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El opio se alía con los talibanes

Un informe alerta del fracaso de la lucha contra la droga en Afganistán

Ángeles Espinosa

Al preguntar a un joven afgano en paro si espera que el Gobierno le ayude a encontrar trabajo, responde: "¿Qué Gobierno, el de los extranjeros, el de Karzai o el de los talibanes?". La anécdota, recogida el pasado mayo en Helmand, resume de forma gráfica el último informe de The Senlis Council sobre Afganistán. Esta ONG europea advierte de la transformación que ha experimentado la insurgencia en el sur del país, donde sus actividades han pasado de meros incidentes a una guerra abierta y sus activistas "se han convertido en un poder de facto para la población".

"El apoyo de las poblaciones en el sur de Afganistán a la presencia militar internacional y el Gobierno central ha desaparecido en las últimas semanas, y esa región está en estado de guerra", alerta Senlis. Más allá del incremento cuantitativo y cualitativo de los ataques de los llamados neotalibanes, el informe La transformación de la insurgencia en Afganistán y sus efectos en el futuro del país muestra la peligrosa situación que existe en el momento en que la OTAN van a extender la misión de asistencia a la seguridad (ISAF, en la que participan las tropas españolas destacadas en Badghis) y reemplazar a los soldados estadounidenses para acabar con Al Qaeda y los talibanes.

Las fuerzas de la coalición son percibidas como invasores en vez de como una ayuda
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"Las tropas británicas van a necesitar un enfoque completamente nuevo si quieren evitar un verano sangriento en el sur de Afganistán", señala el informe que toma Helmand como paradigma. Esa provincia afgana, la más pobre del país, se ha convertido en un terreno abonado para que la insurgencia reclute activistas. Desértica, con un clima árido y las tierras regadas por el río Helmand como única fuente de subsistencia, se quedó sin infraestructura de irrigación durante 30 años de guerra. Dos opciones: el paro o el cultivo de opio, que requiere menos agua que el resto de los cultivos.

The Senlis Council, que defiende para Afganistán la producción legal de opio con una licencia internacional, estima que "las políticas de erradicación de la droga impuestas por la comunidad internacional han contribuido al descontento de la población local". La ausencia de medios alternativos de subsistencia y la muerte de civiles en las operaciones militares estadounidenses, ha extendido una sensación de abandono y los neotalibanes están aprovechando ese desencanto para ganar adeptos.

"Nuestra investigación muestra que los habitantes perciben que los únicos que les entienden y responden a sus necesidades son los grupos insurgentes, especialmente los talibanes", manifestó Emmanuel Reinert, director ejecutivo de Senlis, al presentar el informe a principios de junio. "Las fuerzas de la coalición son percibidas de forma creciente como invasores en vez de como gente que está aquí para ayudar". La propaganda talibán también está convenciendo a la población de su condición de musulmanes oprimidos por tropas cristianas, lo que complica aún más el trabajo de los soldados que van a desplegarse en la zona.

"Los habitantes del sur de Afganistán aún están viviendo en la pobreza extrema y no perciben los beneficios de la nueva democracia", explicó Reinert. "Han recibido muchas promesas vacías de la comunidad internacional. Durante cinco años han estado esperando a que sus vidas mejoren, y eso no ha ocurrido".

Muchos agricultores abandonaron el cultivo de opio, bien por respeto al decreto del presidente Karzai o por la promesa de que recibirían ayuda para encontrar otras fuentes de ingresos. Al no concretarse, han vuelto a plantar ese tipo de amapola y, según observadores sobre el terreno, recurren a los talibanes para que les defiendan de los agentes gubernamentales que acuden a destruir sus sembrados. De ahí que, a pesar de las campañas de erradicación, la cosecha de este año vaya a ser mayor que la del año pasado. Senlis estima un aumento del 50% en Helmand, la principal zona productora del país que ya en 2005 sumaba el 25% del cultivo total de opio.

"Helmand es una llamada de atención de lo que puede suceder en todo Afganistán si no cambia de forma radical el enfoque en los próximos meses", advirtió Reinert. Para ello, Senlis recomienda que los planes de reconstrucción se orienten a los pobres frente a la prioridad dada a la agenda occidental de instituciones democráticas y Estado de derecho; que no se ataquen las fuentes de ingresos de las comunidades rurales (incluidos los cultivos de opio), y que se aclaren las misiones militares desplegadas en el país, así como las normas de combate bajo las que operan.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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