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MIRADOR
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Bajas pasiones

Admira la creciente libertad de palabra de José María Aznar. Su discurso en la inauguración ayer del campus de la FAES va mucho más allá de la crítica y entra directamente en la creación fantástica. Es directamente increíble y parte de un delirio novelesco considerar que Zapatero "camina con ETA", que Pedrosa o Blanco "murieron para nada", que "son los asesinos los que se sientan en la mesa de los vencedores", y que ETA dictó el día, el lugar y las palabras con que el actual presidente del Gobierno anunció que comenzaría el diálogo con la banda terrorista.

Junto a la fantasía, Aznar cultiva la desmemoria. Parece olvidar que cuando él era presidente y tuvo la ocasión de iniciar una negociación con ETA, no la desaprovechó, aunque luego no llegara a nada. Su Gobierno decidió acercar a presos de ETA al País Vasco en pleno secuestro del funcionario de prisiones Ortega Lara: fueron 135 los beneficiados. Apoyó los contactos con la banda terrorista tras la tregua que ETA anunció en septiembre de 1998 (y que se rompió 14 meses después) y no dudó en hablar del "Movimiento de Liberación Nacional Vasco" (MLNV). Nadie le criticó por ello.

Ahora Aznar se erige en el mayor crítico que tiene el actual Gobierno a este respecto. Lo mismo ha sucedido con el ya refrendado Estatuto de Cataluña, al afirmar que éste cambia la Constitución de 1978, "el mejor régimen político que habíamos tenido nunca", aunque en su día Alianza Popular no quiso aprobar el capítulo autonómico. Incluso si coincide con los recelos y cautelas que las encuestas reflejan en una parte de la opinión pública, no es muy recomendable que un ex presidente permita que las bajas pasiones conduzcan su legítima libertad de palabra.

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