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Columna
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De guerra

El 70 aniversario de la Guerra Civil está desatando múltiples invocaciones a recuperar la memoria histórica de la contienda. Sucede así en una medida desconocida. Ni siquiera se produjo cuando el 50 aniversario, en 1986. Este llamamiento se basa en una falsedad, en el supuesto de que desde la transición se ha echado la tierra del olvido sobre la Guerra Civil, y sobre la II República. No es cierto, en absoluto. Al margen de los múltiples congresos de historia que se han dedicado a estudiar estos acontecimientos (y programas televisivos, y debates), basta acercarse a cualquier librería para comprobar que los años treinta del XX, y en particular los de la Guerra Civil, están entre los más estudiados, narrados y discutidos.

Puede alegarse que, dada la dinámica que siguió la transición, tal memoria se incorporó de forma que ahora se considera deficiente a la visión colectiva promovida desde las instancias públicas, pero no que se haya abandonado el recuerdo, ni que la historiografía haya relegado este periodo, que sigue siendo el más estudiado.

Otra cuestión es que la labor profesional no siempre haya impregnado las visiones referidas por determinados medios de comunicación y plataformas políticas, que resultan a veces sorprendentes y al margen de los estudios científicos. Buen ejemplo de ello lo constituyen las interpretaciones que suelen difundirse sobre la Guerra Civil en el País Vasco.

La ficción, la reconstrucción ideológica y la sublimación de sucesos pesan lo suyo en las versiones sobre la historia de la guerra. Procesos de esta naturaleza los hubo ya durante ésta. Recuérdese, para el País Vasco, cómo se difundió una de las catástrofes más pavorosas, el bombardeo de Gernika, y el intento franquista de ocultar su responsabilidad y la actuación criminal de la aviación alemana e italiana, culpabilizando de la destrucción de la ciudad a sus víctimas, a los "rojo-separatistas". La guerra civil en el País Vasco transcurrió así en una nebulosa de sombras y mentiras. Parte de la literatura histórica ha tenido que desentrañar no los sucesos y las relaciones de fuerza, sino ficciones como la mencionada.

No son los franquistas los imaginarios con que hoy se interpreta la guerra en el País Vasco en los medios de comunicación y los políticos. Sin embargo -y dejando a un lado la labor de la historiografía, que reconstruye adecuadamente los sucesos y sus implicaciones-, la visión pública, ideológica y política que actualmente se proporciona de la guerra en el País Vasco se construye también sobre nebulosas y simplificaciones, bien que de otro orden.

En este caso no se trata del revisionismo sobre la guerra que sacude nuestra opinión pública, fruto del embate de una derecha reaccionaria que intenta culpar a la izquierda del proceso que llevó al golpe de Estado militar y, por ende, a la guerra; o la alternativa que pretende la equidistancia y bosqueja un panorama de traiciones y crueldades generalizadas y equiparables en ambos bandos, sugiriendo que todos compartieron similares responsabilidades.

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El problema específico que hoy se plantea al abordar la Guerra Civil en el País Vasco reside en el éxito público de la interpretación nacionalista, eminentemente reduccionista y doctrinal. Sus afirmaciones básicas, de raigambre ideológica, las podemos resumir: a) En el País Vasco la guerra fue una suerte de guerra nacional, en la que Euskadi fue atacada por España, para eliminar sus singularidades culturales y sus pretensiones políticas. b) La defensa de la República correspondió, si no en exclusiva, sí fundamentalmente al nacionalismo, el movimiento mayoritario y hegemónico. c) El pluralismo característico del bando republicano fue un hecho marginal y escasamente relevante, frente a la fortaleza y difusión de las voluntades nacionalistas.

En la medida que existe un problema sobre el recuerdo de la Guerra Civil, quizás éste resida en el éxito (y en el uso actual) de interpretaciones como las mencionadas, que no se compatibilizan con la realidad histórica. Si las invocaciones a recuperar la memoria pretenden rectificar tales interpretaciones y su difusión pública, bienvenidas sean. Pero nada sugiere que las cosas vayan por ahí.

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