El Partido de Dios aumenta su popularidad entre los chiíes
Cinco años antes que Hamás, en 1982, Hezbolá, el Partido de Dios, nació con el aliento de los Guardianes de la Revolución del Irán de Jomeini en un Líbano que se desangraba en la guerra civil. El país acababa de ser invadido por el Ejército israelí, que pretendía instaurar a un presidente amigo, el cristiano Bashir Gemayel, y perseguir a las milicias de la Organización para la Liberación de Palestina.
El acoso al ocupante se desató en el sur, el baluarte chií de Hezbolá. En 2000, el Tsahal se retiraba tras haber sufrido cientos de muertos. Fue la milicia chií, que aún reclama la devolución de las granjas de Cheba ocupadas por Israel, la que consiguió la retirada y su prestigio perdura no sólo en Líbano. El jeque Hasan Nasralá, jefe carismático del partido-guerrilla, se ha convertido en icono para buena parte del mundo árabe.
Ahora, tras el ataque a una base del norte de Israel, la captura de dos soldados y después de los devastadores bombardeos de la aviación judía, ha recabado más simpatías aún entre los chiíes. Más dudoso es que la población de cualquiera de las otras 17 confesiones que conviven en Líbano hayan visto con buenos ojos la agresión que desató la crisis.
Los expertos apuntan que Irán y Siria han empujado a Hezbolá para desviar la atención. Damasco ya fue obligada a retirar sus tropas de Líbano tras 30 años de protectorado. Teherán lidia con la amenaza de sanciones por su rechazo a abandonar su programa nuclear. Poco se habla ahora de ello. Hezbolá ha matado en 10 días a 19 soldados y a 15 civiles israelíes. Sus cohetes han paralizado la economía y convertido las ciudades de Galilea en páramos.
Hamás aplaude. Hezbolá y Hamás se equiparan en que ambos han forjado su influencia en la resistencia al ocupante y en una red social y caritativa que ha suplantado durante años a un Estado ausente. La resolución 1.559 del Consejo de Seguridad exige el desarme de las milicias en Líbano, pero el Gobierno de Beirut es incapaz de cumplirla. El primer ministro, Fuad Siniora, respondía a la pregunta de si al Ejecutivo le falta voluntad política: "Hay que conocer Líbano".
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