La Tate Modern traza el 'camino a la abstracción' de Vasili Kandinsky
El museo londinense reúne 74 pinturas y dibujos de 1905 a 1921 del pionero artista ruso
En Kandinsky: el camino a la abstracción, la Tate Modern explora la evolución en el lenguaje y la técnica del emblemático artista y teórico ruso durante los primeros años de su carrera creativa, desde 1905 a 1921. Alejándose de la pintura figurativa, en busca de una espiritualidad reflejada a través de la armonía de colores, líneas y puntos, Vasili Kandinsky lideró a sus contemporáneos por la senda del arte abstracto que dominaría gran parte del espectro artístico del siglo XX. La exposición se abre mañana al público y, tras su clausura en Londres, el 1 de octubre, viajará al museo Kunts de Basilea.
Vasili Kandinsky (1866-1944) es una figura dominante en la historia del arte, pionero de la creación abstracta, artista enciclopédico, teórico y crítico de arte, además de prolífico escritor de epístolas y textos teatrales. La exposición del museo Tate Modern recorre su evolución hacia la abstracción, mostrando cómo las formas van gradualmente perdiendo una definición clara a medida que se impone una armonía de colores radiantes que impregnan su obra de musicalidad y movimiento.
Organizada en colaboración con el Kunstmuseum de Basilea, la muestra arranca con unos paisajes naturalistas, de principios del siglo XX, cuando Kandinsky se movía entre Múnich y su vecina Murnau, a los pies de los Alpes; pasa por su etapa expresionista dentro del influyente y multidisciplinar grupo Der Blaue Reiter (El Jinete Azul), y concluye en 1921, en el umbral de su dominio de la abstracción geométrica y en vísperas de su llegada a Weimar como profesor de la Escuela de la Bauhaus. "Cubrimos el periodo clave en su trayectoria artística", reconoce el director de la institución estatal británica, Vicente Todolí.
Con una sola obra de Kandinsky en la colección Tate, no es de extrañar que el 90% de las 60 pinturas y 14 trabajos en papel expuestos en Londres nunca antes se han visto en el Reino Unido. Un total de 20 piezas proceden de Rusia, incluidos los óleos Composición VI y Composición VII, ambos de 1913, que Todolí describe como "la capilla sixtina del arte moderno". Representan el culmen de su creación, la resolución de los problemas estructurales en su alejamiento de la realidad observada. En ellos vuelca sus ideas filosóficas y pictóricas, y son el resultado de una intensa labor de experimentación.
Kandinsky ejecutó unos treinta dibujos, acuarelas y bocetos preliminares para luego pintar, en un récord de tres días, Composición VII. De gran formato, este óleo evoca un océano embravecido de colores contrapuestos, sin formas específicas aparentes, pero que en su conjunto sugieren temas apocalípticos del diluvio universal y el juicio final. Este y otros trabajos de la época reflejan la ansiedad previa al estallido de la I Guerra Mundial, cuando Kandinsky se mudó de Múnich, hasta entonces hervidero de actividad artística, para regresar a Moscú. En la capital soviética entró en contacto con artistas de vanguardia y colaboró con el posterior Gobierno revolucionario en la creación de las primeras colecciones nacionales de arte moderno. En 1921, Kandinsky salió definitivamente de Rusia pero, como sugiere Sean Rainbird, comisario de la exposición, "nunca perdió su espíritu ruso".
La mayoría del resto de las obras pertenecen al Pompidou de París, al Guggenheim de Nueva York y a coleccionistas privados. El Thyssen de Madrid colabora con dos óleos: La Lugwigskirche en Múnich, de 1908, con reminiscencias posimpresionistas; y Pintura con tres manchas, de 1914, en el que Kandinsky roza ya el lirismo abstracto.
"Kandinsky intentaba renovar la vida del espíritu. Creía que la sociedad necesitaba renovarse, no a partir de agentes externos, como la Iglesia, sino desde el interior de cada persona", dijo ayer Rainbird, comisario por parte de Tate Modern, en la presentación del conjunto de obras expuestas, que ha seleccionado con Hartwig Fischer, del museo de Basilea.
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