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Reportaje:Fin de semana

El arte visto desde dentro

El escultor Koldobika Jauregi ultima en Alkiza la exposición monumental que presentará en verano en Tolosa

El escultor Koldobika Jauregi (Alkiza, 1959) no podría hacerse pasar por médico o abogado. Si acaso, por obrero. Le delata, ya desde la carretera, la nube de polvo que generan él y sus tres ayudantes en Alkiza, mientras trabajan la piedra con amoladoras y compresores. Y lo vienen haciendo diariamente desde hace tres meses para preparar Kanta isila (canto silencioso), el conjunto escultórico que el artista expondrá, desde mediados de julio y hasta finales de septiembre, en espacios al aire libre de Tolosa.

La excusa es el 750º aniversario de la villa, acontecimiento que ha hecho coincidir los intereses del artista y de la Fundación 750. "Hace tiempo que tenía en mente hacer una exposición de piezas a gran escala y a ellos les interesó". Jauregi, uno de los artistas vascos más reconocidos, ha podido convertir así en arte ideas y conceptos que le perseguían últimamente, en su mayoría relacionados con la cultura y la arquitectura vasca y la iconografía oriental. No ha trabajado preso de condicionamientos temáticos. "Si me los hubiesen impuesto, no habría aceptado", afirma, "porque crear sólo tiene sentido cuando lo haces en libertad".

El escultor instalará una docena de esculturas de entre cuatro y 16 toneladas de peso en espacios emblemáticos de la villa, desde la avenida de San Francisco, el exterior de la iglesia Santa María o el parque de Zamalarreta. ¿De qué hablan? "Soy un poco pesado en mis temas. Sigo erre que erre con los mismos. La mayoría de las piezas tienen referencias a cosas de aquí, ermitas, deporte rural, el caserío Iturrioz de Aia o cantos tarareados de Zuberoa", explica. Todas están hechas en piedra de Markina o Lastur -esta última de coloración un poco más clara-, porque el artista, conocido por sus trabajos de madera, se decantó por la caliza por una cuestión puramente práctica: aguanta más y mejor a la intemperie que otros materiales. Y este conjunto escultórico, el mayor en dimensiones que ha realizado hasta la fecha, estará en la calle durante tres meses. Una vez expirado ese plazo sólo una de las esculturas quedará como patrimonio para el circuito artístico al aire libre de Tolosa.

Jauregi tiene de plazo hasta el ocho de julio para terminar este trabajo que se funde con la naturaleza. El escultor sacó de la cantera bloques de piedra con roturas naturales, que han condicionado el diseño de sus piezas. Primero las dibujó a lápiz, luego construyó maquetas de corcho, y a partir de ahí él y sus colaboradores comenzaron a tallarlas a escala en el exterior de su casa, bajo dos carpas azules que les han protegido en días pasados de la lluvia. Ayer, Jauregi, que en los últimos años se ha acercado artísticamente a la meditación y a la filosofía zen, se paseó entre ellas, junto a hortensias blanqueadas por polvo de piedra, en una singular visita guiada con periodistas. Habló de la memoria, el folclore, la arquitectura vasca y la iconografía oriental que habitan sus obras - "he llegado a ella, probablemente, por simplificación de las formas"-. Y de los cantos tarareados de Zuberoa que "han dado una vuelta a este proyecto". ¿Cómo? "Es difícil de explicar. Hay canciones cuya letra desconocemos, pero gozamos tarareándolas. Algo parecido se puede sentir con la escultura. Yo lo relaciono con la libertad de crear sin ningún orden preconcebido. Me pareció sugerente eliminar el guión al hacer las obras y simplemente construirlas, dejarme llevar".

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