_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Conversaciones con Picasso

Hay parecidos físicos tan sorprendentes que a veces llega uno a inquietarse. En el barrio de Chamartín, sector Prosperidad, viven algunos ciudadanos que son el retrato de personajes famosos de diverso calibre. Kidane, etiope, sobrino-nieto del emperador Hailé Selassié (patrono de los rastafaris) y vecino del barrio, es una copia casi perfecta de Kofi Annan, secretario general de la ONU. Alberto, criado en estas calles, es igual que el actor italiano Danny DeVito. José María, hostelero en la calle de Cardenal Silíceo, podría pasar por un doble de Jordi Pujol. A otro le llaman Groucho porque salió calcado al mayor de los hermanos Marx; suele llevar un Farias en la boca. Total, que acaba uno el día mareado después de hablar con tantas personalidades.

Pero hay un señor de unos 55 años que supera a todos los citados: es como una fotografía de Picasso cuando tenía esa edad, con aquella esplendorosa calva que parecía un espejo. Se llama Andrés, es salmantino, se dedica a la abogacía y tiene aires de bon vivant algo escéptico. Vive aquí, pero está enamorado de Las Batuecas y de la Peña de Francia. Sabe perfectamente que su parecido con el genio malagueño llama mucho la atención. Lo lleva resignadamente, como pidiendo disculpas. Pero hay algo pasional en su mirada cuando habla del cabrito cochifrito, algo que recuerda el gesto arrebatado en todas las fotografías que nos quedan de Picasso. A Andrés le encanta compartir un buen vino y una buena conversación con cualquier interlocutor válido.

También aparece de vez en cuando por el barrio John Malkovich, pero éste es el de verdad. El actor tiene un apartamento en la avenida de América y sale con frecuencia a hacer la compra. La gente piensa que es un doble, y así puede pasar inadvertido en las pescaderías.

Las gentes que se parecen mucho a otro individuo constituyen un colectivo inquietante. Están acostumbrados a la doble personalidad fingida, pero llevan en sus entrañas algo del personaje que les marca la vida cotidiana. Llegan a casa, se miran al espejo y constatan que no son ni Kofi Annan, ni Danny DeVito, ni Jordi Pujol, ni Groucho Marx, ni Picasso.

Todo eso pasa en Chamartín. Seguro que cada barrio cuenta con sus dobles. Habría que organizar el primer Certamen Internacional de Dobles. Íbamos a pasar mucha risa.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_