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Columna
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Un PSPV ausente

Nunca ha estado el PP en horas más bajas desde que en 1995 se posesionó de la Generalitat. Cierto es que parece haberse atenuado el agobio de la corrupción que le acrecía a propósito del urbanismo municipal y los asuntos judiciales que arrostran algunos de sus notables, pero tal pausa se debe al interés sobrevenido por otros fastos mediáticos y, en estos momentos, precisamente, a la investigación de la catástrofe del metro, de la que, aun saliendo airoso, quedará lisiado. Otra cosa es que este desgaste se traduzca en las preferencias del electorado y que el principal partido de la oposición, el PSPV, sepa promoverse como alternativa preferible sin esperar a que el péndulo de la historia o el azar le propicien la victoria.

Y esto es lo que algunos observadores vienen constatando y lo que cualquier curioso puede colegir a poco que escrute el panorama político valenciano. La estrategia de los socialistas, con su dirigente Joan Ignasi Pla a la cabeza, parece reducirse a permanecer al acecho de las oportunidades, comprometerse lo menos posible y únicamente en situaciones límite mientras que el partido gobernante se desgasta con escandalillos o sucesos infaustos, que no le faltan. No es mala praxis si se carece de otra. Cuando menos, hay que reputarla de prudente por aquello de que en boca cerrada y etcétera. ¿Pero es eso mérito bastante para aspirar al gobierno de la comunidad y recuperar el espacio electoral perdido?

No vamos a soslayar la buena labor de pacificación interna que ha hecho el mentado líder socialista, neutralizando -o casi- el habitual popurrí de familias que andaban a la greña. Pero tenemos la impresión de que ahí se agotó su empresa. Puso orden en su entorno, se rodeó de fieles y dejó esquilmada la reserva de la vieja guardia universitaria. Quizá se le fue la mano, de tal modo que ha dejado al partido aparentemente incapacitado para alumbrar una idea, formular un análisis agudo y no digamos ganarse el respeto por el filo de sus críticas. Exceptuemos -pues son excepción- los zurriagazos ocasionales de Andrés Perelló, las pesquisas de Ana Noguera en los capítulos de cultura y docencia y las grabaciones de José Camarasa y Antoni Such a unos empresarios que se explayaron sobre turbias entretelas de Terra Mítica. Seguro que olvidamos alguna labor personal o hito notable, pero la nota característica y general de este PSPV es el déficit de combatividad y diríamos que también de reflexión si no fuese este un achaque generalizado de la izquierda.

Podrá argüirse, a modo de atenuante, que estamos en un paréntesis político previo al otoño caliente que nos espera, con la vista puesta ya en las urnas. Sin embargo, tiempo y oportunidades hubo para que los socialistas fueran anticipándonos algunas pinceladas de su programa en el capítulo urbanístico, sin limitarse a proclamar que no es esto, no es esto, pero sin pergeñar cuál sería su propuesta. Y no digamos acerca de la organización del territorio, un asunto que fue bandera suya en la década de los 80, pero del que no han vuelto a decir una palabra comprometida. ¿Y qué piensan del turismo? ¿Habrá algún cambio sustancial con respecto a lo que gestiona la actual consejera Milagrosa Martínez?

Podríamos prolongar las preguntas, que tendrían en común la falta de respuesta, aunque dicen en el seno del partido que haberlas, haylas, pero que no se divulgan y debaten por la tibia o nula proyección mediática. La explicación no es de recibo, pues no toda la prensa en sus diversas variantes responde al mismo patrón ideológico, aunque sea mayoritaria la que gira en torno al PP. Y ya que hemos citado a la prensa, ocasión han tenido los socialistas de pergeñarnos su proyecto de radio y televisión autonómica con el fin de rescatar estos medios de su actual secuestro partidario, prolongación -todo hay que decirlo- del que instituyeron el molt honorable Joan Lerma y sus muchachos en 1984. ¿Será por esta condición fundacional el que no abandonan el Consejo de Administración de una entidad como RTVV que tanto les margina? Mejor no saberlo.

Por fortuna o realismo, casi nadie habla ya de discursos ilusionantes. Pero entre esa magia retórica y el autismo dialéctico podría el PSPV darnos una pista de que es un partido para la alternativa y no tan sólo un beneficiario de la azarosa alternancia, que escribiría quien fue su dirigente, Joan Romero.

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