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Columna
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Esperanza y sus convidados de piedra

Visitaba Esperanza Aguirre el Muro de las Lamentaciones y entre los muros de la patria suya se detectaban peligrosos movimientos sísmicos y corrimientos de tierras recalificadas, el tsunami inmobiliario que había afectado unas semanas antes a las costas de Marbella y Murcia alcanzaba con su onda expansiva las murallas adosadas de la Comunidad de Madrid y los búnkeres de cemento de los forjadores de imperios. Decidida a ejercer la diplomacia, competencia que no corresponde a las comunidades autónomas, Esperanza Aguirre visitaba Israel en el momento diplomático más inoportuno ante la presumible sorpresa de los mandatarios israelíes que andaban demasiado ocupados bombardeando la franja de Gaza. La escalada guerrera crecía por momentos y la presidenta, con la agenda hecha unos zorros, trataba de recobrar el ánimo y entretenía a la prensa con otros bombardeos menos crueles, cohetes de feria científica, que engañan a las nubes con yoduro de plata y que los israelíes deben usar para que no les llueva a los palestinos sino a ellos.

En Madrid explotaban los primeros truenos de la tormenta judicial y los señores de los ladrillos emergían descompuestos de sus lujosas madrigueras para comparecer ante los jueces. Inquietantes noticias acogían a Esperanza en su regreso, nada triunfal, los principales feudos urbanísticos de la provincia, erigidos en ayuntamientos gestionados por sus correligionarios, se tambaleaban como naipes de una pirámide, la caída de uno de ellos arrastraría a los demás, Las Rozas, Pozuelo, Majadahonda... estaban en apuros y la perniciosa sombra de Romero de Tejada, ex secretario general del PP madrileño, recaudador emérito y muñidor de la defección de los tránsfugas, Tamayo y Saénz, se cernía en el horizonte crepuscular.

Entre los primeros en caer fulminados por el rayo de la ley, estaba un buen amigo de la presidenta, constructor y empresario taurino de la plaza de Las Ventas por graciosa y polémica concesión presidencial. Como constructor, Fidel San Román es un hacha, un águila que donde pone la vista planta una urbanización; como empresario taurino, sin embargo, Fidel es un desastre, en 2005 y por primera vez en su historia, la plaza de Las Ventas, perdió dinero.

Esperanza venía de Israel sin traerles la lluvia prometida a los madrileños, agua para regar campos de golf, para llenar piscinas, inundar jardines y abastecer los grifos de las miles de viviendas edificadas, por ejemplo, por las más de treinta empresas, ni él debe saber cuántas, de Fidel. El Ayuntamiento de Las Rozas, es una mezcla de avispero y panal de rica miel para sus allegados, aunque aquí, por el momento no hayan aparecido las clásicas bolsas de la basura repletas de billetes de 500 euros que circulaban de puerta en puerta por las urbanizaciones marbellíes. Los caballeros de aquí prefieren los finos maletines de cuero y las transferencias discretas.

Entre los socios del avispado San Román figura una conocida familia, la más conocida del régimen anterior, la familia Franco, tremenda y extravagante saga de insaciables rapaces que va de Francisco Franco a Pocholo Martínez Bordiú, pasando por la voracísima Carmen Polo y el implacable cirujano, yernísimo y marqués.

En Arroyomolinos, con la oportuna recalificación del ayuntamiento del PP, Fidel San Román y los herederos de Franco piensan edificar 3.700 viviendas en 154 hectáreas y en un terreno conocido en el pueblo como "el coto de Franco". Toda España fue coto de caza y pesca, horca y cuchillo, del dictador y aún quedan al parecer retazos del generalísimo expolio, modestos feudos del gran imperio familiar.

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A la sombra de otro franquista de pro, empresario y alcalde de Marbella, creció y se multiplicó la infame trama que de las páginas económicas, sociales, taurinas y deportivas ha pasado a las crónicas de tribunales y sucesos, páginas y secciones que tardarán mucho tiempo en abandonar. Personajes de una trama que bordea lo grotesco, entre los afectados hay quien se cree Sandokan, y quien admite al tigre como animal de compañía y también hay grandes filósofos de la gramática parda como el empresario granadino Carlos Sánchez, autor del deslumbrante aforismo: "Cada día se levanta un tonto al que se le puede robar el solar".

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