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Reportaje:La expansión de la gripe aviar

Un ecosistema en la puerta de casa

Las balsas de Salburua forman parte del anillo verde de Vitoria, compuesto por siete parques

Pedro Gorospe

Cientos de vitorianos pasean y corren a lo largo del día por los nueve kilómetros de caminos que circundan y cruzan el humedal de Salburua, el espacio natural en el que fue hallado el viernes de la semana pasada el cadáver de la primera ave contagiada en nuestro país con el virus H5N1. Se trata de una zona pegada a Vitoria, de 173,5 hectáreas de extensión, ubicada entre la carretera N-1, al este de la ciudad, un barrio de nueva creación llamado precisamente Salburua, y la zona industrial y de servicios en la que se levanta el pabellón de deportes donde juega el equipo de baloncesto de Vitoria, el Tau Baskonia.

Pese a su carácter casi urbano, es un ecosistema primordial para especies amenazadas, algunas de las cuales viven en él la mayor parte del año. Quizás por el hecho de que no es una zona de especial presión migratoria de aves, el Ministerio de Agricultura y los responsables autonómicos de salud animal no incluyeron el pasado octubre este humedal en la lista de los que consideraban de riesgo.

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Esta zona húmeda está formada por varias lagunas (Arcaute y Betoño son las principales), espacios de praderas y un pequeño robledal. Desecada siglos atrás para transformar la zona en campos de cultivo, los trabajos de recuperación iniciados en 1994 han revertido esta situación y en la actualidad Salburua es uno de los humedales continentales más valiosos del País Vasco.

Los seis humedales vascos incluidos en la lista Ramsar (el convenio internacional que regula la protección de estas zonas naturales) quedaron fuera: el humedal de Vitoria, el de Urdaibai, en Vizcaya, el de Lagunas de Laguardia, en Álava, las áreas húmedas de Txingudi, en Guipúzcoa, y los del embalse de Ullibarri, y el de Salinas de Añana, también en Álava.

En el humedal de Salburua viven, entre otras especies de aves, el porrón europeo, las gaviotas reidoras, el carricerín cejudo, la focha y el menos conocido hasta ayer, el somormujo lavanco.

El Gobierno y la Diputación ya han puesto en marcha a sus equipos técnicos para instaurar un régimen especial de limpieza, bioseguridad, desinfección y confinamiento de aves de corral dentro del perímetro. Pero lo más complicado será hacer un seguimiento activo de las aves silvestres, especialmente de las acuáticas. Deberán de censarse todos los huevos y no podrá salir ningún material biológico de la zona, ni estiércol, ni plumas, ni por supuesto ninguno de los animales. "Es una pena porque precisamente ahora es cuando más visitantes están recibiendo los humedales", declaró ayer uno de los guardas del parque. "Aunque no haya peligro para la gente, seguro que va a retraer a muchas personas", auguró. Muchos de los 281.858 visitantes que acudieron en el pasado a Salburua es seguro que ahora se lo pensarán.

El humedal forma parte del denominado Anillo Verde, una circunferencia de siete espacios naturales que rodea Vitoria (los otros seis son Alegría, Armentia, Errekaleor, Lasarte, Olarizu, Zabalgana y Zadorra). A todos se puede llegar desde el centro por caminos radiales que tienen más de 80 kilómetros. El pasado año alrededor de 600.000 personas disfrutaron del Anillo, y casi la mitad eligieron Salburua.

Los veinte minutos andando que separan el humedal del centro de Vitoria tienen un cierto parecido con los 20 kilómetros que hay entre la capital y el techo de Álava, el monte Gorbea. En los dos lugares es posible ver a grupos de ciervos paseando.

Pero en Salburua, además de los ciervos -que fueron trasladados al humedal hace cinco años por el Centro de Estudios Ambientales para que limpiaran las plantas que caen al agua- se pueden ver erizos, visones europeos, ranas, reptiles y galápagos.

Aunque se trata de un humedal natural, en 1857 se procedió al desecado parcial de las balsas, para poder dedicar esas tierras a la agricultura y en 1955 se culminó el proceso al evacuar todo el agua. Sólo en 1994 se empezó a vislumbrar la posibilidad de devolver las aguas a su sitio. Entonces se desalojaron las huertas y las casetas que se habían construido en las décadas anteriores -había zonas de chabolismo- y se trató de frenar el drenaje de los principales ríos para devolverle su aspecto original.

Además se construyeron pequeñas compuertas para acumular el agua que alimentan las balsas. Poco a poco, las aves comenzaron a anidar y las balsas de Betoño, Durnzarra, Larregana y Arkaute recuperaron la naturaleza que tuvieron anteriormente.

Un ejemplar de somormujo lavanco.
Un ejemplar de somormujo lavanco.PEDRO RETAMAR

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Sobre la firma

Pedro Gorospe
Corresponsal en el País Vasco cubre la actualidad política, social y económica. Licenciado en Ciencias de la Información por la UPV-EHU, perteneció a las redacciones de la nueva Gaceta del Norte, Deia, Gaur Express y como productor la televisión pública vasca EITB antes de llegar a EL PAÍS. Es autor del libro El inconformismo de Koldo Saratxaga.

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