La crisis del pasaporte sacude Holanda
La pugna entre la ex diputada Hirsi Alí y una ministra acabó llevándose por delante el Gobierno
Holanda ha asistido con turbación y un cierto hartazgo a la caída el pasado jueves del Gabinete de centroderecha que dirigía el democristiano Jan Peter Balkenende. Dos de sus principales protagonistas, la ministra de Inmigración, Rita Verdonk, y la ya ex diputada de origen somalí Ayaan Hirsi Alí, han interpretado los papeles más reconocibles de la crisis. La primera, el de justiciera implacable derrotada por su propio ego. La otra, el de azote del Islam radical que ha seguido su camino en solitario con el pasaporte más reñido de la historia reciente del país. El tercer personaje es el propio Balkenende. Su sinceridad al admitir que la ministra había forzado a la diputada a culparse del enredo provocado por las irregularidades al pedir asilo, hundió el Gobierno.
Queda la duda de si la izquierda capitalizará la caída del Ejecutivo de centro-derecha
Resulta paradójico que la verdad dicha al final de un largo y turbulento debate parlamentario celebrado el miércoles, tumbara una coalición en la recta final de su mandato y lista para presentar un brillante ejercicio financiero. Fue cuestión de unos segundos aprovechados con agudeza por el socio díscolo de la unión, los liberales de izquierda (D66). Cuando se oyó decir a Balkenende que la ya famosa carta de admisión de culpa por parte de Hirsi Alí, "era necesaria para que la ministra de Inmigración se sintiera vindicada", Lousewies van der Laan, portavoz parlamentaria de D66, asió el micrófono y dio el golpe de gracia. "¿Quiere decir que el Estado puede lanzarse contra un ciudadano y exigirle que se arrodille antes de concederle un pasaporte?", preguntó.
El resto, es decir, las evasivas de Balkenende que quiso salvar a Verdonk y acabó por hundirla; las críticas de toda la oposición de izquierda y el intento conciliatorio de los democristianos (CDA), partido mayoritario de la coalición gobernante, ya no contaron. El Gobierno tenía las horas contadas, y el hemiciclo lo sabía. A la mañana siguiente, D66 retiró la confianza en sus socios y Balkenende dio por concluida su segunda experiencia en el poder comunicando su renuncia a la reina Beatriz. "Es innegable que Rita Verdonk tiene una de las carteras más difíciles del Gobierno. Pero es como Margaret Thatcher [antigua primera ministra conservadora británica]. Es clara y simple al expresar sus opiniones y no sabe ceder. Y enfoca el fenómeno de la inmigración con una inflexibilidad que a mucha gente le parece adecuada. Por eso es tan popular", según Paul Schnabel, director de la Oficina para el desarrollo Social y Cultural, una institución independiente que asesora a los Gobiernos holandeses sin distinción de ideología.
En su opinión, Hirsi Alí es quizá la holandesa más famosa en el mundo después de la espía Mata-Hari. "Y nunca había ocurrido que a una diputada se le dijera que no era una ciudadana de pleno derecho". El problema no habrían sido las mentiras sobre su identidad y fecha de nacimiento, puesto que huía de un matrimonio forzoso y no pretendió ser otra persona. Dio el nombre de sus abuelos somalíes, Alí en lugar del suyo, Magan. "Ha habido un juego de liderazgo a destiempo, con la ministra no queriendo perder esta batalla después de haberse quedado en la cuneta en la carrera por la jefatura de su propio partido, los liberales de derecha (VVD). También se observa un cierto cansancio ciudadano hacia la agitada peripecia pública de Hirsi Alí. Una parte de la población quiere verla marchar y la otra mitad está avergonzada por lo ocurrido", sigue Schnabel.
Ahora que los protagonistas de la crisis han pasado a segundo plano, queda la duda de si la oposición de izquierda, repartida entre el partido socialdemócrata (PvdA), el mayoritario, los Verdes (Groen Links) y los Socialistas Radicales (SP), capitalizará el hundimiento de sus rivales. Para analistas como Schnabel, el sobresalto no ha sido social, como el provocado por la pérdida de la inocencia que supuso el asesinato del líder ultraderechista, Pim Fortuyn. Sí ha dejado tres posos difíciles de limpiar: un enorme malestar entre la oposición; gran amargura en la democracia cristiana, y la quiebra interna de los liberales de D66. Éstos han advertido que su lugar no está en un Gobierno conservador y deben buscar su propio horizonte.
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