Nervios y tensión
La policía está más que acostumbrada a las ocupaciones. De hecho, son los agentes los que suelen poner punto final a ellas practicando, orden judicial en mano, el desalojo de los encerrados.
Pero una cosa es desalojar una casa, un centro cívico o una fábrica abandonada, y otra es tener que intervenir en casa propia. Es decir, que los activistas se cuelen en unas dependencias policiales. El centro de internamiento de extranjeros de la Zona Franca, donde entraron los jóvenes el sábado pasado, está separado por una verja de hierro del cuartel de la policía.
Tal vez ésa pueda ser la explicación de los nervios y la tensión que se vivieron en un primer momento en el centro de la Zona Franca. Y de que mientras que un policía dejaba libertad de movimientos a uno de los cámaras de televisión -previa eliminación de las imágenes que había recogido, en las que podía verse al agente con nitidez-, otro, acto seguido, dijera que ni hablar, que quedaba detenido.
Porque acciones como la realizada el sábado en el centro de la Zona Franca se han producido en otras ocasiones en Barcelona. Y más espectaculares. Por ejemplo, una protesta del colectivo okupa que acabó en el edificio de La Pedrera. Fue en agosto de 2004, con motivo de un desalojo, el de la fábrica Hamsa de Sants.
Más de un centenar de okupas rodearon La Pedrera. Poco antes, una treintena se habían colado entre los turistas. Ya en el interior, dos de ellos subieron a la azotea y se colgaron de la fachada. Los que se quedaron en el vestíbulo se encadenaron. La cosa acabó con la intervención de agentes de las Unidades de Intervención Policial (UIP), que sacaron uno a uno a los activistas. Todos fueron identificados, pero ninguno fue detenido.
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