El déficit de trabajo decente
En este mundo globalizado, donde la economía supera, instrumentaliza y arruina la política, uno de los pocos referentes que nos quedan es la la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Ulrick Beck nos advierte que "la globalización económica no es ningún mecanismo ni automatismo, sino que es, cada vez más, un proyecto político cuyos agentes transnacionales, instituciones y convergencias en el discurso (Banco Mundial, OMC, OCDE, empresas multinacionales, así como otras organizaciones internacionales) fomentan la política económica neoliberal". Un personaje tan influyente e informado como Henry Kissinger llego a afirmar que "lo que se llama globalización es en realidad un nombre que se le da al papel dominante de los Estados Unidos".
La inmigración enseña que cuando no es posible encontrar trabajo en la propia comunidad la gente lo busca fuera
Sin duda alguna, el tema más apasionante del actual debate político es la nueva relación entre "mercado y democracia". Milton Friedman decía que el mercado es un sistema de votación donde el peso de cada uno es proporcional a los "votos monetarios" que posee. El sistema, la capacidad de influencia de cada individuo sobre lo que hay qué producir, cómo hacerlo y a quién darlo depende de su renta. El mercado es, en definitiva, un sistema donde el principio que rige es "un euro, un voto". La democracia, tal como la entendemos hoy, es un sistema basado en un principio diferente, el de un individuo, un voto. La lucha entre dos ámbitos, mercado y democracia, ha sido constante desde al menos los primeros años del siglo XX, y nada se explica de nuestro hoy si no es través de ese prisma que tan didácticamente planteó Schumpeter en su Capitalismo, Socialismo y Democracia. Vivimos en ese equilibrio y por ello es tan preocupante que personas muy al tanto de los intríngulis de los sistemas políticos adviertan de la fragilidad de la democracia.
En medio de este fundamentalismo del mercado y hegemonismo del capital financiero, quiero resaltar el papel de la OIT. Es un organismo especializado, de las Naciones Unidas, de estructura tripartita, en el que los representantes de gobiernos, trabajadores y empleadores obran, de común acuerdo, por la causa de la justicia social y el mejoramiento de las condiciones de vida y de trabajo en todo el mundo. Sus informes sobre el empleo son un referente transversal tremendamente importante y sugerente. El último informe de 2006 sobre Tendencias mundiales de empleo, nos dibuja un panorama deprimente. Nos advierte de la existencia de una tormenta perfecta por el agravamiento del desempleo, la pobreza y la migración laboral. Pese al fuerte crecimiento del PIB en 2005 (el 4,3%), que aumentó la producción mundial en 2,5 billones de dólares, la economía mundial no está creando nuevos puestos de trabajo suficientes para quienes acceden al mercado laboral.
Durante la próxima década sera necesario crear 40 millones de puestos de trabajo anuales sólo para ajustarse al número de personas que buscan empleo. ünicamente 14,5 millones de los más de 500 millones de personas trabajadoras que sufren pobreza extrema en el mundo consiguieron superar el umbral de pobreza de un dólar diario. En 2005, de los 2.800 millones de trabajadores que hay en el mundo, la mitad no ganó lo suficiente para situarse por encima del umbral de pobreza de dos dólares al día, la misma cantidad que diez años atrás.
Esta crisis mundial del empleo se refleja en un conjunto de hechos. La mitad de los trabajadores del mundo, unos 1.400 millones, son pobres y sobreviven con sus familias con menos de dos dólares diarios por persona. Trabajan principalmente en el sector no estructurado, en emplazamientos rurales y urbanos. El desempleo ha alcanzado el punto más alto de su historia y continua aumentando. En los últimos diez años, el desempleo oficial ha aumentado más del 25% y se sitúa actualmente en casi 192 millones de personas en todo el mundo, en torno a un 6% de la población activa mundial. De estos desempleados, la OIT estima que unos 86 millones, aproximadamente la mitad, son jóvenes entre 15 y 24 años de edad.
Cuando no es posible encontrar trabajo en casa, en la propia comunidad y sociedad, la gente lo busca fuera. En la situación actual, la migración laboral se convierte fácilmente en una fuente que produce tensiones, aparte del tráfico de personas y otras actividades similares. La mayoría de las economías no han conseguido convertir el crecimiento del PIB en creación de empleo o aumentos salariales, lo cual, unido a la racha de desastres naturales y al aumento de los precios de la energía, ha afectado de modo especialmente significativo a los trabajadores pobres del mundo.
La OIT propone un conjunto de medidas concretas para abordar esta crisis mundial del empleo, que se podrían sintetizar en las siguientes: Cambiar las políticas económicas y sociales para situar el trabajo decente en el centro de las iniciativas de desarrollo, nacionales e internacionales, y crear un nuevo equilibrio entre las políticas económicas y nacionales que refuerce la estabilidad macroeconómica, la adaptabilidad y la seguridad. Promover un crecimiento económico sostenible como medio para lograr un desarrollo mundial y local que sirva para crear puestos de trabajo decentes y duraderos. Crear el adecuado entorno de políticas y regulación para fomentar la competitividad y el desarrollo empresarial en todos los países. Promover el espíritu empresarial, la innovación y la producción, destacando el papel de la pequeña empresa en la creación de empleo. Ampliar la formación, el aprendizaje continuo, la educación y otros medios que sirvan para mejorar las capacidades de las personas, prestando especial atención a los jóvenes (si se consiguiera reducir simplemente a la mitad la tasa de desempleo juvenil, la economía mundial aumentaría en al menos 2,2 billones de dólares). Promover una mejor gobernanza internacional para unir el trabajo de gobiernos, empresas, sindicatos y otros grupos interesados de la sociedad civil con el fin de reducir la pobreza y crear empleo.
Sería conveniente que no nos sintiéramos ajenos en nuestra realidad vasca a este informe sobre las nuevas tendencias globales del empleo. Nuestra cruda y degradada realidad laboral pone de manifiesto nuestro déficit de trabajo decente que garantice autonomía real. La mitad de la ciudadanía vasca que puede y quiere trabajar, o lo hace en malas condiciones -trabajos temporales, precarios, a tiempo parcial no deseados ni elegidos-, o está en paro.
Por ello, para finalizar esta reflexión, termino con una afirmación del director de la OIT, Juan Somavia, que introduce con acierto el manoseado y manipulado concepto de la seguridad en relación con la degradación del empleo: "La crisis mundial del empleo es actualmente uno de los mayores riesgos para la seguridad. Si seguimos por el mismo camino, el mundo corre el riesgo de sufrir un aumento de la fragmentación, del proteccionismo y la confrontación. La continua falta de oportunidades de trabajo decente, la insuficiente inversión y el bajo consumo producen una erosión del contrato social subyacente en la sociedades democráticas: el derecho de todos a compartir el progreso. Es la hora de revisar los compromisos asumidos por la comunidad mundial de promover la inclusión social y el empleo como claves para reducir la pobreza, y el respeto a los principios y derechos fundamentales en el trabajo: esta es la base de un trabajo decente".
Carlos Trevilla es representante de UGT en el Consejo Económicos y Social (CES) vasco.
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