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Sin pistas sobre un equipo de deportistas

Guillermo Altares

Los secuestros, en muchos casos masivos y que casi siempre acaban en desapariciones, se han convertido en una de las marcas de la guerra que padece Irak. Y es un terreno en el que la brutalidad y la confusión son totales: hay secuestros para pedir rescates o por motivos sectarios, secuestros realizados por escuadrones de la muerte o por personas vestidas de policías o militares y también por insurgentes.

La ONU señala que, pese a que en muchos casos se pagan los rescates, la víctima acaba siendo asesinada. Y la organización internacional no se atreve a dar una cifra. "Aunque no hay estadísticas fiables, porque en muchos casos los iraquíes no se atreven a denunciar este tipo de crímenes ante la policía, los secuestros ocurren cada día. Unami ha recibido informaciones sobre muchos secuestros de niños", señala el texto.

El informe hace un recuento de los raptos ocurridos durante los meses de mayo y junio que reflejan una anarquía creciente y una impunidad enorme de los grupos en los que se mezclan "el crimen organizado y los elementos sectarios". "El 17 de mayo, el equipo iraquí de taekwondo, compuesto por 15 menores de Ciudad Sáder entre los 12 y los 15 años, fue secuestrado cerca de Ramadi cuando volvían de Ammán. No hay ninguna noticia de ellos", asegura el informe.

El documento relata también un secuestro masivo en Bagdad. El 5 de junio, 60 hombres armados en 13 vehículos bloquearon un área muy popular de la capital, Al Salhia, de donde salen los autobuses y taxis hacia Siria y Jordania. "Cincuenta personas (comerciantes, trabajadores y viajeros) fueron secuestradas. Dos víctimas fueron liberadas el mismo día y otras 15 el 7 de junio. Las víctimas dijeron que había sido torturadas y algunas tenían disparos en las piernas. Aquellos que fueron liberados aseguraron haber sido interrogados por milicias relacionadas con el Ministerio del Interior. El paradero de las otras 33 personas siguen siendo una incógnita", señala el relato.

El 21 de junio tuvo lugar otro secuestro masivo, esta vez de casi 80 trabajadores del Ministerio de Industria. Algunas mujeres fueron liberadas, otros utilizaron falsos documentos de identidad con nombres suníes, pero varios aparecieron asesinados en el río Tigris.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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