emisiones contaminantes de los cientos de camiones pesados que cada día se dirigen a Tíbet, pero asestará un buen tajo a los comercios de Tuotuo He, un poblado tibetano a 4.500 metros de altitud, unos 450 kilómetros al sur de Golmud. "El día que el negocio no funcione regresaremos a casa", dice Ma Heima, un hui de la provincia vecina de Gansu que tiene una pequeña casa de comidas en la calle central.

Gran parte del tráfico es militar. En dos días de principios de este mes circularon en dirección a la frontera al menos cinco convoyes de un centenar de camiones, con soldados y material. En los frontales lucían pancartas rojas con eslóganes. Entre ellos, los aforismos del presidente Hu Jintao, "Ocho honores y ocho vergüenzas", hechos públicos el pasado marzo para insuflar moralidad a la nación.

La presencia militar y policial en Tuotuo He es muy fuerte. Cada vez que llega un tren a la estación, media docena de agentes acuden al andén vacío para supervisar la maniobra. Tan sólo algunos de los trenes que pasan paran unos minutos para permitir a los viajeros echar un rápido vistazo al paisaje, en el que destacan las barreras de hormigón clavadas en la hierba para evitar que las dunas de arena que salpican la región se abalancen sobre las vías. Los extranjeros que quieren viajar a Tíbet precisan un permiso especial, que las autoridades deniegan a los periodistas extranjeros, a quienes sólo permiten visitar el territorio en viajes organizados por el Gobierno.

"En las estaciones intermedias no se permite de momento la subida de pasajeros. Aún no venden billetes", dice en las oficinas de la estación He, un policía que cuenta que el tráfico de los trenes está controlado por satélite. "Las condiciones de trabajo aquí son muy duras. Cada 20 días rota el equipo. El otro día murió un obrero con agua en el cerebro", dice. En el exterior, un hombre acarrea a la espalda losas de hormigón de 40 kilos, por 40 yuanes (cuatro euros) al día. Forma parte de la cuadrilla que está finalizando las obras de la estación. Durante el tendido de las vías, los sueldos llegaron a 7.000 yuanes (693 euros) al mes, según habitantes del pueblo.

Elliot Sperling, director del departamento de Estudios de Eurasia Central de la Universidad de Indiana (EE UU), asegura que el tren a Lhasa promoverá una mayor migración hacia Tíbet. De momento, Lhasa ha comenzado a sentir el cambio. "Cada día desembarcan de los trenes unas 5.000 personas, y los precios están subiendo", explica Chun Sheng, un ingeniero ferroviario que cada día va y viene entre la capital tibetana y Golmud para inspeccionar el trazado. "Tíbet se va a hacer cada vez más han [la etnia mayoritaria en china], y los tibetanos no podrán hacer nada por evitarlo. Pero si los han se fueran, Tíbet se hundiría", dice.

En Tuotuo He, de momento, el progreso, la modernidad y los adelantos científicos del llamado tren del cielo han quedado reservados para la propia línea férrea, la policía -que cuenta con un flamante edificio nuevo junto a la estación- y los cuarteles del Ejército, cuya pintura amarilla brilla al atardecer.

Según se acerca la noche, las mesas de billar de la calle principal se van quedando vacías, y se llenan las del bar tibetano, sobre las que vuelan las fichas de mahjong, uno de los juegos chinos más populares. Como si fuera un pueblo del Lejano Oeste. Pero del lejano oeste chino, en el que, en vez de cambiar los caballos de las carretas, sus habitantes cambian ruedas de camiones, y, en lugar de vaqueros a caballo, circulan pastores en moto, tocados con sombreros de ala ancha como los pioneros norteamericanos.

Un habitante del Tuotuo He (Tíbet), en la calle principal del pueblo.
Un habitante del Tuotuo He (Tíbet), en la calle principal del pueblo.J. R.

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